Es normal que un niño se ponga en modo rebelde y tenga sus berrinches. No es raro escuchar a un padre contar que su hijo ha tenido una rabieta de media hora porque quería una taza azul en vez de amarilla o que se ha tirado un buen rato gritando y llorando cuando se le ha explicado que para dibujar hay que usar el papel y no las paredes.
¿A partir de qué momento nos debería preocupar este tipo de comportamiento?
Cuando se analiza el comportamiento de un niño, los psicólogos tienen en cuenta lo que está pasando, cuánto tiempo se lleva produciendo el problema y el impacto del mismo. Cuando los actos de rebeldía y de ira son demasiado frecuentes como para tener un impacto negativo en su rendimiento académico y en las relaciones con sus amigos y su familia, se puede considerar que el niño sufre de trastorno negativista desafiante o TND.
El TDN es un conjunto de comportamientos basados en la desobediencia, la hostilidad y la rebeldía hacia las figuras de autoridad. Los niños que sufren de este trastorno se rebelan, son cabezotas, discuten con los adultos y se niegan a obedecer, suelen tener ataques de ira y les cuesta controlar su temperamento.
El TDN puede tener un impacto negativo en la educación de una persona joven porque va a tener problemas de adaptación y de conformarse a las normas de las aulas. También puede afectar a la vida en el hogar porque la ira y la rebeldía provocan tensiones las relaciones y si no se trata a tiempo puede mermar sus opciones de tener una carrera laboral próspera.
El trastorno negativista desafiante es uno de los trastornos más comunes en niños y adolescentes, pudiendo encontrarse entre el 1 y el 16% de la población dependiendo de los criterios y los métodos de diagnóstico utilizados. Las tasas de TDN parecen ser más altas en chicos que en chicas, pero algunos investigadores creen que los criterios utilizados para diagnosticar este trastorno perjudican a los chicos.
El TDN afecta a todo tipo de familias y el hecho de que existan varios desencadenantes hace que sea difícil de predecir. Sin embargo, existen factores que hacen que una persona sea más vulnerable a desarrollar el TDN: un historial familiar de problemas de comportamiento o abuso de sustancias, pobreza, falta de estructura, violencia en el entorno y una educación descuidada por parte de los tutores.
Existen tratamientos llevados a cabo por profesionales acreditados cuya eficacia ha sido demostrada y que pueden tener buenos resultados para la gente joven. Normalmente este tipo de tratamientos incluyen el apoyo de los padres y de los centros educativos y se combinan con una terapia individual. Se suelen utilizar terapias cognitivo-conductuales (TCC) para mejorar la forma en la que los jóvenes controlan la ira y se fomentan métodos alternativos de comunicación.
Estos tratamientos están diseñados para que te puedas comunicar con tu hijo y que la conversación no acabe en una fuerte discusión. El objetivo es ayudar a que el niño controle su ira de la forma más eficaz y asegurar que todas las partes colaboran. Puede que las discusiones y la actitud desafiante continúen, pero se verán reducidas de forma notable tanto durante el tratamiento como posteriormente.
Si tienes problemas de desobediencia en casa o a tu hijo le han diagnosticado TDN hay varias cosas que puedes hacer como madre o padre.
1. Evita los enfrentamientos
Muchas veces los jóvenes se mantendrán en sus trece si hay más gente delante, aún a sabiendas de que no van a arreglar la situación. Por eso es mejor que haya menos personas presentes y que el niño o el adolescente pueda retractarse sin quedar mal.
Si eres profesor y un alumno por ejemplo se niega a sentarse con sus compañeros, puedes decir algo como: "Me decepciona que no quieras unirte a nosotros. Hablaremos cuando se acabe la clase".
Centrándote en la actividad y no en el comportamiento en cuestión le dará la posibilidad de reaccionar de forma diferente. Este método también los pueden utilizar los padres cuando los hermanos estén presentes.
2. Da pocas opciones
Ofrecer pocas opciones puede ayudar a evitar la desobediencia que puede seguir a la orden de uno de los padres.
Piensa en la siguiente situación: tu hijo se divierte en la piscina y a pesar de que le llamas para cenar no quiere salir del agua. Sientes que se desobedece tu autoridad como padre y pides que salga ¡YA!
Se niega. ¿Qué haces?
Puedes meterte en la piscina e intentar sacarlo (algo que podría acabar mal para ti o para ambos) o puedes ignorar el acto de rebeldía (pero entonces el niño entiende que su truco ha funcionado).
O puedes darle menos opciones. En este caso podrías decirle algo tipo:
Sé que te lo estás pasado bien y me imagino que no quieres que se acabe, pero la cena está en la mesa y me temo que tienes dos opciones: o sales de la piscina y cenas y así nos dará tiempo a ir al partido después de cenar o te quedas en la piscina y te lo pierdes. Tú sabrás.
La opción dos (nuestra consecuencia) es algo sobre lo que tienes el control (si le llevas o no al partido).
3. Ponte en su lugar
Los niños negativistas a veces se niegan a obedecer como forma de expresar su frustración o su ira o para intentar recuperar el control de su mundo. Aunque no estés de acuerdo con su punto de vista, escuchándoles sabrán que te interesa realmente saber su opinión y que, en la medida de lo posible, trabajaréis juntos para encontrar una solución.
Piensa en un adolescente que se niega a volver a casa a la hora que se le mandado. Puedes castigarle y hacer que la situación empeore o puedes preguntarle por qué quiere volver más tarde a casa, cómo se supone que le va a dar tiempo a preparar los deberes y otras tareas o cómo te vas a asegurar de que no se mete en problemas, etc.
Puedes parafrasear sus argumentos antes de lanzarte a responder para asegurarte de que has entendido su punto de vista.
4. Busca factores desencadenantes
Nuestro comportamiento siempre es una forma de comunicación. A veces nos concentramos tanto en responder al comportamiento problemático que nos olvidamos de pensar qué es lo que ha hecho que se comporten así.
Algunos de los desencadenantes están directamente relacionados con el problema en cuestión, mientras que otros, como el cansancio o los problemas con los amigos ocurren en un segundo plano, pero hacen que el niño pueda tener problemas para afrontar estas situaciones y hacer que las cosas empeoren. Una vez que hayas identificado las causas que han provocado el problema podrás diseñar un plan para afrontarlas juntos.
Digamos que tu hijo de cuatro años vuelve a casa de la guardería y tira su mochila de forma violenta en su habitación. Le pides que saque su táper de la comida para que puedas limpiarlo. Se pone a gritar.
En este caso tus opciones son:
> Observar: Me he dado cuenta de que has tirado tu mochila y que estás haciendo mucho ruido. Creo que estás enfadado
> Validar: No pasa nada si te sientes enfadado. A todos nos pasa a veces.
> Reorientar: La próximas vez que te enfades te importaría decírmelo y si quieres nos ponemos a hacer ruido juntos. Parece una mejor idea que ponerte a tirar tus cosas por la habitación.
Lo más importante es que los padres, el resto de la familia y el personal de colegio colaboren y para ello es necesario hablar de forma frecuente, dejar claros cuáles son las mejores formas de ayudar al niño y explicarle el plan de la forma más abierta posible.
Autores:
Jade Sheen: Profesora Titular Escuela de Psicología, Deakin University
Jane McGillivray: Profesora de Psicología, Deakin University
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Fotos | iStock
Traducción | Silvestre Urbón