La mayor de mis niñas, con tres años recién cumplidos, acaba de comenzar el colegio. Parece que no, pero es un paso de gigante en su vida.
Si bien el año pasado fue a la guardería unos meses, este año se abre un mundo nuevo antes sus ojos.
El ambiente de una guardería es más familiar, hay menos niños y se conocen todos, en cambio en el colegio se respira un aire más formal, hay muchos niños y las rutinas están más establecidas.
Por empezar, muchas veces el colegio no es el mismo que la guardería, por lo que hay que añadir que los niños van a unas instalaciones nuevas con maestras nuevas y compañeros nuevos.
Si bien tanto en uno como en el otro tienen que adaptarse a ciertas normas, da la impresión de que en la guardería las reglas son más flexibles, en cambio en el colegio hay horarios más estrictos, unas rutinas más firmes, metodologías, fichas y en algunos casos hasta uniforme completo.
La mía va con uniforme. Al verla así vestida no puedo dejar de pensar lo mayor que está y lo bien que hice el año pasado en mandarla a la guardería para que se fuera habituando (yo era bastante reacia pues me parecía muy pequeña).
Afortunadamente se está adaptando muy bien a su nuevo colegio, pero creo que si no hubiese pasado primero por la guardería, esta nueva etapa de golpe hubiese sido más compleja.
Creo que asistir a una escuela infantil es muy beneficioso para el niño, para su posterior entrada el colegio, de esa forma ya sabe lo que significa convivir con otros niños y tener su propio espacio fuera de casa.
En definitiva, el salto de la guardería al colegio es un gran paso en el que, como en todos los grandes pasos de la vida de nuestros hijos, tenemos que estar a su lado y apoyarlos para que resulten lo menos traumáticos posible.
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