Son varias ya las veces que hemos hablado acerca del tiempo de calidad y la cantidad de tiempo. Son muchas las personas que reclaman una conciliación laboral y familiar real (¡ya!), y sin embargo siguen apareciendo profesionales que se obcecan en decir que no pasa nada si los niños ven poco a sus padres, siempre que el rato que estén juntos sea de calidad.
En este caso se trata de la psicóloga Pilar Toledo, en una noticia que ya tiene unos meses, en la que explicó que es cierto que los niños tienen el tiempo con sus padres racionado, pero que no es algo demasiado relevante porque los niños se caracterizan por su capacidad de adaptación.
No estoy en desacuerdo, porque es cierto que los niños se amoldan a lo que les echen (no tienen otro remedio, son niños y dependen de los adultos), pero no diré que estoy de acuerdo cuando dice que “no es tan importante estar mucho tiempo con los padres como que esos momentos sean de calidad".
El tiempo que pasas con las personas que quieres no debería medirse en términos de calidad
Muchos profesionales de la materia dicen lo mismo que esta psicóloga, que lo importante no es la cantidad de tiempo, sino la calidad, y yo sigo diciendo que el tiempo no debería medirse en términos de calidad.
Tiempo de calidad se considera ese en el que estás con tu hijo, jugando, contando cuentos, hablando, cantando canciones, comunicándote, etc. y tiempo de no calidad sería si estás haciendo la comida, si estás limpiando, si sales a comprar, si estás viendo la tele mientras tu hijo juega o si estás hablando por teléfono y no le atiendes.
Sin embargo a mí me parece que el teórico tiempo de no calidad también es un tiempo muy válido y con mucho valor. Hay estudios en los que se demuestra que a la hora de valorar el tiempo real que pasan los padres con los hijos no hay demasiadas diferencias entre las madres que trabajan y las madres que no trabajan, porque el tiempo destinado en exclusiva a los hijos es prácticamente el mismo.
Leyéndolos uno llega a pensar que no debe ser tan mala entonces la sociedad en la que vivimos para nuestros hijos porque total, si le dedicas 29 minutos “de calidad" quedándote en casa frente a 21 minutos “de calidad" si trabajas, la diferencia es absurda.
Pero yo creo que todo lo que entra en el saco de los minutos de la paja también son minutos de calidad: llevarte al niño de compras es tiempo de calidad, ayudarte a poner la lavadora es tiempo de calidad, llenar la casa de agua porque te quiere ayudar a fregar es tiempo de calidad, ver a mamá hacer la comida tocando y cortando ingredientes es tiempo de calidad, tener que esperar unos segundos a que mamá acabe de hablar por teléfono es tiempo de calidad… ¿o acaso no se aprende algo haciendo todo ello?
La novia que me invitaba a dormir con ella y la que me decía que me fuera
Dejando estudios a un lado, que los hay a favor de pasar mucho tiempo con los hijos y, como habéis visto, a favor de que los padres trabajen, tiraré de sentido común, que a mí al menos es lo que más me acaba convenciendo en asuntos como éste.
Yo conocí a una chica que tenía un piso (es mentira, me lo invento…) con la que compartía muy buenos momentos. Íbamos al cine, a cenar, compartíamos actividades, risas, momentos y juegos. Cuando llegaba la noche la acompañaba hasta la puerta de su casa y siempre me decía que nos volveríamos a ver mañana.
Vivía sola y no entendía por qué no me invitaba a pasar. Un día se lo pregunté y me dijo: “pero si sólo vamos a dormir, ¿para qué estar juntos si no nos vamos ni a ver?". La verdad es que tenía lógica… sólo se trataba de estar juntos en la cama con los ojos cerrados. Como mucho algún abrazo, alguna caricia, pero poco más.
Esta relación se acabó y conocí a otra chica que tenía un piso con la que también compartía muy buenos momentos. Íbamos al cine, a cenar, compartíamos actividades, risas, momentos y juegos. Cuando llegaba la noche la acompañaba hasta la puerta de su casa y a los pocos días de conocernos me invitó a pasar la noche con ella.
En un primer momento me dejó sorprendido (“pero si sólo vamos a dormir…"), sin embargo decidí quedarme porque tampoco perdía nada y, aunque lo único que hacíamos era dormir, de vez en cuando se escapaba algún abrazo y alguna caricia, poco más, que resultaron ser muy agradables.
Enseguida me acostumbré a ello. No era tiempo de calidad, no reíamos, no me hablaba, no nos mirábamos a los ojos, pero yo sabía que ella estaba ahí y ella sabía que yo estaba ahí y, lo que es más importante, pese a no estar haciendo ninguna actividad estimulante, pues sólo dormíamos y soñábamos cada uno nuestros propios sueños, ninguno de los dos nos sentíamos solos.
Si alguien le pregunta a un niño dónde prefiere estar, seguro que dirá que prefiere pasar más tiempo con los padres, aunque haya estudios que digan que será más sociable o más listo si sus padres trabajan.
Si alguien le dice que su madre o su padre sólo podrán jugar con él 29 minutos, seguro que dirá lo mismo, porque en el resto del tiempo, aunque no estén haciendo algo juntos, seguro que cae algún beso, alguna caricia, de esas que tanto se agradecen y, lo que es más importante, no estarán mirándose a la cara y jugando a todas horas, pero los dos sabrán que están juntos y no se sentirán solos.
Conclusión
Corta y breve: No sé de quién es la culpa. Quizás sea del trabajo, de los políticos, de los horarios, del sistema capitalista e incluso de Yoko Ono (o eso decía Def Con Dos). Al final me da igual de quién es la culpa. Lo que me importa es que nuestros hijos, esos niños que preferirían estar con nosotros, no pueden estarlo y que encima, que parece recochineo, salgan los “entendidos” a decirnos que eso es algo que no les afecta en nada y que al final es hasta positivo.
Fotos | Schani, Rajkumar1220, Robert Whitehead
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