¿Por qué la han coronado "la niña más guapa del mundo" si para cualquier madre o padre, su hija es la más hermosa?

Kya-Shae Walker, de origen británico, ha sido la última en recibir el título de “la niña más guapa del mundo” con solo ocho años. Recoge el testigo de Thylane Blondeau que ostentó el título desde 2007, quien con solo cuatro ya había desfilado para el diseñador Jean Paul Gaultier. Hoy es modelo de marcas importantes a nivel internacional.

El angelical (y precioso) rostro de Kya-Shae, posando como si fuera ya una modelo adulta a sus ocho años para marcas como TK Maxx, Trapstar y Jessie James, o antes que ella otras como Anastasia, me ha hecho reflexionar sobre esta proyección social de nuestros hijos.

¿Por qué algunos padres se empeñan en vestir a sus hijos, peinarlos o maquillarlos como si fueran adultos en lugar de disfrutar de esos momentos maravillosos que tiene la niñez y que no van a volver a repetirse nunca?

¿No son todos los niños guapos? La respuesta, a mi juicio, es un rotundo sí. Entonces, ¿quién decide que una pequeña sea más hermosa que otra o qué criterios se siguen para destacar a una por encima de las demás? Porque para cualquier madre o padre, su hija es la más hermosa del mundo. Así que, ¿para qué necesitamos etiquetarlas?

Mi experiencia personal

No voy a negarlo. Mi hija era uno de esos bebés perfectos que aparecen en las portadas de revistas de maternidad. Pero nunca quise que saliera en ninguna. Creció, y se convirtió en esa ‘muñeca’ que llama la atención en lugares públicos por su belleza y sonrisa.

Así que caí en la tentación y permití que la fotografiaran de manera profesional. Nada extraño si tenemos en cuenta que trabajo en un mundo, el del periodismo, que se presta a ello. Todo comenzó cuando la directora de la revista para la que trabajaba se acercó a mi ordenador y apareció una foto de la niña en el salvapantallas. Tras preguntarme quién era esa muñeca, me pidió (casi me suplicó) que dejara que la fotografiaran para la portada de la revista de decoración para la que, sea dicho de paso, trabajaba.

Incluso llegué a pensar que podía ser una buena experiencia para Kenya y tener alguna de esas fotografías de recuerdo cuando llegara a adulta. Claro está, era una opción porque no tenía que pasar por un casting o ‘competir’ con otras niñas como ella para ver quien se lleva el premio de ser fotografiada.

Esa fue también la razón por la que cuando la fotógrafa me pidió de nuevo colaboración para otra revista para la que trabajaba, la respondí que sí como favor personal hacia ella y porque me prometió que no iba a tener que posar. Solo tenía que jugar despreocupadamente con un amigo, mientras tiraban las fotos.

Pero ya no hubo una tercera vez, sobre todo porque estaba dando a mi hija una enseñanza que odiaba:

  • Que van a juzgarnos por nuestra belleza externa, no por lo que somos.

  • Que los demás puedan ver a las mujeres como objetos ya desde pequeñas, en lugar de emponderar nuestros valores desde el nacimiento.

  • Que no hay que sufrir por no cumplir con los cánones de belleza establecidos, porque las personas somos mucho más que el exterior y que todos tenemos alguna cualidad que nos hacen brillar.

  • Y lo más importante, solo se es niña una vez. O niño. Porque lo de pasear a los niños de casting en casting para presumir de que ha salido en este anuncio o en esta serie, no entiende de géneros.

¿Es por los niños o porque lo quieren sus padres?

Siempre he criticado los concursos de belleza infantiles o todo lo que tenga que ver con competitividad entre niños para disfrute de los padres.

Porque a mi juicio ahí es donde reside el porqué de estos títulos estúpidos que clasifican a los niños. Eso incluye, por supuesto, pintar, peinar y vestir a los niños como si tuvieran al menos 10 años más.

Pero también robarles su inocencia y su niñez, haciéndoles caminar y comportarse como adultos, permitiendo que se sientan fracasados sin necesidad porque su rival le ha superado, permitiendo que antepongan las sesiones fotográficas al colegio o incluso presionándoles para que hagan cosas que nada tienen que ver con su edad, con el fin de ganar muchos seguidores en Youtube o Instagram y convertirse en auténticos influencers.

Llegado a este punto, aún me ‘molestan más’ estos padres que utilizan a sus hijos para ganar dinero (algunos auténticas cifras millonarias) o para alcanzar esos sueños propios que nunca se hicieron realidad en su caso.

De hecho, la vida de otras niñas guapas no está exenta de polémicas. Son muchas las personas que critican la exposición de las menores a redes sociales y la hipersexualización de sus fotografías.

Los padres de Thylane (la pionera niña guapa) fueron duramente criticados cuando la modelo protagonizó una campaña para la firma Vogue Paris. Maquillaje, joyas de miles de euros y ropa provocativa para vestir a una niña de tan sólo diez años, cuya imagen se alejaba por completo de la que debería tener cualquier niña de su edad.

Kristina Pimenova, otra "niña guapa", también fue criticada por lo mismo, y muchos usuarios acusaron a su madre de sexualizar, adultizar y fotografiar a la pequeña en poses poco apropiadas y acordes a su edad.

Es cierto que a todos nos gusta que nos regalen los oídos alabando lo buen deportista, inteligente o guapo que es nuestro hijo (entre otras virtudes). Pero no debería ser por su belleza exterior y menos que nos aprovechemos de ella.

Pero ¿no hay que sentirse aún más orgulloso de comprobar que se están convirtiendo en la maravillosa persona para la que intentamos educarla? ¿O qué lleva adelante los principios que defendemos en familia, como el respeto a los demás, la ayuda a los más vulnerables o el amor a nuestros mayores?

Pero aún voy más lejos: ¿realmente es importante lo que los demás piensen de nuestros hijos? Creo que la respuesta tiene que ser no. Cada niño es diferente, único, y ahí radica su mayor virtud. Mi hija ya se ha hecho mayor y nunca ha tenido nada que ver con el mundo de la moda o los influencers. Pero sí se ha convertido en una joven hermosa por dentro y por fuera, que lucha por conseguir sus objetivos, que ayuda a los demás, que adora a su familia y disfruta de sus buenos amigos.

Y para mí sigue siendo la niña más guapa del mundo. Porque sabemos que todos los niños son hermosos desde que nacen, por dentro y por fuera, aunque no salgan en las portadas de las revistas ni tengan muchos followers en las redes sociales.

Pero ¿tú qué opinas? ¿Crees que los niños disfrutan de horas de maquillaje y peinado, largas sesiones de fotos y en resumen una vida de adultos? ¿No serían más felices jugando con sus amigos en el parque? Estoy deseando saber qué piensas.

Fotos | Instagram Kya-Shae Walker

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