Cuando te enteras que estás embarazada, lo primero que sueles hacer es embarcarte en el océano de información que existe sobre todo lo que deberías hacer durante ese período en el que estás gestando la vida de tu bebé: la dieta ideal de la embarazada, los ejercicios para encontrarte perfecta, las posturas de yoga que te ayudarán en el parto...
Sin embargo, cuando te enfrentas a la realidad, a veces te encuentras con que tu cuerpo no puede seguir esas recomendaciones porque "va a su aire": no puedes hacer ejercicio porque el médico te ha indicado hacer reposo relativo o reposo absoluto, no puedes estar en modo zen todo el día porque las hormonas han montado una fiesta en tu cuerpo e incluso apenas puedes comer porque tu estómago ha decidido que de repente, odia el 99% de los alimentos que antes te encantaban: las náuseas han llegado a tu vida, pero no de la forma sutil y delicada que se muestran en los anuncios, sino más bien pareciéndose a un tsunami que lo destruye todo a su paso.
¿Por qué se producen las náuseas en el embarazo?
No se sabe a ciencia cierta por qué se sienten náuseas (incluso se ha hablado de que podrían ser psicológicas), pero la teoría más extendida es que se deben a la elevación rápida de los niveles de la hormona gonadotropina corionica humana segregada por la placenta.
Estas suelen ir acompañadas por intolerancia y aversión a ciertos alimentos, así como repulsión a algunos olores que aumentan la sensación de malestar. Pueden aparecer en cualquier momento del día, aunque son más habituales en la mañana después de un largo ayuno. De hecho en algunas mujeres persisten durante todo el embarazo, pero suelen desaparecer o al menos remitir hacia comienzos del segundo trimestre.
No puedo comer y me siento muy mal física y psicológicamente
Cuando me quedé embarazada de mi primera hija me sucedió: no soportaba prácticamente ningún olor, y directamente los del pollo y el pescado me hacían dar arcadas (aunque generalmente no llegaba a vomitar), así que ni siquiera podía pasar por el pasillo del supermercado donde se encontraban. Tanto que hubo una temporada en la que sobreviví a base de arroz cocido, tortilla francesa, naranjas, gelatina y a veces un poco de jamón cocido. Nada más.
Lo peor de todo no era esa sensación de náuseas constantes, sino el sentimiento de culpa que ya empezaba a aflorar en mi por no ser una "embarazada normal" y por el temor de no darle a mi bebé lo que necesitaba para crecer fuerte. El ginecólogo me recetó un medicamento pero no surtió efecto y ningún truco casero funcionó, así que estuve haciéndome analíticas frecuentemente para estar controlada, pero nada más.
Desafortunadamente poco se habla de esto. No paras de leer millones de recomendaciones de "dietas equilibradas y variadas que toda embarazada debería seguir", y tú a duras penas mantienes tres bocados en tu estómago. Hasta tu vida social se deteriora, ya que es impensable quedar a comer ¡porque casi no puedes ni salir de casa! De hecho hay momentos en los que haces un esfuerzo sobrenatural para para parecer feliz, pero en realidad no lo estás, y piensas que el embarazo no es tan bonito como creías.
La clave: paciencia y comprensión
Haciendo la vista atrás me doy cuenta que fui más fuerte de lo que pensaba, aunque conté con el apoyo incansable de mi marido, que me sirvió de bastión para no sentirme peor de lo que ya estaba. Sin embargo de puertas hacia afuera intenté parecer que la situación no era tan grave, más allá de "las molestias típicas del embarazo".
Manejar esta situación no es tarea fácil, así que lo más importante es velar por tu tranquilidad. En el frente físico, esta te la brinda tu médico vigilando que no te deshidrates, que tu cuerpo no se descompense y que el bebé crezca de forma adecuada. En el frente psicológico, no temas hablar (principalmente con quienes están más cerca de ti), o recurrir a ayuda profesional. No pasa nada si te encuentras fatal, porque no tienes que demostrar nada a nadie: tu bienestar emocional es importantísimo tanto para ti como para tu hijo, así que no te sientas culpable (porque en esta situación no hay ninguno), y busca esas alternativas que te brindan alivio (un paseo corto, beber agua fría, descansar, entretenerte diseñando la habitación del bebé...).
¿Qué hacer si durante el embarazo vomito casi todo lo que como?
Obviamente lo más importante es estar controlada por tu médico, ya que si los vómitos son muy frecuentes, es posible que sufras hiperémesis gravídica, una enfermedad que generalmente precisa ingreso hospitalario.
Si la situación se puede manejar en casa, hay algunas claves que te pueden servir para sobrellevarlo mejor: comer poca cantidad pero varias veces a lo largo del día, estar tranquila, beber líquido constantemente y evitar las comidas grasas. Al final, es tu propio cuerpo el que te da la pauta de lo que podrás comer, así que no te preocupes... escúchale y ármate de paciencia, porque al final todo volverá a la normalidad y tú y tu bebé os encontraréis bien.
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