Adolescentes con alta sensibilidad: cómo puede afectarles esta condición y qué hacer para ayudarles

La alta sensibilidad es un rasgo de la personalidad presente en dos de cada diez personas, con independencia de su sexo. Según explica la Asociación Española de Personas con Alta Sensibilidad (APASE), se trata de una característica hereditaria que implica un mayor desarrollo del sistema neuro-sensorial, lo que hace que la gente con esta cualidad "sienta" (en el sentido más amplio de la palabra) de manera más intensa.

Si hace un tiempo hablábamos de cómo reconocer, criar y ayudar a los niños altamente sensibles, hoy queremos hacer lo propios con los adolescentes. La adolescencia es una etapa de la vida especialmente vulnerable; pero en el caso de los adolescentes con alta sensibilidad puede suponer un reto aún mayor.

Te explicamos cómo afecta la alta sensibilidad en la adolescencia y cómo puedes ayudar a tu hijo si tiene esta condición.

Cómo afecta la alta sensibilidad en la adolescencia

Tal y como hemos mencionado más arriba, la alta sensibilidad es un rasgo propio de la personalidad; es decir, nacemos con ello y esta condición nos acompañará durante toda la vida.

La alta sensibilidad no es ningún trastorno. Simplemente es una forma de sentir de una manera amplificada, tanto a nivel sensorial como emocional.

La psicóloga norteamericana Elaine Aron, fue quien descubrió este rasgo en 1995, y centró todas sus investigaciones en saber cómo son las personas altamente sensibles. Según ella, reúnen estas cuatro características:

  • Son especialmente reflexivos y procesan la información que reciben de manera muy intensa y profunda. Esto les lleva a dar muchas vueltas a los temas antes de tomar una decisión, puesto que valoran todas las opciones posibles.
  • Llegan a sentirse sobreestimulados cuando tienen que procesar a la vez mucha información. Además, debido a su fino sistema neuro-sensorial tienen una capacidad especial para detectar detalles del entorno que seguramente pasan desapercibidos a otras personas.
  • Viven la vida con mucha emocionalidad y expresan todas sus emociones de forma exagerada, desde la felicidad hasta la tristeza o la rabia.
  • Tienen una elevada sensibilidad, es decir, llegan a percibir de forma muy intensa a través de los cinco sentidos (podríamos decir que tienen un umbral sensorial bajo).

Los estudios también han demostrado que las personas con alta sensibilidad tienen un alto grado de empatía, de manera que son capaces de sentir con mayor facilidad los estados emocionales de otras personas (y en consecuencia, sufrir por ello).

Si extrapolamos todas estas características a la adolescencia, estaremos ante un chico o una chica especialmente reflexivo y maduro, que tiende a valorar en todo momento el riesgo y los peligros de ciertas conductas, lo que hace que generalmente no sean adolescentes influenciables.

También suelen ser sensibles a los estímulos sensoriales externos, y a menudo pueden mostrarse preocupados, tristes o afligidos por las cosas que les suceden o que ven a su alrededor. Esto les llevará a necesitar momentos de desconexión y soledad.

No obstante, los expertos en alta sensibilidad consideran que entre los 14 años y los primeros años de la década de los 20 la alta sensibilidad tiende a minimizarse, aunque no desaparece, pues como decimos se trata de un rasgo intrínseca a la persona.

Sin embargo, la maduración cerebral, los cambios hormonales propios de la adolescencia y la necesidad del adolescente de 'encajar' en su grupo de iguales, podría hacer que aquella intensidad que tanto nos llamaba la atención cuando nuestro hijo era un niño, ahora se hayan suavizado.

Mi hijo adolescente es altamente sensible: ¿cómo puedo ayudarle?

La alta sensibilidad comienza a manifestarse desde la etapa de bebé, haciéndose especialmente notable en la infancia. Aunque nuestra labor como padres debería ser siempre la de acompañar a nuestros hijos de forma respetuosa, validar sus emociones y prestarles el debido sostén en todo momento, en el caso de niños con alta sensibilidad el acompañamiento emocional y la crianza positiva es vital para un desarrollo saludable.

Los estudios han relacionado una alta sensibilidad no atendida con un mayor riesgo de sufrir problemas psicológicos como la ansiedad, depresión o trastornos de sueño, entre otros.

Si tienes un adolescente altamente sensible, esto es lo que puedes hacer para acompañarle:

Comunicación positiva. Evita las críticas, los juicios y la tendencia a remarcar los errores. Si tienes que corregir a tu hijo hazlo de forma positiva y constructiva. Las críticas nos afectan a todos y especialmente a los adolescentes, pero en el caso ser altamente sensibles, todavía afectan mucho más.

Empatiza con tu hijo. Quizá cuando tu hijo era pequeño no te costaba empatizar con sus emociones, entenderlo y ser comprensivo con su alta sensibilidad. Pero a veces, al llegar a la adolescencia les exigimos un cambio radical, pues consideramos que ya deberían ser lo suficientemente maduros como para saber regularse. La empatía es clave. No te mofes de su alta sensibilidad, ni la critiques o le taches de 'exagerado'. Tu hijo te sigue necesitando a su lado.

Ayúdale a aceptarse. Haz ver a tu hijo que la alta sensibilidad es un rasgo más de su personalidad que le acompañará toda la vida y, como tal, debe aprender a aceptar. El autoconocimiento es crucial para una buena autoestima.

Ayúdale a relativizar. Cuando tu hijo se muestre frustrado, triste o preocupado ante un problema ayúdale a relativizarlo siempre que sea posible, sin que esto signifique restar importancia a sus sentimientos o no prestarle la debida atención.

Fomenta un espacio de confianza. Fomenta la comunicación con tu hijo y cuida todos los detalles para que tu adolescente se sienta seguro y confiado hablando contigo. Asimismo, hazle ver que hay personas con mayor grado de empatía y escucha que otras, por lo que podría resultarle de gran ayuda identificar quienes de sus amigos tienen estas características y podrían entenderle, con el fin de acudir también a ellas cuando lo necesite.

Respeta su espacio. Las personas altamente sensibles pueden llegar a sentirse desbordadas en ciertos momentos del día, y necesitar un tiempo de desconexión para 'recuperarse'. Por eso, si tu hijo adolescente quiere estar solo respeta su espacio, aunque siempre déjale claro que puede contar contigo si lo necesita.

Ayúdale a encontrar estrategias de desconexión que le permitan aislarse del mundo y conectar consigo mismo. Algunas sugerencias son la respiración consciente, el mindfulness o la meditación, el silencio, practicar ejercicio físico...

Fomenta su autocuidado. Debemos enseñar a nuestros hijos desde pequeños la importancia del autocuidado y de dedicarse un ratito al día. Esto no solo repercute en una mejor salud física, sino sobre todo emocional. Durante la adolescencia es fundamental que nuestro hijo/hija siga practicando su autocuidado diario.

Sueño y tecnología. Es muy importante que el adolescente con alta sensibilidad cuide su correcto descanso y duerma las horas necesarias. En este sentido, una de las prácticas que más afectan al sueño es el uso de las pantallas antes de dormir. Si durante la infancia controlábamos este aspecto, es crucial que ahora en la adolescencia sigamos haciéndolo.

Acude a un profesional si fuera necesario. Si a pesar de los consejos consideras que tu hijo adolescente tiene problemas para regular sus emociones y manejar su alta sensibilidad, podría ser necesario consultar con un profesional especializado en este rasgo.

Además, recordamos que la mayoría de personas con alta capacidad tiene también alta sensibilidad, por lo que si observas en tu hijo señales de alto potencial intelectual también sería recomendable evaluarle para poder atenderle en esta otra parcela.

Foto de portada | Pexels

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