15 frases negativas que no deberías decirle a tus hijos

Dice una conocida frase que "La pluma es más fuerte que la espada", que es una manera de decir que la inteligencia tiene más poder que la fuerza. Si esta frase la llevamos al terreno de la educación, de igual modo que una relación de diálogo bien llevada puede ayudarnos a criar a un hijo sin utilizar la fuerza, las palabras más hirientes pueden hacer más daño que cualquier cachete.

Para este post no vamos a utilizar esas, las que hacen más daño, porque no hay que ser muy listo para saber que los insultos o humillaciones no sirven para educar, pero sí vamos a mencionar aquellas que de tanto que las hemos oído, por habituales, podemos llegar a pensar que no son dañinas para nuestros hijos. Estas son 15 frases negativas que tienes que dejar de decir a tus hijos.

"Tú no puedes. Anda, dame, ya lo hago yo"

Los niños, por ser niños, no tienen las habilidades ni la experiencia que tenemos los adultos; es decir, están aprendiendo a hacer las cosas, están intentando ganar autonomía y ser cada día más hábiles e independientes. Para ello tienen que probar a hacer cosas, tienen que intentarlas, y en ese proceso, que puede ser lento, cometerán probablemente errores de los que tendrán que aprender.

Si aparecemos siempre nosotros para acabar lo que empiezan porque así vamos más rápido, pueden llegar a un momento en el que no solo ya no quieran intentar hacer algo, sino que directamente nos pidan que lo hagamos nosotros, o nos lo exijan, convencidos de que ellos lo harán mal.

"No tienes que llorar"

El llanto es la expresión de un sentimiento de frustración, tristeza, rabia, ira..., que son emociones intensas que, por negativas, tendemos a evitar, anular o enmascarar en lo que es un error que como sociedad llevamos años cometiendo.

Igual que la alegría es una emoción a la que damos mucha validez, todas esas emociones deben ser también tenidas en cuenta, sobre todo cuando los niños son pequeños, para que las conozcan, para que sepan cómo se presentan, las razones, y para que puedan trabajarlas.

Dicen que una crisis es una oportunidad para cambiar, para modificar algo que se ha hecho mal, o que está yendo mal, y emprender un camino más positivo. Pues el llanto de los niños es importante porque desde ahí pueden aprender a gestionar las emociones asociadas y encontrar un camino que sea más constructivo que las ganas de venganza, la sumisión o la rendición, por poner algunos ejemplos.

"¿Es que no puedes hacer lo mismo que hace Fulanito?"

Cada niño es único e irrepetible, y enviar el mensaje de que alguien tiene que tomar como ejemplo a otro niño es dañino para ambos, porque se da a entender que uno es mejor que el otro.

Los cambios de comportamiento y aprendizaje deberían venir desde lo positivo, trabajando aquellas cosas que un niño sabe hacer bien, desde sus puntos fuertes, potenciando esas cosas que lo hacen único.

Y cuando haga algo mal, decírselo, pero no porque otro niño no lo haga, sino porque él no debería hacerlo.

"¿Estás seguro de que quieres comer eso?"

Cuando un niño lleva una dieta que podría ser poco saludable, o si empieza a tener algo de sobrepeso, muchos padres intentan modificar hábitos atacando a las elecciones que consideran erróneas, sin tener en cuenta que probablemente esas elecciones son las que a ellos no les han parecido mal durante tantos años.

Ellos comen de lo que hay en casa, así que, en realidad, la responsabilidad de que coman un alimento que no queremos que coman es nuestra, por comprarlo, y porque en realidad somos quienes tenemos que transmitir la importancia de una dieta diversificada y saludable.

Ya verás cuando venga papá (o mamá)

Una frase muy típica de nuestra infancia, cuando nuestra madre dejaba que el que pusiera orden en casa fuera "papá". El problema es que se cometían dos errores: acabábamos sintiendo verdadero pánico por papá, que llevaba a cabo un castigo sobre una acción que había pasado horas atrás y que no había presenciado, y nos dábamos cuenta de la poca autoridad que tenía nuestra madre, que nos demostraba que no era capaz de controlar la situación.

"No seas exagerado, no ha sido nada"

Similar al "no llores", cuando un niño se hace daño y llora es habitual que enseguida le digan (de nuevo para que no llore), que no pasa nada, que no ha sido nada, lo limpien rápido y lo pongan a jugar cuanto antes.

Pero a veces sí ha sido algo, y sí ha pasado algo. A veces les duele de verdad, han pasado miedo, se han asustado, y no nos cuesta nada cambiar al "¿Estás bien?" o al "¿Te has hecho daño?", que demuestra que sí nos preocupa lo que le pasa, mientras le pedimos que nos cuente lo que siente en ese momento, si quiere.

"Te lo prometo" (cuando sabes de antemano que no vas a cumplir)

No es que esté mal de por sí. Dar nuestra palabra de que haremos algo y cumplirlo enseña a los niños lo que es el compromiso. El problema viene cuando prometemos algo que luego no cumplimos. El mensaje que recibe el niño es nefasto, porque rompemos su confianza completamente, y damos a entender que los compromisos, o una promesa, no tienen validez.

"Ese niño es un idiota"

A menudo, cuando algún niño le hace algo al nuestro, tendemos a emitir nosotros el juicio sobre ese niño para mostrarle cuál es el buen comportamiento y cuál es el mal comportamiento. Entonces decimos que es "idiota" o que "no está bien de la cabeza".

Así, le estamos enseñando a insultar y a emitir los mismos juicios sobre aquellos niños que puedan hacer algo con lo que no estén de acuerdo. Considerando que son sus compañeros y/o amigos, lo ideal es que sea él mismo el que llegue a las conclusiones oportunas. Mejor que decir "ese niño es un idiota" es decirle "¿Y qué te parece que haya hecho eso?", y a partir de ahí construir posibles soluciones: "¿Y qué crees que podríamos o podrías hacer?".

"Pero, ¿cómo puede darte miedo?"

El miedo puede ser limitante y totalmente irracional, tanto que por más que le expliques por qué no debe temer algo, no atienda a razones. El que a nosotros no nos dé miedo algo que a otra persona sí, no hace que ese miedo no tenga cierto sentido. De igual modo, nosotros podemos tener mucho miedo a algo que a otra persona le parezca ridículo (a las agujas, a las alturas, a...), y no por eso debemos ser ridiculizados o nuestro sufrimiento minusvalorado.

Pues con los niños pasa lo mismo. Si tiene miedo a algo, podemos trabajarlo día a día, poco a poco, buscando la manera de que lo haga racional, de que reflexione y se convenza de que no hay razón para temer.

Ridiculizar su miedo, o decirle que el comportamiento es incoherente le ayudará mucho menos a superarlo, y peor, le hará sentir que es débil, que nos está decepcionando y que sus problemas no son importantes para nosotros.

"Yo también te odio"

Los niños son capaces de decirnos cosas horribles cuando están enfadados con nosotros. El problema es que muchas veces no son conscientes del daño que puede alcanzar sus palabras, porque están probando, y somos nosotros los que añadimos toda la carga emocional a sus palabras, haciéndonos a menudo reaccionar poniéndonos a su nivel.

Al hacerlo, nos convertimos en dos niños que discuten como niños, cuando lo lógico sería intentar elevar su nivel hacia el nuestro para que expresen las cosas centrándose en la emoción concreta: "Te quiero, pero esto que has hecho, papá, no me ha gustado".

Así, lo lógico es responder algo así como "pues yo te quiero un montón y nunca te dejaré de querer", y entonces explicar por qué no puede ser lo que sea que quieran conseguir, y ofrecer alguna alternativa para que no se obcequen con ello en una espiral de la que difícilmente salen por sí mismos.

"Porque lo digo yo"

Cuando saltamos de la autoridad al autoritarismo perdemos la capacidad de ser justos y de merecer ser respetados por nuestra capacidad para educarles.

Aunque nos lo decían muy a menudo: "Porque lo digo yo, y punto", lo que provoca aprendizaje es la explicación, los argumentos y la reflexión posterior del niño que, estando o no de acuerdo, al menos tendrá una justificación al "Sí" o al "No".

"¡Que te calles!"

De igual modo que no es una frase que decimos a ningún adulto con el que queremos tener una buena relación, nuestros hijos tampoco merecen tal imperativo.

"Si es que no das una"

O "mira que eres inútil", que es otra opción, son dos frases que hacen mucho daño porque acabas haciendo creer al niño que de verdad no es capaz de hacer lo que debería saber hacer. De nuevo, como hemos comentado más arriba, los niños acaban sintiendo que por más que lo intenten, no serán capaces de hacer nada, y se rendirán fácilmente cuando deban hacer algo, en un camino que puede dañar su autoestima para el resto de su vida, o como mínimo durante mucho tiempo.

"Pues yo a tu edad..."

Nosotros a su edad hacíamos cosas mejor que ellos y otras peor. Lo que pasa es que tendemos a recordar lo mejor de nuestras vidas y a olvidar aquellos sucesos que nos parecen poco relevantes, pero que podrían decir muchas cosas de nosotros.

A menudo, una visita a la abuela es suficiente para que le explique que en realidad nosotros, a su edad, hacíamos las cosas igual, o quizás peor.

"No me avergüences"

Avisar de algo es una manera de decir a un niño que no confías en sus posibilidades de hacer bien las cosas, o de tener un comportamiento adecuado. En vez de explicar dónde vais y qué esperas de él, en positivo: "Vamos a un sitio en el que tenemos que estar bastante callados, sin levantar la voz y sin molestar. Sé que puedes hacerlo, por eso te lo explico", mucha gente dice lo contrario: "Como te portes mal, te enteras", "No me avergüences" o "Que no tenga que castigarte".

Digamos que es mejor educar desde la confianza que desde las amenazas, básicamente porque es mejor crecer pensando que tus padres confían y creen en ti, que pensando que para tus padres lo raro es que puedas llegar a comportarte de manera adecuada.

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