"¡Vamos, date prisa, que no llegamos al cole!", "Pero, ¿quieres caminar más rápido?", "¡Llevas media hora atándote los cordones de las zapatillas!", "Pero por qué eres tan lento?"...
Probablemente te veas reflejado en alguna de estas frases o similares, pues los padres solemos decírselas con demasiada frecuencia a nuestros hijos, sin pararnos a pensar en lo difícil que puede llegar a resultar ser niño en un mundo lleno de prisas.
Los adultos y las prisas
Los adultos vivimos en un mundo de prisas. La vorágine del día a día, las responsabilidades en las distintas parcelas de nuestra vida y los imprevistos que siempre surgen nos acaban engullendo de forma atronadora, obligándonos a activar el 'piloto automático' desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos.
Y así, día tras día sentimos que el tiempo se nos escapa entre los dedos sin ser apenas conscientes de ello, y con la frustración de no poder abarcar tanto como desearíamos.
Pero el problema surge cuando trasladamos esas prisas y esa vida acelerada a nuestros hijos.
Los niños, que viven el aquí y el ahora, que necesitan tiempo para desarrollar sus diferentes habilidades, y que no entienden de prisas ni estrés, se ven de pronto engullidos por las exigencias de los adultos para que hagan las cosas cuando nosotros queremos, sin tener en cuenta que su ritmo de vida es completamente diferente al nuestro.
Por qué no debemos meter prisa a los niños
"¡Que te des prisa, ¿pero es que no me oyes?!", "¿No entiendes que si no aceleras vamos a llegar tarde?" ¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que vuestro hijo no os escucha cuándo le estáis pidiendo que haga algo enseguida? Apuesto a que más de una vez, y además os habéis sentido realmente frustrados.
Y es que cuando vamos a contrarreloj, pero tu hijo no lleva el mismo ritmo que tú, es normal tener esa sensación de impotencia, e incluso llegar a preguntarte si 'te estará toreando', como se dice coloquialmente.
Pero ni mucho menos es así. Los niños no hacen las cosas para fastidiarnos ni para que lleguemos tarde a nuestra cita con el médico. Lo que ocurre es que su concepto de tiempo es muy diferente al nuestro.
Los niños pequeños viven en el presente. No se plantean el futuro y tampoco tienen conciencia de haber vivido un tiempo pasado. Por eso, para ellos es tan difícil entender cómo transcurre el tiempo. No es hasta los seis o siete años cuando comienzan a aprende a leer y comprender las horas y el paso de los meses en el calendario, pero hasta entonces, el concepto 'tiempo' es algo sumamente complejo para ellos.
Pero es que además, no nos damos cuenta de que a veces exigimos a nuestros hijos una serie de habilidades que todavía no han desarrollado o que están adquiriendo.
Es decir, no podemos pedir a un niño que se de prisa en ponerse las zapatillas, cuando quizá todavía tiene dificultades para abrocharse bien los cordones, o que acelere el paso, cuando sus piernecitas son mucho más cortas que las nuestras.
Por eso, siempre deberíamos preguntarnos: ¿estoy esperando lo adecuado para su edad, o estoy esperando que hagan mas de los que sus capacidades les permiten?
Y por último, no podemos olvidar la importancia de nuestro ejemplo. ¿Queremos que nuestros hijos sean pacientes y respetuosos con los demás? ¿Nos gustaría que hicieran las cosas poniendo toda su atención en lo que hacen? Si la respuesta es sí, la forma en la que actuemos con ellos será fundamental.
Siete claves para adecuar nuestro rimo al ritmo de los niños
Dicho esto, te dejamos algunos consejos para adecuar tu ritmo de vida al ritmo de tus hijos:
- Conecta con tu hijo y sus necesidades, pues esto te ayudará a entender sus ritmos y a no exigirle más de lo que puede hacer.
- No hagas las cosas por tu hijo para ganar tiempo, por tentador que pueda resultarte vestirle tú mismo, ponerle las zapatillas o prepararle la mochila. Seguro que así piensas que iréis más rápido, pero le estarás quitando autonomía y la oportunidad de prepararse para la vida.
- Préstale tu ayuda y enséñale cómo hacer las cosas, con paciencia, respeto y amor. Recuerda que ninguno nacemos sabiendo, y para que algo nos salga perfecto y a la primera necesitamos dedicarle tiempo.
- Hazle ver que su ayuda es importante en ese momento, y pídele su colaboración para llegar a tiempo a un sitio o cumplir con los plazos establecidos.
- Disfruta del momento presente desde la perspectiva del niño, y es que el mundo es inmensamente más bonito cuando lo miramos con calma y atención.
- Aligera tu carga mental, pues eso repercutirá positivamente en tu actitud, te sentirás más tranquilo/a y con menos estrés a la hora de hacer las cosas.
- Rebaja tus expectativas y relativiza las prisas. Pregúntate, "¿qué es lo peor que puede pasar si llegamos cinco minutos tarde al cole?" De esta forma te darás cuenta de las cosas que son realmente urgentes y las que no.