Sí, pedir perdón a tus hijos es vital para el desarrollo de su personalidad

Convertirme en madre ha hecho que me cuestione muchas cosas de la crianza "a la vieja usanza" y el autoritarismo como método educativo. Una de ellas, es la aparente imposibilidad de cometer errores que mostraban algunos padres, amén de pedir perdón a sus hijos, ya sea por mostrarse vulnerables o por el miedo a perder su respeto.

Este tipo de cosas suelen dejar huella en la infancia y no solo por el hecho de no haber escuchado la palabra "perdón" de boca de nuestros padres. Aprender a aceptar nuestras equivocaciones y normalizar que podamos cometerlas, es muy importante para desarrollar una personalidad psicológicamente estable.

El respeto como el eje de la crianza

Una de las bases de la disciplina positiva, aquella en la que los niños son criados con firmeza y amabilidad al mismo tiempo, es el respeto mutuo, es decir, funciona de manera bidireccional. Por supuesto, eso incluye el reconocer cuando nos equivocamos, la necesidad de pedir perdón y mostrarle que a cualquiera nos puede pasar. Todos sabemos que estas son situaciones frecuentes en la vida diaria de todo el mundo, así ¿que qué mejor que enseñarles a nuestros hijos a gestionarlos de una forma asertiva?

Un estudio realizado por la Universidad de California,  en los que analizaron 30 rasgos de personalidad en más de 3.000 personas, analizaron qué tienen en común aquellas que pueden catalogarse como psicológicamente estables y sanas.  Encontraron que “los altos  niveles de apertura a los sentimientos, las emociones positivas y la  franqueza, junto a un bajo nivel de neuroticismo, fueron particularmente  significativos para indicar un funcionamiento saludable de la  personalidad”. Pero, ¿cómo puede influir en el desarrollo de la personalidad de un niño, saber pedir perdón (y perdonar)?

¿Por qué es importante pedir perdón a los niños?

Disminuye la posibilidad de frustrarse ante el error

Tengamos en cuenta que nosotros somos los héroes y referentes de nuestros hijos. Lo que hacemos es lo que ellos normalizan y nuestro ejemplo es el modelo a seguir: si creen que mamá o papá nunca se equivocan, en sus cabezas estamos forjando a fuego que los errores no tienen cabida en nuestra vida y que cuando sean mayores no les sucederá, aunque en realidad lo que sucederá es que pueda que se convierta en un adulto al que le cueste admitirlo y a cambio sufra altas dosis de frustración.

Disminuye una autoexigencia exagerada

Hay momentos en los que los niños buscan la aprobación de sus padres y hay otros que, por su manera de ser, son muy exigentes consigo mismos. Si además están acostumbrados a ver que sus padres nunca se equivocan, la presión que sienten se puede multiplicar.

En este caso el acompañamiento es muy importante. Ayudarles a aceptar que todos cometemos errores, que pueden tener distintas formas y que siempre se pueden subsanar, disminuirá sensiblemente sus niveles de estrés (lo que a su ves repercutirá en la forma en la que se adapten a las circunstancias a medida que crecen).

Facilita la comunicación

El admitir que nos hemos equivocado facilita la comunicación entre padres e hijos. Si abrimos nuestro corazón a un niño y somos honestos, facilitaremos el diálogo para saber qué nos ha llevado a uno y a otro a esa situación. Aprender a desarrollar ese mecanismo de reflexión puede ser una gran herramienta en sus relaciones interpersonales.

Evita la violencia

El perdón es una herramienta fundamental para las relaciones sociales entre niños, ya que fomenta la empatía y la humildad. Es normal que entre niños se den conflictos, pero si los saben gestionar y saben admitir cuándo se han equivocado, esos niños aprenderán desde muy pequeños a resolver problemas de tipo social con facilidad.

La importancia del equilibrio a la hora de pedir perdón

Tan importante es aprender a pedir perdón, como a identificar las situaciones que lo ameritan. Una vez más, la mejor manera de hacerlo es a través del ejemplo: no es necesario (de hecho sería contraproducente), pedir perdón a nuestros hijos porque se acabaron los plátanos y justamente es la fruta que quieren para merendar, pero sí sería imprescindible hacerlo si les reñimos porque no han recogido su habitación cuando en realidad sí que lo han hecho (lo pongo como ejemplo porque me pasó a mi). Como la mayoría de cosas en la vida, en el equilibrio está la virtud.

Ser padres es un trabajo de fondo que nos reta a ser mejores personas cada día para que nuestros hijos tengan el mejor ejemplo posible. Saber pedir  perdón es una herramienta que les servirá durante toda su vida, y  también es beneficioso para nosotros como padres porque nos libera de ese sentimiento de culpa que experimentamos cuando sabemos que nos hemos equivocado. Ni somos perfectos, ni podemos pretender criar a niños que lo sean: nuestra misión debe ser criar niños felices, porque el resto vendrá por añadidura.

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