El pasado día 17 tuvimos que despedir a uno de los grandes de la literatura española, Gabriel García Márquez, y hace unos días celebramos el Día Internacional del Libro (el 23 de Abril). La unión de estos dos sucesos hizo que en algunos programas de radio se hablara mucho de lectura y de quién fue y ha sido García Márquez para nuestra generación y la de nuestros padres.
Todo esto para explicar que salí a correr escuchando la radio (en vez de música escucho programas de radio, por eso de que así me entero de qué sucede en el mundo), concretamente "El món a RAC1" y en un momento del debate varios tertulianos coincidieron en que uno de los errores del sistema educativo y a la vez una injusticia hacia el gran escritor era que ninguno de sus libros solían formar parte de las lecturas obligatorias en los colegios e institutos.
Esto me hizo recordar mi infancia, y cuánto llegué a odiar la lectura y los libros, y por eso hoy os escribo esta entrada en la que os doy algunos consejos para lograr que los niños odien los libros y que odien también leer. No es muy difícil, de hecho.
Tras escucharles, tras quejarse todos ellos de esa situación y coincidir en que Gabriel García Márquez debería ser de lectura obligatoria en nuestro sistema educativo, quise sacar el móvil y enviar un tweet al programa diciendo algo así como "¿Lectura obligatoria? Jamás. Las cosas que se deben saborear no pueden hacerse de manera obligada". Pero no lo hice porque estaba corriendo y sacar el móvil para escribir era relativamente arriesgado.
Lecturas obligatorias en el colegio
No depende de nosotros, depende del sistema educativo, pero que te obliguen a hacer algo es el primer paso para que no quieras hacerlo. A mí siempre me había gustado mucho el fútbol, pero cuando entré a jugar en un club y el juego se transformó en entrenamientos, reglas y tiempo determinado para todo, empezó a gustarme un poco menos. Me seguía gustando, pero ya no era lo mismo.
Imaginad la lectura, que puede ser maravillosa si un libro de te gusta, pero pesada si, aunque te gusta, debes leerlo sí o sí y terrible, si debes leerlo y no te gusta. He dejado sin acabar muy pocos libros en mi vida y nunca he tirado ninguno porque en mi casa "los libros no se tiran". Ahora bien, hay uno que no lo acabé y fue directo a la basura porque no lo quería volver a ver, de malo que era. Si me llegan a obligar a acabarlo, si me llegan a obligar a leerlo, no sé cuánto tiempo habría tenido que pasar hasta atreverme a coger otro libro.
Por eso a los niños, que tienen una gran oferta de ocio a su alrededor, lo último que tienes que hacer para conseguir que le guste la lectura es obligarles a leer. Casi es más factible obligarles a hacer todo lo que preferirían hacer antes que leer para que acaben leyendo.
Hacer resúmenes de lo leído
¿Cómo demostrabas que te habías leído un libro? Pues haciendo un trabajo sobre él. Esto ya era el colofón. Te leías un libro que, aun siendo bueno no te interesaba en ese momento por varias razones: no lo eliges tú, puede no gustarte y, aunque te guste, puede no ser el momento adecuado para leerlo. Cada libro tiene su historia y su momento, y yo hay libros que he vuelto a leer ahora, leídos en la infancia, que los he disfrutado mucho más en este instante de mi vida que por entonces, cuando no me aportaron demasiado.
Pues bien, si además de hacer algo obligado, como leer un libro, luego tienes que hacer un trabajo sobre él, el hastío es mucho mayor. Si además tienen la genial idea de hacer que lo hagas durante las vacaciones ni te cuento: "leer estos tres libros y hacer un resumen para septiembre". Pues a la mierda es el mejor sitio donde mandaba yo a mis profesores.
No leas ni tengas libros en casa
Esto sí depende de nosotros los padres: no prediques con el ejemplo como lector. No leas, no cojas libros, no hables de ellos, no tengas libros en casa. Conozco a gente, y no lo entiendo, que no tiene libros en casa. Ninguno. Ni siquiera de adorno. Ni siquiera por si un día se rompen una pierna y no tiene nada que hacer y después de ver que no ponen nada en ningún canal de televisión les da por coger uno y leer unas páginas. Ni siquiera para poner las hojas de los árboles entre medio para que queden planitas. Ni siquiera para ponerlos bajo las patas delanteras de la cuna y elevar un poco al bebé mientras duerme para que respire mejor o tenga menos reflujo.
Pues de tal palo, tal astilla. Si en casa no hay libros, si en casa no se lee, difícilmente leerá un niño. Luego ese niño que no lee va al colegio, donde le obligan a leer no sé qué libros y a hacer no sé qué resúmenes y ardua será la tarea de aquel que quiera convencerle de leer cualquier cosa.
Y si no hay lecturas obligatorias, ¿cómo hacer que conozcan a García Márquez?
Pues acercándolo a los niños. Hablando de él en clase, explicando dónde nació, dónde vivió y leyendo todos juntos parte de lo que escribió. Despertando la curiosidad de los niños por saber más de él. Leyendo un pequeño fragmento y comentándolo. Trabajando una obra un trimestre, pero ahí, en clase, entre todos. Y el que quiera leer más de él, libre es de hacerlo en casa. Creando un club de lectura, un club donde los niños pueden leer todos juntos un libro, comentarlo, disfrutar de ello.
Sí, ya sé que suena utópico, que parece que habrá cuatro niños, dos o ninguno haciéndolo. Pero si es así es porque llevamos mucho tiempo haciéndolo muy mal con los niños, que ya han caído en el ocio fácil de "que me lo den todo masticado" en formato de películas o videojuegos. Un rato, que la historia empiece y acabe rápido, que voy a por lo siguiente.
No, los libros no son rápidos. Los libros son largos momentos. Un instante ahora, otro después. Un suceso hoy, otro mañana y así a medida que pasan los días y vamos leyendo. Al final, son momentos de nuestras vidas que dejan huella. Y esto los niños se lo están perdiendo porque tratamos de obligarles a vivirlo cuando perderse en las letras es uno de los mejores momentos de libertad que podemos tener. ¿No creéis?
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