La muerte súbita del lactante es el mayor temor de los padres con bebés recién nacidos. Se define como la muerte repentina e inesperada de un niño menor de un año de edad, y se calcula que uno de cada 2.000 bebés fallece a causa de ella.
No avisa, no hay síntomas, se produce de repente y por causas que aún a día de hoy se desconocen, pero los científicos continúan investigando para poder dar con ellas. Uno de los últimos grandes avances que han conseguido ha sido identificar una proteína cuyo déficit en el cerebro del bebé podría estar implicado en la muerte súbita del bebé.
La muerte súbita sucede sobre todo entre la cuarta y la decimosexta semana, es decir entre el primero y cuarto mes de vida del bebé. Hay diversas hipótesis que la relacionan con anomalías en el cerebro, con una mutación genética o problemas en el corazón del bebé.
Hasta el momento, sólo conocemos formas de prevenirla, pero no se ha dado en el clavo con los motivos que la desencadenan, aunque a la luz de las últimas investigaciones podrían ser una combinación de factores.
La proteína orexina
Los investigadores del Hospital de Niños de Westmead de Sydney han encontrado pruebas de que los bebés que mueren por el síndrome de muerte súbita del lactante, conocido también como "muerte en la cuna", tienen bajos niveles de orexina, una proteína presente en el cerebro, más concretamente en el hipotálamo, que regula la estimulación del sueño y se encarga de despertar al bebé cuando está privado de oxígeno.
En el estudio, que se llevó a cabo durante once años, estudiaron los casos de 46 bebés que habían muerto, 27 de los cuales murieron por SMSL. Encontraron una disminución del 21 por ciento de orexina en los bebés que murieron de SMSL en comparación con un grupo control.
Esto significa que la respuesta para despertar no es tan fuerte en estos niños como lo es en otros bebés.
Los científicos encontraron bajos niveles de esta proteína en el cerebro de los adultos con apnea obstructiva del sueño, una condición que causa pausas en la respiración durante el sueño.
¿Podrá prevenirse?
Es la gran pregunta que necesitamos conocer para evitar esta tragedia. La buena noticia es que aunque es la punta del iceberg, "el descubrimiento aumenta las esperanzas de que los bebés puedan ser examinados para evitar este riesgo en el futuro", asegura Rita Machaalani, autora del estudio. "La detección podría ser una realidad de 10 a 15 años de distancia", añade.
Vía | The Sydney Morning Herald
Más información | Acta Neuropathologica
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