A punto de concluir nuestro repaso por las verduras y hortalizas en la alimentación infantil, nos centramos en algunos de los alimentos recomendados a partir de los 12 meses: espinacas, acelgas, remolacha y nabo.
Estas verduras se encuentran entre las que acumulan mayores cantidades de nitratos, una sustancia que en sí es relativamente poco tóxico, pero que se convierte en tóxico al convertirse en nitrito.
El nitrato puede transformarse en nitrito por reducción bacteriana tanto en los alimentos (durante el riego, crecimiento, procesado y el almacenamiento), como en el propio organismo (en la saliva y el tracto gastrointestinal).
Las verduras con tendencia alta a acumular nitritos, como las de hoja verde y raíces que acabamos de enumerar, deben aplazarse en la dieta del bebé hasta después de que ha cumplido el año de edad.
Se necesita una dosis de nitratos o nitritos alta para producir intoxicaciones agudas a animales o seres humanos adultos, pero en niños y sobre todo en bebés de corta edad bastan cantidades mínimas para desencadenar trastornos graves.
Ello es debido a que los nitritos en sangre oxidan el hierro de la hemoglobina produciendo metahemoglobinemia, incapaz de transportar el oxígeno, muy frecuente en bebés (conocido como “síndrome del bebé azul” ya que las dificultades respiratorias provocan que los labios del bebé adquieran esa tonalidad).
En los primeros meses de vida, el estómago del bebé todavía no produce gran cantidad de ácido, lo que favorece el asentamiento de bacterias en el intestino que pueden transformar directamente en nitritos los nitratos ingeridos.
Por otro lado, los nitratos reaccionan con los aminoácidos de los alimentos en el estómago, produciendo sustancias que han demostrado tener efectos cancerígenos.
Por ello para las primeras papillas del bebé, a partir de los seis meses, lo mejor es introducir las verduras y hortalizas con tendencia a acumular menos nitratos, de las que hemos ido hablando hasta ahora.
No obstante, a partir de los 12 meses y más adelante, cuando el sistema digestivo del niño va madurando y cuando crece, las verduras como las espinacas, col, repollo, remolacha, acelgas, nabo, espárragos… les aportarán nutrientes y fibra beneficiosos.
Espinacas y acelgas en la alimentación infantil
Si bien las dos primeras verduras pertenecen a la misma familia y son muy parecidas en su color, sabor y forma, aportan distintos nutrientes. Las hojas de las espinacas, comparativamente, aportan mayores beneficios para el organismo, mayor cantidad de vitaminas y minerales.
Si comparamos ambas verduras cocidas, en un peso de 100 grs. podemos apreciar que las espinacas aportan 2,97 grs. de proteínas, 2,4 grs. de fibra, 136 mg. de calcio, 3,57 mg. de hierro, 87 mg. de magnesio, 56 mg. de fósforo, 466 mg. de potasio, contra 1,68 grs. de proteínas, 2 grs. de fibra, 16 mg. de calcio, 0,79 mg. de hierro, 23 mg. de magnesio, 38 mg. de fósforo y 305 mg. de potasio que aportan las acelgas.
Espinacas y acelgas aportan vitaminas A, C y E, pero en todas es mucho mayor la cantidad que aportan las primeras, sobre todo con respecto a la vitamina A.
Se deben servir cocidas. Como recomendación a la hora de introducir estas verduras en los platos del niño, diría que se escurran bien (el agua de cocción acumula los nitritos) y que se sirvan en combinación con otros alimentos, como complemento (arroz, huevo, patatas, legumbres…).
Las espinacas contienen de forma natural un ácido orgánico (ácido oxálico) que en grandes cantidades favorece la formación de cálculos renales. Es un mito que contengan tanto hierro, las lentejas o los garbanzos por ejemplo tienen más.
Los troncos de las acelgas son filamentosos, por lo que conviene trocearlos bien o descartarlos para los niños más pequeños.
La remolacha en la alimentación infatil
La remolacha pertenece a la misma familia que las acelgas, aunque, a diferencia de éstas, se cultiva por su raíz comestible y no por sus hojas. De hecho, a la remolacha también se la conoce como “acelga”, “acelga blanca” o “acelga roja”. Otros nombres que recibe esta verdura son: betarava, betarraga, beterava, beterraga, beterrada (Islas Canarias) y betabel (México).
La variedad de mesa es de raíces gruesas, rojas y carnosas, que se consumen principalmente cocidas; el color se debe a dos pigmentos, la betacianina y la betaxantina, que resultan indigeribles, tiñen el bolo alimenticio, los excrementos y la orina de ese color. Sin embargo, por su atoxicidad se usa frecuentemente como colorante en productos alimentarios.
Es una hortaliza muy energética que es muy aconsejada para mayores en casos de anemia, enfermedades de la sangre y convalecencia debido a su alto contenido en hierro, también es rica en azúcares, vitaminas C y B, potasio y carotenos. El azúcar contenida en la remolacha es la sacarosa.
Se puede comer en ensaladas o cocida, pero mantiene mejor las propiedades cuando está cruda, ideal para niños mayores. Si la cocemos, mejor quitarles la piel. La remolacha envasada es menos aconsejable, pues ha perdido gran parte de sus propiedades y se le añaden conservantes y otros aditivos.
Aunque es de una familia distinta al nabo, que pasamos a comentar, en ocasiones a la remolacha, por la similitud del bulbo, se la conoce como “nabo rojo” o “nabo colorado”.
El nabo en la alimentación infantil
El nabo es una Brassicaceae cultivada comúnmente como hortaliza en los climas templados de todo el mundo por su raíz bulbosa. Las variedades tiernas se utilizan para el consumo humano, aunque como hemos señalado, por su acumulación de nitratos no es conveniente introducirlos en la dieta del bebé hasta después del año.
La variedad más común de nabo comercializada como hortaliza en Europa y Norteamérica es principalmente de piel y carne blanca, a excepción de la parte que sobresale de la tierra (de color púrpura, rojo o verdoso).
El nabo es una hortaliza de escaso aporte calórico porque posee abundante cantidad de agua y un bajo contenido de hidratos de carbono y es buena fuente de fibra. Aporta una apreciable cantidad de vitamina C y de folatos, y cantidades discretas de vitaminas del grupo B (B6, B3, B1 y B2). Por contra, carece de provitamina A y de vitamina E, abundantes en otras verduras y hortalizas.
En cuanto a su composición en minerales, el más abundante es el potasio, seguido del calcio, el fósforo y el yodo. El calcio de estas raíces no se asimila apenas en relación con los lácteos y otros alimentos ricos en dicho mineral.
Para cocer el nabo es mejor pelarlo. Como señalábamos para el caso de la zanahoria, si lo cocemos es mejor hacerlo por separado y desechar el agua, donde habrán quedado acumulados los nitratos.
Algunas variedades grandes de nabos pueden presentar muchos filamentos, por lo que no convienen darle al niño trozos demasiado grandes.
Siguiendo todos estos consejos lograremos que verduras como las acelgas y espinacas, la remolacha y el nabo empiecen a formar parte de la alimentación infantil de una manera sana. Como ya nos situamos a partir del año de edad, el consumo de estas verduras se puede hacer a trocitos, mejor que triturados en papilla.
Más información | Consumer, Ideaa, OCU, Vegetomanía
Fotos | iLoveButter, ifindkarma y Darwin Bell en Flickr
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