Uno de los mayores temores de los padres, durante la crianza, es el de parecer inconsistentes o desautorizados ante sus hijos. La creencia de que, una vez que uno de los progenitores toma una decisión o emite una orden, el otro no puede contradecirle, se ha extendido durante años, alimentando el miedo a la desunión familiar.
Sin embargo, el pediatra Carlos González, conocido por su filosofía basada en el respeto hacia la infancia, tiene una opinión clara al respecto que divulga en instagram y en su podcast Criando sin miedo: no solo es sano contradecirse, sino que hacerlo bien puede beneficiar enormemente a los niños.
Contradecirse no es desautorizar, es corregir y proteger
La idea de que contradecir al otro progenitor desautoriza su figura ante los hijos es, según González, completamente errónea. Lejos de generar confusión o falta de respeto, contradecirse en situaciones puntuales refuerza la seguridad del niño. Y así lo explica:
«Cuando papá dice un disparate, mamá le puede parar los pies y al revés. La garantía para el niño es que si papá pierde los nervios, mamá me protege, y si mamá pierde los nervios, papá me protege».
La clave está en que el niño entienda que ambos progenitores actúan desde el cariño y la protección, y que no todo lo que un adulto dice es inamovible.
Este tipo de contradicciones permite al niño ver que los adultos también pueden equivocarse y que está bien corregirse mutuamente de forma respetuosa. Lejos de perder autoridad, los padres la refuerzan mostrando que son humanos, que cometen errores y que pueden resolverlos de forma calmada y equilibrada.
Un ejemplo cotidiano: corregir impulsos desproporcionados
Imaginemos una situación típica: el niño está jugando y derrama un vaso de agua sobre el sofá. Papá, molesto por el incidente, reacciona de forma exagerada y grita: "¡Siempre lo haces mal, ya me tienes harto!".
En este punto, mamá podría quedarse callada para no contradecir a papá, creyendo que así protege la "autoridad" familiar. Pero, según González, lo mejor sería que mamá interviniera con calma, diciendo algo como: "Ha sido un accidente, vamos a limpiarlo juntos, no pasa nada".
Aquí papá no queda desautorizado; queda acompañado y, en cierto modo, "rescatado" de una reacción impulsiva que podría lamentar después. Al ver esto, el niño aprende que los adultos también pueden corregirse entre ellos y que la protección y el cuidado siempre están por encima de los impulsos momentáneos.
Un hogar donde la contradicción es bienvenida
Para Carlos González, lo que realmente desautoriza a los padres no es contradecirse, sino actuar desde el miedo o el autoritarismo sin posibilidad de revisión. Cuando un progenitor siente que no puede intervenir porque "la palabra del otro es ley", se genera un entorno rígido donde el miedo a equivocarse impide un verdadero diálogo familiar.
Por el contrario, cuando ambos padres se sienten libres para expresar sus desacuerdos y corregirse de manera respetuosa, el hogar se convierte en un espacio democrático donde el niño sabe que siempre estará protegido.
«Cuando uno desautoriza al otro, no está perdiendo autoridad, al contrario, la está ganando. Es la base de la democracia, en realidad, la división de poderes».
Foto | Portada (Montaje propio; @criandosinmiedo + Freepik)