Es un hecho que nadie nace sabiendo ser padre o madre. Por más libros, artículos y estudios que leamos para prepararnos, la crianza de los hijos siempre nos sorprende y ellos se convierten en nuestros principales maestros sobre cómo criar a otros seres humanos (mientras aprendemos a prueba y error).
Pero además de enseñarnos todo sobre su cuidado y crianza, ser padres también nos deja diversas enseñanzas de vida que, a pesar de haberlas conocido antes de tenerles, realmente podemos decir que las hemos aprendido a fondo cuando los hijos llegan a nuestra vida.
Estas son, desde mi experiencia y la de otras mamás amigas, las enseñanzas de vida que realmente aprendemos cuando nos convertimos en padres y madres.
El tiempo vuela
Es sabido que el tiempo es relativo. Cuando nos estamos divirtiendo, las horas parecen segundos; mientras que cuando estamos aburridos o haciendo algo que no nos gusta o nos resulta difícil, pareciera que las manecillas del reloj se detienen. Pero la verdadera comprensión de lo fugaz que son las cosas, llega a nosotros cuando somos padres.
Cuando vemos a nuestros bebés pasar del gateo a corretearles por el salón. Cuando ese niño que hace un par de años balbuceaba, hoy tiene conversaciones enteras con nosotros. Cuando nos encontramos esa ropita de bebé que hoy sería imposible ponérsela. Cuando les vemos pasar de bebés, a niños, a adolescentes...
Y es que a pesar de que somos conscientes que el tiempo pasa rápido, nos hacemos mucho más conscientes de ello al ver crecer a nuestros hijos. E indudablemente comenzamos a valorar más cada momento.
El verdadero significado del "amor incondicional"
Los seres humanos tenemos la preciosa capacidad de amar. Y antes de tener hijos, amamos a nuestros padres, a nuestros amigos y a nuestra pareja. Pero cuando nos convertimos en madres y padres, es cuando realmente entendemos lo que significa hacerlo incondicionalmente.
Porque a pesar de poder amar completamente a las personas que nos rodean y son importantes para nosotros, amar a los hijos es otro nivel completamente diferente. Es, como diría la escritora Elizabeth Stone, sentir que tu corazón camina fuera de tu cuerpo. Podemos amar profundamente a cualquier persona que nos propongamos. Pero el amor hacia los hijos, y el de ellos hacia nosotros cuando son pequeños, no tiene comparación.
El valor de las pequeñas cosas junto a ellos
Cuando nos convertimos en padres, debemos adaptarnos para rediseñar nuestras rutinas, cambiando nuestro estilo de vida. Y con estos cambios, también llega un cambio en nuestros intereses y en la importancia que le damos a muchas cosas o situaciones de nuestra vida.
Tener hijos nos enseña el valor de las pequeñas cosas, aquellas olvidamos en el camino a causa de nuestra acelerada vida adulta: aprendemos a caminar despacio, deteniéndonos a contemplar las nubes y oler las flores, a respirar profundo y a no dejar de maravillarnos junto a nuestros pequeños con el impresionante mundo en el que vivimos.
Resiliencia y paciencia a otro nivel
Finalmente, una enseñanza de vida que nos deja el tener hijos: resiliencia y paciencia. Convertirnos en padres es desarrollar la primera y poner a prueba la segunda - a veces mi pareja y yo bromeamos diciendo que cuando tenemos hijos todos nos damos cuenta que no somos tan pacientes como lo pensábamos.
Pero lo cierto es que desde los desafíos de la crianza, pasando por las dificultades que tengan nuestros hijos y hasta los consejos no pedidos, la paciencia y la resiliencia son dos de las más importantes enseñanzas de vida que realmente aprendemos cuando nos convertimos en padres.
Foto de portada | Jessica Rockowitz en Unsplash