Una madre deja que su hijo de 3 años escoja su vestuario durante cinco días

Desde que nacen, cada mañana, abrimos el armario de nuestros hijos y elegimos la ropa que se pondrán ese día. A veces, cuando ya tienen un poco de conocimiento, te dicen que prefieren una camiseta u otra, pero por lo general, somos siempre los padres los que decidimos. Esta es la reflexión que se hizo un buen día una mujer, que llevaba 3 años escogiendo la ropa de su hijo, y pensó que podría dejar que su hijo hiciera por ella lo mismo, durante unos días.

Así que le dijo al niño que, a partir de ese día, él podría elegir la ropa que mamá se iba a poner, durante cinco días. "El resultado no puede ser malo", pensó ella al mirar su armario y ver que toda su ropa le gustaba. "Además, seguro que es una experiencia divertida". ¿El resultado? Mirad las imágenes y juzgad vosotros mismos.

El primer día cogió una camiseta de Bob Dylan, una falda gris y unas medias. Su madre, bastante emocionada, se lo puso todo pensando que no quedaba tan mal. Sin embargo, le añadió unos zapatos de tacón y una sudadera gris y la cosa quedó así:

Se lo tomó con humor y bajó a ver a su marido, del que esperaba una risa y algún comentario jocoso. Lo curioso es que él no dijo nada. Una de dos, o es como somos muchos hombres, que no nos fijamos en esas cosas, o ella no acostumbra a vestir muy conjuntada (o las dos, porque ella comenta que a veces sí se pone modelos un poco extraños).

El segundo día el niño hizo una especie de homenaje a Minnie, como dice su madre, y es que las prendas, excepto los zapatos, parece que combinan bastante bien:

El tercer día es el que más me gusta a mí, que es la foto que veis al inicio de la entrada. Me gusta porque ese día el niño debió disfrutar de lo lindo. Ese día dijo que le gustaban las flores y escogió primero los calcetines. Al buscar un vestido, buscó uno que también tuviera flores. Las zapatillas las eligió rápidamente, sin pensarlo mucho, porque esas eran la mejor opción según él. Ella le preguntó si debería llevar un jersey y él dijo "mejor una chaqueta".

Así fue como salió a la calle y confiesa, lógico, que pasó un poco de vergüenza y que ese día sí, esperaba que alguien le dijera algo, o que le miraran raro. Para su sorpresa eso no sucedió, y de hecho, una mujer se detuvo para decirle que le gustaban mucho los calcetines.

El cuarto día eligió tres partes de arriba, y nada más. La madre, claro, pidió cambiar una de las camisetas por unos pantalones, y él accedió. Los zapatos, parece que cogió los dos primeros que le gustaron, aunque no coinciden:

Y el quinto y último día eligió una camiseta con flechas, que al niño le gustan mucho, y buscó un pantalón con flechas, que no encontró. Lo sustituyó por unos tejanos, no sin antes decirle a su madre que debería comprar unos pantalones de flechas. Luego cogió dos botas, preguntó si una era lo suficientemente parecida a la otra, ella dijo que sí, y así acabó la cosa.

Las conclusiones que extrajo la mamá fueron curiosas. Es posible que penséis como yo: "No veo qué necesidad había de hacer algo así", pues yo en todo caso habría dejado que el niño escogiera la ropa que él se iba a poner (de hecho, antes de ser padre, siempre me decía a mí mismo que mis hijos se pondrían lo que querrían cada día). De todas maneras, ella concluyó que fue una experiencia interesante porque notó que al niño le gustaba los primeros días, pero que los últimos le parecía ya un poco pesado, pues prefería jugar que tener esa responsabilidad diaria. Sin embargo, sintió que el niño estaba conforme y contento porque su opinión era escuchada, y no solo eso, sino que se llevaban a cabo sus decisiones.

Se dio cuenta también de lo poco que le importa a la gente lo que llevas puesto. Tanto tiempo pensando qué ponerte, qué combina con qué y qué no, y resulta que en el fondo da un poco igual, porque la gente no parece fijarse tanto como creemos.

Y lo último que concluyó es que es bueno encontrar momentos para hacer tonterías, cosas fuera de lugar. Son cosas, según dice, positivas para los niños y positivas para el corazón de los padres. Al final no es tan grave, dice: solo es ropa.

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