Estoy bastante cansado de oír a los padres decir que "los niños vienen sin manual de instrucciones", como si en realidad fuera necesario algo así y no fueran capaces de educar a sus hijos sin dicho manual. Si hablan en broma no me importa, claro, pero es que veo a padre realmente afligidos, como sin rumbo, sin tener muy claro si están haciendo lo correcto, cuando en realidad ya saben cómo educar a los hijos.
Por falta de confianza, porque se los han contado y no han creído que es el modo más lógico de educarles, porque prefieren hacerlo como lo hicieron con ellos sus padres, etc., el caso es que hay un montón de consejos sobre crianza que todos conocen pero que luego, por la razón que sea, no llevan a cabo. Pues os los contamos hoy: los 14 consejos sobre crianza que todos los padres saben pero pocos cumplen.
1. Trata a tu hijo con el mismo respeto con que a ti te gustaría que te trataran
Si no lo has oído nunca como consejo seguro que lo has oído como mandamiento de la iglesia: no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti, o ama a tu prójimo como a ti mismo. Es una manera de decir que a tu hijo debes tratarle con el mismo respeto con el que tratas a cualquier adulto, y con el mismo respeto con el que te gustaría que te trataran, tanto ahora como cuando eras niño.
2. Comunícate con él para explicarle lo que vas a hacer
Y no solo porque cuanto más le hables antes hablará él, sino sobre todo porque una buena relación se basa en la confianza y en la comunicación. Empieza desde que es pequeño explicándole lo que vas a hacer en cada momento, si le vas a vestir, si le vas a bañar, si luego vais a jugar, si vais a dar un paseo, si toca ir a comprar. Así se acostumbra a oírte y tú te acostumbras a comunicarte con tu bebé, que luego será niño y que necesitará igualmente de tu diálogo para seguir aprendiendo a vivir.
3. Ponte en su lugar
Tanto cuando es un bebé como cuando ya es más mayor. Una de las causas de que muchos padres se distancien emocionalmente de sus hijos, y les hagan sentir mal, es que no logran entenderles. Quizás esperan más de ellos, quizás les exigen lo que no son capaces de hacer, o quizás se enfadan porque ven en ellos los mismos defectos que ellos tienen. El caso es que la reacción de los padres puede no ser justa y se darían cuenta de ello si lograran empatizar con su hijo, ponerse en su lugar y tratar de entender lo que sienten, cómo lo sienten y por qué. A veces basta con hacer ese ejercicio y hablarlo para acercar posturas y tratar de encontrar soluciones constructivas.
4. Dile que le quieres
Que parece una obviedad para ellos, pero no lo es. A todos nos gusta sentirnos queridos, y seguro que muchas veces necesitan que les digas lo que sientes. "Soy muy feliz de tenerte aquí", "me encanta que seas mi hijo", "te quiero mucho" y cosas así les ayudará a sentirse amados y parte importante de la familia.
5. Pídele que haga lo que tú haces, no lo que no haces
Sé coherente y no le pidas que haga aquello que tú no haces. Sólo tienes autoridad moral para pedirle que haga lo que sí haces, porque al final es más importante el ejemplo que las palabras. De ese modo es mucho más fácil que interiorice los valores como propios y haga las cosas porque considere que deben ser así, más que porque "papá me ha dicho que lo haga porque sí, y punto".
6. Pasa tiempo con él
Para que una relación sea adecuada, para que fluya, para que haya confianza y amor, debe haber comunicación y debe haber tiempo juntos. Disfruta de su presencia, haz que disfrute de la tuya: jugad juntos, reíros, explicaros historias, cuentos, anécdotas.
7. Pídele perdón si te has equivocado
¿Qué? ¿Pedir perdón a tu hijo? Por supuesto. Si quieres enseñar a tu hijo a pedir perdón cuando se equivoque tienes que ser capaz de pedir perdón cuando tú te equivocas. Si no, correrás el riesgo de que su orgullo y su necesidad de evitar una posible reprimenda convierta sus disculpas en una mentira: "yo no he sido", "es que él me ha dicho que lo hiciera", "es que...".
8. Escúchale cuando tenga algo que decirte
No todo lo que se aprende de una relación padre-hijo es lo que aprende de nosotros, pues mucho lo aprende solo, y no es él el único. Tú tienes que aprender con él a vivir la vida de otro modo, desde su ilusión, su inocencia, su mente pura, su bondad. Cosas que ya has olvidado pero él aún mantiene intactas, de modo que puede darte lecciones de vida increíbles.
Por eso es importante que le escuches, que le prestes atención. A veces te dirá algo increíble, a veces solo querrá resolver alguna duda, a veces será algo intrascendente y a veces quizás te esté queriendo decir algo importante, dando rodeos por no saber cómo expresarlo, y no te des cuenta por estar por otra cosa.
Si nota que no le escuchas lo suficiente dejará de explicarte cosas banales, pero quizás también lo que le preocupa de verdad.
9. No le etiquetes
Todos somos muy dados a etiquetar a las personas para hacerlos encajar en nuestra clasificación personal y ayudarnos a saber cómo proceder con cada cuál, a determinar si queremos mantener o no una conversación, a sentir más o menos admiración, más o menos cariño, más o menos lo que sea. Con los niños lo hacemos también: el pesado, el que no calla, el que habla poco, el tímido, el inseguro, el chulito, el vivaz, el maleducado, el envidioso, el espabilado... y con nuestros hijos podemos caer en el mismo error, que se acrecienta si encima lo verbalizamos: "qué malo eres", "qué desastre", "qué pesado"... No lo hagas. Si algo no te gusta de su comportamiento háblale sobre ello, pero no generalices. Vale más la pena decirle "intenta tener más cuidado la próxima vez, que esta semana se te ha caído dos veces el vaso de agua" que "eres un desastre, no sé ni para qué te dejo beber agua en vaso...".
10. No tengas miedo a decirle que no
Que llevamos un rato diciendo que hay que respetarles, escucharles, dialogar, y parece que al final es el niño el que tiene que tener el mango por la sartén. En realidad, lo que hay que tener en cuenta es que no hay sartén, sino dos vidas que confluyen en el tiempo, con diferentes pasados, diferentes futuros, pero un mismo presente. Digamos que tenemos que ser capaces de ayudarles el tiempo en que estamos juntos para promover que su futuro sea mejor, o al menos para ayudarles a ser quienes quieran ser.
Y en esa función entra el decirles que no cuando creamos que debemos hacerlo. ¿Cuánto? ¿Cuántas veces no? Aquellas en que haga falta, pero teniendo en cuenta que no es mejor padre el que dice más veces "no", sino el que sabe cuándo tiene que decirlo. Porque decirlo demasiado hace que pierda valor y corremos el riesgo de acabar en la absurda escena de decir que no un montón de veces y los niños no hacer caso, acabando por un "si es que no me hacen ni puñetero caso".
El "No" tiene que servir para que sepan que no estamos de acuerdo con lo que están haciendo o van a hacer, y para explicarles el porqué y ofrecer alternativas.
11. No le grites
Va ligado con lo del respeto. Gritarles no es un recurso adecuado porque, o bien se sienten humillados y no aprenden de lo que les estás diciendo, o bien acaban por acostumbrarse a los gritos (como cuando vas al cole y te toca una profesora que grita todo el rato y al final solo obtiene resultados gritando cada vez más), o bien acaban por aprender que es un modo normal y correcto de relacionarse, gritando también a otras personas (a ti) para tratar de obtener la razón.
12. No te conviertas en su mayordomo
Aprovecha que es capaz de hacer muchas cosas, cada vez más, para que las haga. Eso le dará autonomía en su autocuidado y autonomía como persona, ayudándole a crecer y a hacerse responsable de sus cosas. Claro que si lo haces tú vais todos más rápido, pero de ese modo siempre tendrás que hacerlo tú.
13. No le niegues tu consuelo
Cuando llore, cuando te necesite, cuando pida ayuda. Tú eres quien puede proporcionarle consuelo y no deberías caer en el error de pensar que "ya es mayor para llorar", "ya es mayor para pedir brazos", "ya es mayor para enfadarse de ese modo"... quizás lo sientas al compararlo con otros niños de su edad, pero entonces el error será compararlo, porque quizás sea porque es un niño más sensible o tenga un mayor sentido de justicia que otros niños, y esto puede ser positivo en realidad.
Dicho de otro modo, no todos somos iguales y lo que es importante para nosotros puede no serlo para ellos, y viceversa. Por eso cuando tu hijo pida tu presencia, tus brazos, tu consuelo, no debes negárselo. Poco a poco irá aprendiendo a gestionar esos momentos, pero lo ideal es que ante un problema exterioricen lo que sienten, y no que se lo guarden.
14. Da validez a sus sentimientos
Siguiendo con el punto anterior, hemos de dar validez a lo que sienten, a lo que nos dicen, a lo que expresan. La sociedad está empecinada en dejar llorar a los bebés y en no dejar llorar a los niños, cuando lo lógico es que hagamos lo contrario, que atendamos a los bebés y que permitamos que los mayores lloren, si sienten que deben hacerlo.
Obligarle a guardarse sus sentimientos, negárselos, les hará sentir inseguros consigo mismos, porque pensarán que lo que sienten no es correcto, que está mal sentirse dolido, que no es bueno mostrar dolor e indignación. Si esto sucede, nuestro hijo se convertirá en otra persona relativamente insensibilizada, parte del gran rebaño social que calla aun cuando le están quitando hasta la dignidad.
¿Por qué digo que muchos padres no los cumplen?
Pues porque no tienen tiempo, porque no tienen ganas, porque no pueden controlarse, porque pierden la paciencia. Pierden el respeto a sus hijos porque prefieren controlarles con un grito o una amenaza en vez de explicarles las cosas. No se ponen en el lugar de sus hijos porque no les apetece sufrir, ni que sea en su imaginación, lo que ya vivieron de niños. Les piden que hagan cosas que ellos no hicieron de pequeños y que, en muchos casos, ni siquiera hacen ahora. No pasan el tiempo suficiente juntos, por no decir que no pasan tiempo con ellos. Les dicen demasiado que no, o absolutamente nada por miedo a traumatizarles, se convierten en sus mayordomos para ir más rápido y consideran que el mejor modo de ayudarles a crecer es dejándoles llorar cuando son pequeños, y diciéndoles que no se quejen cuando son mayores.
Y sin embargo, seguro que en más de una ocasión han leído estos consejos, se los han oído a alguien o su sentido común les ha dicho que tiene lógica hacerlo así.
¿Son los mejores consejos? Yo creo que sí, pero cada uno debe decidir si seguirlos o no, claro.
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