No soy, ni quiero ser la misma que antes de tener hijos

La maternidad me ha regalado muchas cosas. Experiencias, momento y vivencias totalmente nuevas, algunas llenas de alegrías y otras que son un poco más del lado negativo. Pero en general, y hasta ahora, ha sido una experiencia con la que he aprendido muchas cosas que jamás imaginé.

Pero algo que también me ha dado el ser madre, es esa capacidad para analizarme a mí misma y ver cómo he cambiado y mejorado desde que soy mamá. Por eso, y reflexionando un poco sobre esta idea, quiero compartirte por qué no soy, ni quiero ser, la misma que antes de tener hijos.

La mujer de antes

Probablemente tú te identifiques con algunas de las cosas que mencionaré acerca de la mujer que solía ser cuando aún no me convertía en madre. Y es que antes de tener hijos, la mayoría de nosotras llevaba un ritmo y estilo de vida muy diferente al que tenemos ahora que somos mamás.

La mujer que solía ser antes era más despreocupada, menos estresada y quizás más irresponsable. No porque hiciera las cosas sin importar en las consecuencias, sino porque antes no me detenía a pensar con tanto detenimiento todo lo que hago, pues aún no había nadie que dependiera de mí como lo hay ahora.

También, antes le daba mucha importancia a cosas que ahora me parecen ridículas o de las cuales no puedo ni logro recordar cuál era su lugar en mi vida. Todo esto es parte del proceso natural de crecimiento y maduración que vivimos cuando nos convertimos en padres.

Es verdad que hay algunas cosas que se vuelven más complicadas cuando tienes hijos, como viajar o esas salidas exprés por un café con una amiga, pero también, al tenerlos a tu lado, todo, absolutamente todo se vuelve mejor. Y esa es una de las múltiples razones por las que soy más feliz ahora que soy mamá y no volvería a ser la que era antes.

La mujer que ahora soy

Es cierto que hay pequeños momentos en los que se extraña la libertad que se tenía antes de tener hijos, pero cuando pienso y reflexiono en todo lo que he crecido, estoy convencida que no soy, ni quiero ser la misma que antes de tener a mi hija.

Hay muchas cosas que noto diferentes en mí desde que soy mamá, empezando por mi rutina diaria. Ahora tengo horarios más establecidos y me resulta más fácil madrugar. Antes ni soñar en despertarme antes de las 10 de la mañana en un fin de semana, pero ahora mi cuerpo está preparado para despertarme a la hora que sea necesario.

También, tengo la capacidad de planificar mejor las cosas y así organizar mi día desde que me levanto, incluyendo las actividades de mi hija y todos los pendientes del día. La carga mental que llevamos las madres puede ser agotadora, pero me ha hecho darme cuenta de las capacidades que tengo y antes no conocía.

Ahora, por ejemplo, no tengo tiempo ni paciencia para tonterías como chismes o cosas superficiales. He aprendido a darle valor e importancia a otras cosas que antes me parecían ordinarias y sencillas, como una ducha larga, una siesta, una taza de café caliente, un paseo por el parque o disfrutar una tarde de películas.

Desde que soy mamá, mis alegrías son más intensas, no sólo porque son compartidas, sino porque gracias a la visión de mi hija, me doy cuenta de lo verdaderamente emocionante y bella que es la vida. Gracias a ella, ahora encuentro y veo la magia en todos lados, dejando muy en el pasado ese lado apático que a veces me invadía cuando no era mamá.

Algo que he notado que ha cambiado también, y que me encanta, es que ahora soy menos dura conmigo misma y con mi apariencia física. Antes solía quejarme de mis imperfecciones, pero ahora estoy consciente de que hay una pequeña niña observando y escuchando, y no quiero que crezca con los mismos complejos e inseguridades con los que yo crecí.

Un punto que podría considerarse no muy positivo es que ahora me preocupo constantemente por casi todo, pero eso me ha hecho más precavida y me hace tomar decisiones de una forma más consciente y responsable.

Por otro lado, me he vuelto más egoísta. Sé que suena contradictorio, porque al ser madres naturalmente nos dedicamos a los hijos y los ponemos dentro de nuestras principales prioridades. Pero ahora, me cuido más, tanto física como mental y emocionalmente, porque sé que no seré joven toda la vida y necesito estar bien primero, para poder atender a mi hija como se debe.

Y por último, no volvería a ser la misma que yo era antes de convertirme en madre, porque ahora conozco un amor como ningún otro. Mi corazón se siente sobrepasado, desbordándose de amor cada vez que recibo un abrazo un beso de mi hija. Y eso, no se compara con nada.

Fotos | Pexels, Unsplash, iStock
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