Cuando nuestros hijos son pequeños, los padres lo somos todo para ellos: somos sus grandes referentes, sus super héroes, los que todo lo saben... Somos un pozo de sabiduría con respuesta para todo y plena capacidad para resolver cualquier situación.
Pero al llegar a la adolescencia su visión acerca de nosotros comienza a cambiar. Nuestros hijos empiezan a descubrir quiénes son, a construir su propia identidad y a buscar principalmente la opinión y aceptación de su grupo de iguales. Es entonces cuando nos sueltan aquello de "tú no sabes nada" o "no tienes ni idea" (ya se trate de moda, de música, de lo que se lleva entre los jóvenes, de lo que está sintiendo o viviendo...), dejándonos con la boca abierta.
Si la frase te resulta familiar, te compartimos algunas claves que te ayudarán a evitar discusiones innecesarias con tu hijo y manejar la situación de forma respetuosa.
Primero, mantén la calma
Ante ciertos comentarios y reacciones de nuestro hijo es normal que los padres nos sintamos dolidos. Pero si actuamos con el cerebro emocional y nos dejamos llevar por la rabia, la frustración o la ira, podemos acabar entrando en una "lucha de poder" con el adolescente que no va a desembocar en nada bueno.
Así pues, es importante respirar profundamente, tomar distancia de situación y dirigirnos a nuestro hijo solo cuando estemos calmados y tengamos la certeza de que no vamos a decir nada de lo que después nos arrepintamos.
Empatiza con tu hijo
Aunque parezca lejano, conviene recordar que nosotros también fuimos adolescentes, pasamos por los mismos sentimientos y vivimos las mismas situaciones que están viviendo ahora nuestros hijos. Es más, seguro que nosotros también llegamos a pensar en algún momento que nuestros padres no tenían ni idea de nada.
Por otro lado, es importante entender que la adolescencia es una etapa de descubrimiento, reafirmación e independencia, en la que es normal que el adolescente comience a separarse de sus padres para tomar sus propias decisiones.
Por tanto, empaticemos con nuestros hijos y con las necesidades y cambios propios de esta etapa de la vida, y evitemos caer en discusiones sin sentido que acaben mermando nuestra relación.
¡Fuera el orgullo!: "efectivamente, no tengo ni idea pero quiero que me enseñes"
Entre nuestro hijo y nosotros hay una diferencia de edad tan grande que es normal que los padres no entendamos muchas de las cosas que los adolescentes están viviendo actualmente. Desde la forma de vestir hasta la música, las últimas tendencias en redes sociales, los bailes de moda, el argot de sus comunicaciones...
Pero lejos de compararnos con ellos ("yo a tu edad hacía..."), ridiculizar sus gustos o querer imponer nuestra verdad absoluta, es bueno reconocer nuestras carencias al tiempo que mostramos interés por saber más acerca de ellos.
Por ejemplo, podemos decir a nuestro hijo "es posible que no sepa o no entienda lo que te estás viviendo, por eso necesito que me lo expliques"; "efectivamente, no tengo ni idea, pero quiero aprender. Enséñame"; "lo único que quiero es comprenderte mejor para estar más cerca de ti"...
En definitiva, se trataría de demostrarle que realmente estás interesado en saber más detalles acerca de su vida, sus amistades, sus gustos, sus aficiones, aquello que le preocupa...
¿Hay algo que pueda hacer para mejorar la relación con mi hijo adolescente?
Siempre es buen momento para hacer examen de conciencia y reflexionar sobre aquello que deberíamos cambiar para mejorar la conexión con nuestros hijos. Pero especialmente en esta etapa es conveniente repasar con frecuencia nuestra forma de actuar como padres, pues los retos propios de la adolescencia pueden acabar provocando distanciamiento y desgaste en nuestra relación.
Revisemos pues si a diario conectamos con nuestro adolescente como deberíamos; si le escuchamos sin juicios, sermones, ni interrupciones; si propiciamos un clima de confianza para hablar; si les exigimos demasiado; si somos muy controladores... En definitiva, se trataría de detectar aquellos aspectos de nuestra relación susceptibles de mejorar.
Cuida la comunicación
Igualmente, cuando te dirijas a tu hijo adolescente cuida tanto la comunicación oral como los detalles no verbales. En este sentido, es importante mirarle a los ojos, sonreírle y establecer contacto físico (una mano en el hombro, una palmada, una caricia... son gestos que denotan presencia, amor e interés).
Vuestra comunicación ha de ser respetuosa, cercana y cálida. Escucha con atención lo que te cuenta, pregúntale cómo le ha ido el día o cómo se siente, y comparte tú también este tipo de detalles. Si en algún momento tu hijo no quiere hablar contigo, respeta su espacio e intimidad, pero dejando claro que siempre vas a estar disponible cuando te necesite.