¿Qué clase de madre soy yo?

Me pregunto, con sarcasmo, si seré una buena madre y si estaré convirtiendo, con mi complacencia y mi amabilidad, a mi hijo en un fracasado. Tras leer todo lo que he podido del métodito más siniestro de la semana, el de la madre tigre de Amy Chua, me pregunto si seré yo una madre vaca, una madre gorila o una madre burra. ¿Qué clase de madre soy yo?

La clase de madre que soy

Me considero una madre humana, descendiente de miles de generaciones de sapiens sapiens, de cientos de miles de generaciones de primates, de millones de mamíferos. Inteligente, racional y también sensible y emocional.

La madre que soy yo es una madre que amamanta, vela el sueño, ofrece la grandeza de este mundo fascinante lleno de preguntas y belleza para que mi hijo se adentre en él con conocimientos y con amor.

Soy una madre que no le pega a su hijo. Soy una madre que abraza y consuela. Que ama sin medida entendiendo el amor como aceptación, acogida, respeto y disponibilidad. Una madre que no castiga. Una madre nada autoritaria pero que anima a lograr plasmar y vivir con intensidad y aprendiendo y sacando lo mejor de uno mismo.

Mi hijo será un triunfador

No considero a mi hijo un producto, ni un proyecto, ni una manera de triunfar en la vida. No me considero su dueña, sino la acompañante de su crecimiento, ofreciéndole cuidados, consejos, experiencia, protección, enseñanzas y experiencias.

No espero que mi hijo sea un triunfador como lo entiende la señora Chua. No me importa si no es millonario, si no tiene cuatro casas y cinco coches, no me importa si no pasa a los libros de Historia o si no se convierte en un prodigio.

Pero si quiero que triunfe. Que sepa comunicar sus sentimientos, que sepa ser compasivo y empático. Quiero que viva con sus necesidades cubiertas, que tenga un hogar lleno de amor para sus hijos y él mismo, que sea un referente para quienes lo conozcan como una persona buena y sabia, que aproveche los dones que le han sido concedidos para cumplir una vida llena de sentido.

La infancia

Le permito elegir. Elige a sus amigos no por convenciones, sino por afinidad y respeto mutuo. Elige lo que aprende, disfrutando de ello y llegando a ser un experto en lo que le fascina, haciendo del saber un placer, como ser humano que es. Le permito elegir pues cuando sea adulto deberá saber elegir por él mismo.

Le he dado la mejor infancia posible. Una infancia plena, libre, alegre y con sentido en si misma. No sabemos cuando llegará nuestra hora, no sabemos si habrá una segunda oportunidad o si nos espera una vida eterna. Incluso quienes creemos en que la vida es un experimento y que dispondremos de mil vidas más para seguir creciendo si lo deseamos, respetamos este regalo que es la vida de hoy, y cada día debe ser vivida como una Eternidad de la que podríamos responder.

Miro en torno a mi y veo la gente enfurruñada, cansada, sin tiempo para sus hijos y sus amigos, con rencores nunca solucionados que les reconcomen el alma. Gente que daña a los demás y a la Tierra, sin saber como volver a recuperar la inocencia y la bondad de un bebé abrazado a la madre.

Veo tantos niños asustados y presionados que crecieron sin la seguridad de saberse amados sin importar si no eran perfectos, creyendo que no eran perfectos porque no lograban lo que otros diseñaron como lo que hay que ser, que desde luego no quiero que mi hijo piense que su vida y su trabajo diario tienen que dirigirse unicamente al logro de objetivos externos. Niños en los que se plantó la semilla de la violencia mediante los castigos, los gritos, el chantaje emocional y hasta los golpes.

Cada persona es diferente. Hay zapateros, hay médicos, hay barrenderos, hay matronas, hay músicos, poetas, profesores, vendedores, campesinos y profetas. Pero antes que todo eso hay personas, buenas personas y personas que no saben no dañar a los demás con tal de lograr sus objetivos materiales o de prestigio social. ¿Cuales son los triunfadores?

¿Qué clase de madre soy yo ?

Yo me considero una triunfadora. Mis amigos me buscan no por lo que tengo, sino por lo que soy. Me escuchan por lo que escucho, lo que aprendo, lo que enseño. No necesito demasiado para vivir ni para ser feliz. La muerte siempre nos encontrara solos con nosotros mismos y solo ante nosotros nos confesaremos si valió la pena pasar por la vida.

Soy una madre plena, consciente, que aprende de su hijo y disfruta de esta experiencia maravillosa que es la maternidad. Lo hago sin reticencias, segura tras muchos golpes, viendo crecer a mi hijo feliz, confiando en sus capacidades y libre, porque ser libre, que no un depredador o un inconsciente, me parece la mejor enseñanza que unos padres pueden dar a sus hijos.

¿Qué clase de madre soy? Para la señora Chua seré una mala madre, una madre que rie y juega, una madre que sueña y cuenta cuentos, una madre que lee historias y habla sobre la naturaleza humana con compasión y esperanza. Una mala, malísima madre, una madre humana.

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