Ser papá: el secreto

La siguiente historia la explicó una mamá en un foro hace unos días (lo explico de memoria):

“Hace unos días nació mi hija. Fue mediante cesárea y ello hizo que estuviéramos separadas algo más de una hora. Durante ese tiempo estuvo todo el rato en los brazos de papá, que me la entregó cuando llegué.

Entró la comadrona y me dijo:
- ¿Cómo estás?
- Bien – le dije, intentando que pareciera que tenía controlada la situación (la procesión iba por dentro).
- De acuerdo, pues ahora tu pequeña estará contigo – me abrió la camisa dejándome el pecho descubierto, me la puso en contacto piel con piel y me dijo: ahora seguramente llorará un ratito. Es normal, te va a contar lo que le ha pasado."

Esta preciosa historia me conmovió por dos cosas. Primero por la dulzura de la comadrona y segundo por ponerle nombre a las emociones y al llanto de una niña recién nacida.

Parece mentira pero es cierto, los niños recién nacidos sienten, sufren, se estresan, es entristecen, se… es decir, tienen sentimientos. La diferencia obvia con nosotros es que no los entienden, no los saben expresar ni saben qué hacer con sus malestares.

El momento de nacer es muy traumático para los bebés. Pasan de un estado de oscuridad, de ruidos amortiguados, de temperatura perfecta, de mecimiento continuo a un entorno frío, altamente iluminado, de excesivos ruidos y de muchos cambios.

Todos sabemos y muchos sufrimos ansiedad ante determinados cambios (una mudanza, un cambio de trabajo, una ruptura,…), pues bien, nacer es un CAMBIO, así, con mayúsculas y con negrita. Es un cambio de trabajo, de vivienda, de país y de vida, todo junto y en una persona a la que ni siquiera han avisado ni entiende de qué va.

Hay niños que lloran durante varios días a la misma hora en que nacieron. Quizás sea casualidad. Yo prefiero pensar que de verdad han sufrido una experiencia que les atormenta y de esta manera puedo acercarme emocionalmente a ellos y entender su aflicción y muchos de sus llantos.

Me molesta en sobremanera cuando ante un bebé llorando gran cantidad de comentarios adultos se dirigen hacia dos únicas direcciones: el marraneo o la tomadura de pelo.

Los adultos necesitamos cariño, necesitamos seguridad emocional (que conseguimos con un vínculo formal llamado matrimonio o pareja) y solicitamos apoyo en momentos de inquietud, ansiedad o necesidad. Muchas veces ni siquiera pedimos una solución sino que nos contentamos con un hombro en el que apoyarnos o con alguien que sepa escuchar y nos entienda. Y cuando buscamos ese cariño, ese apoyo y esa seguridad emocional, no estamos tomando el pelo, ni siquiera estamos marraneando. De hecho, estos son los momentos en que más sinceros somos, pues pedimos las cosas desde el corazón.

Bien, pues este es el secreto. El secreto de la paternidad es la empatía, la capacidad de ponernos en el lugar de otras personas para entenderles y si es tu hijo, además, intentar sentir lo que siente.

Para vivir una paternidad consciente, para poder actuar de corazón, para poder hacer caso a tus verdaderos instintos debes ponerte a su nivel. Tú eres el adulto y tú eres el que tiene capacidad racional y experiencia en la vida. Tú debes adaptarte a él y no al revés.

El bebé acaba de llegar. No entiende nada y parece que todo le molesta. En vez de quedarte en el “mira, que listo, sólo quiere brazos", ¿no sería mejor que intentaras llegar más allá y te preguntaras “por qué sólo quiere brazos" y te pusieras en su lugar? Si acabaras de nacer y sólo tuvieras a tus padres, ¿no querrías estar con ellos a todas horas?

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