Como padres, es natural que deseemos dar lo mejor a nuestros hijos, desde la mejor crianza hasta la mejor educación. Nos esforzamos por asegurarnos de que tengan una infancia en la que no les falte nada y tengan lo necesario para ser felices: alimento, ropa, juguetes, etcétera.
Día con día hacemos todo lo necesario para que se desarrollen en un ambiente positivo y en el que todas sus necesidades básicas estén cubiertas. Pero ese mismo esfuerzo a veces resulta agotador y, por más que hagamos cosas, a veces sentimos que no hacemos lo suficiente.
Nos agobiamos por cumplir una lista de tareas, responsabilidades y actividades infinita, pensando que si no las cumplimos quizás no estamos haciendo las cosas bien - especialmente si constantemente nos comparamos con otras familias en redes sociales.
Sin embargo, hoy quiero compartir una reflexión acerca de esto, y recordarnos a madres y padres por igual lo realmente importante: los recuerdos más significativos y bonitos que tendrán nuestros hijos serán de los momentos que pasamos juntos.
El valor de las cosas
Una de las cosas que me resulta maravillosa de los niños (y que creo que es algo que muchos adultos deberíamos aprender de ellos) es su forma de observar y reconocer el valor de las pequeñas cosas. Algo que a nosotros, que ya conocemos las presiones y dificultades del mundo real y la vida adulta, se nos suele olvidar.
Como adultos solemos dar mucho peso a las cosas materiales, pensando que si tenemos la mejor ropa, el mejor coche o las mejores vacaciones seremos más felices que si no las tuviésemos. Y es ahí, creo, donde muchos padres solemos equivocarnos.
Le damos más valor a la mejor escuela, la mejor ropa, los mejores juguetes y muchas cosas más, pensando que serán parte importante de la infancia y por lo tanto, de su felicidad. Pero un niño, en cambio, sabe que nada de eso es realmente tan importante. Y probablemente cuando se hagan mayores ni siquiera recuerden nada de esas cosas.
El mejor recuerdo eres tú
Aunque esforzarnos por darles lo mejor es importante, llegar a agobiarnos por no cubrir o realizar ciertas tareas o responsabilidades de vez en cuando no vale la pena, si no le damos a nuestros hijos lo que realmente necesitan.
Los mejores recuerdos que tendrán tus hijos de su infancia no serán de su ropa o de los juguetes que les compraron. No recordarán si la ropa limpia duraba dos días en el sofá antes de ser guardada. Tampoco recordarán si tenías la cocina impecable o siempre les vestías con las mejores prendas.
Los momentos en que te sentaste a jugar con ellos. Cuando compartieron una galleta o disfrutaron un helado. Los cuentos que leías o las historias que les contabas antes de dormir. Cuando fueron al parque y sonrieron juntos. Las tardes en casa, cantando o bailando. Los abrazos que les diste.
Porque al final del día, el mayor deseo de los niños no son las cosas materiales, sino el amor y la compañía de sus padres. Compartir tiempo juntos es el mejor regalo que podemos darles, y algo que sin duda será un recuerdo que permanecerá con ellos toda la vida.
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