El simple hecho de nacer con bajo peso ya puede predisponer a padecer prontas alteraciones vasculares, puede ser el caso de unos vasos sanguíneos más elásticos pero menos resistentes, lo que termina aumentando la tensión arterial.
Los bebés con bajo peso al nacer tienen una presión arterial más baja que los bebés que nacen con un peso que se encuentre dentro de los parámetros establecidos como normales, pero durante el primer mes, la presión aumenta para situarse en un nivel normal. Pero al unir el problema del peso reducido al desarrollo de obesidad infantil, los problemas se multiplican, pues ésta también puede traer consigo problemas como el colesterol, la diabetes o la hipertensión, aumentando considerablemente los riesgos de padecer problemas cardiovasculares. En principio, el riesgo cardiovascular depende de ciertos factores genéticos y ambientales, pero se han unido lo fetales. Tanto los factores ambientales como los fetales, pueden ser controlados y prevenidos, empezando por los fetales, como es lógico, la futura mamá es la que tiene el control, pues dependerá de los cuidados que se proporcione durante el embarazo.
Evitar posteriormente el sobrepeso, también es tarea de los padres, proporcionar al niño una alimentación saludable y educarlo en el hábito de realizar ejercicio físico, será un arma potente para prevenir la obesidad infantil.
Aunque muchas veces, sobre todo cuando se es joven, se piensa que las enfermedades no le van a afectar a uno, hay que concienciarse de que el cuerpo reflejará en el futuro el trato que le has dado. Tanto lo bueno como lo malo, en la edad adulta o la vejez, obtendrás los resultados. Cuídate y estarás cuidando a tus hijos.
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