Los bebés necesitan de nuestros cuidados, necesitan seguridad, alimento, protección… pero también afecto y amor. A estas alturas casi todos somos conscientes de la importancia de atender a nuestro bebé no solo en lo puramente físico, sino también en lo emocional. Y es que precisamente con esa atención le ayudaremos a reforzar y potenciar su desarrollo emocional y social. Y todo con amor.
Evidentemente lo emocional, al igual que lo cognitivo, se va desarrollando poco a poco (bueno, en realidad es a pasos de gigante, pero vosotros me entendéis), pero eso no significa que no nazcamos con capacidad para sentir emociones. Lo que aprendemos con el tiempo es a identificarlas, ponerles nombre y a gestionarlas.
Desarrollo emocional y social de los bebés en los primeros meses:
Los bebés de 0 a 3 meses ya disfrutan, sí, disfrutan, del juego con otras personas. Poco a poco se van haciendo más comunicativos y empiezan a ser muy expresivos tanto con la cara como con el cuerpo (haciéndonos disfrutar en ocasiones de verdaderos espectáculos, ¿verdad?).
También empiezan a imitar nuestros movimientos y expresiones faciales, entre ellos, para nuestro deleite, la sonrisa. En estos primeros meses aparece la sonrisa social, es decir, una sonrisa con finalidad comunicativa para con los demás.
Entre los 4 y los 7 meses los bebés ya reaccionan a las emociones de los demás (principalmente a la de los cuidadores de referencia). Disfruta del juego con otros (recordemos que esta es una de las principales vías de aprendizaje de los peques).
Es decir, lo emocional y lo social está presente desde el minuto uno y ambos están interconectados. Una de nuestras misiones como padres es ayudarles en su aprendizaje y desarrollo, ¿verdad? Pues veamos cómo potenciar su desarrollo emocional en estas primeras etapas de su vida.
Mírale, tócale, sonríele
Los seres humanos nos comunicamos no sólo a través del lenguaje, sino que nuestros gestos, nuestra conducta, también sirven para transmitir un mensaje (conducta no verbal). Y en estas edades en las que el lenguaje está, nunca mejor dicho, en pañales, la sonrisa y nuestros gestos faciales suponen unas importantísimas vías de comunicación.
Mirar, sonreír y tocar (acariciar) podrían ser las tres reglas básicas imprescindibles para interactuar con nuestro bebé en las primeras semanas y meses. Nuestra atención, nuestra mirada, le hace sentir seguro, atendido, e incluso “escuchado”, exactamente igual que nos sucede a los adultos. ¿Qué sensación te da alguien que no te mira mientras le hablas? Pues eso mismo les pasa a los peques.
Con el tacto le transmitimos calma, amor, les hacemos sentir cuidados. Al mismo tiempo le estamos “enseñando” que a través del tacto se comparten emociones.
Y por supuesto sonreírle, por mucho sueño que tengamos acumulado. Precisamente será la sonrisa una de las primeras conductas sociales, relacionadas con emociones, que nuestro hijo nos devolverá de manera voluntaria, así que con más motivo.
Cada peque marca sus ritmos y preferencias
Aunque en el fondo casi todos nos parecemos más de lo que quizá nos gustaría creer, la realidad es que cada persona es un mundo, y más cuando hablamos de niños. No tiene sentido andar imponiéndoles modos de reaccionar ni de expresar emociones. Los papis que tenéis varios hijos sabréis a qué me refiero: lo que para uno funciona puede que no lo haga en absoluto para el otro.
Tu bebé te marcará cómo le gusta que le traten, que le hablen, que le acaricien… De nuestra interacción surgirán “las reglas” que funcionan para nuestro peque.
Para ello debemos estar atentos a las señales que nuestro hijo nos manda, a sus gestos. Nadie como nosotros, que estamos tanto tiempo con él, para conocer al pequeño y su manera de comunicarse y expresar cómo se siente.
Devuélvele siempre la sonrisa, o el gesto o el balbuceo
Las primeras sonrisas de los bebés suelen darse mientras duermen, y aunque hacen que nos derritamos de amor, las que verdaderamente nos hacen perder la cabeza son las siguientes, las voluntarias. Con ellas ya están expresando emociones.
Además de las sonrisas, como decía antes, alrededor de los 3 meses ya nos imitan, cosa que debemos aprovechar porque supone una plataforma de aprendizaje emocional total. Esa imitación es su manera de hacernos entender que quieren interaccionar con nosotros y comunicarnos, de ahí que sea tan importante que respondamos.
Cuando nuestro peque sonría, hagámoslo nosotros también. Con esta dinámica poco a poco irá estableciendo asociaciones, entendiendo que nuestra sonrisa es respuesta a la suya, y con ello sentará las bases de la comunicación (por ejemplo la dinámica de turnos), del juego, etc.
Protodiálogo
Háblale, siempre. Obviamente su desarrollo del lenguaje aún no le permite captar el significado de nuestras palabras, pero el que le hablemos, que respondamos a sus balbuceos, le ayuda a establecer las reglas de la comunicación.
Además, sentirse escuchado, por mucho que nos parezca que no son más que reacciones no intencionales, hace que su autoestima y la seguridad en sí mismo empiece a forjarse con fuerza. Estar ahí para que nos cuenten sus cosas es algo que los padres siempre, siempre, debemos hacer.
En concreto, y resumiendo
- Si te sonríe, sonríele. Si llora, ofrécele consuelo. Es decir, estemos presentes, que sepa que estamos ahí.
- Háblale, léele, cántale. Podemos contarle cuentos, cómo nos ha ido el día (por muy raro que parezca esto)… Tomar como rutina “tener conversaciones” constantes con nuestro peque.
- Devolverle información sobre sus gestos y emociones. Por ejemplo, si llora podemos poner cara triste y decir “Mi peque está triste, ¿verdad?”.
- Tocarle, acariciarle: como decía antes la comunicación de las emociones no se produce exclusivamente por el habla, el tacto es muy importante sobre todo en esta etapa temprana.
Por muy pequeños que nos parezcan la educación emocional ha de empezar desde el primer día. De hecho con nuestros abrazos, besos y palabras ya estamos proporcionándoles educación al respecto. Hagámoslo con mimo.
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