A veces, entre tanto rum-rum no nos damos cuenta de las consecuencias que puede tener en nuestros hijos el nivel de estrés al que estamos sometidos.
No es un problema menor, ya que según un estudio realizado por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) cerca del 33 %, es decir, un tercio de la población infantil española vive en familias con un nivel de estrés elevado.
Los investigadores se han centrado en el análisis de las conductas externalizantes, es decir conductas de manifestación observable, que comprenden los comportamientos delictivos o agresivos.
Por supuesto que no necesariamente por tener un alto nivel de estrés nuestros hijos serán delincuentes, también hay otros síntomas, llamadas conductas internalizantes que se pueden manifestar en el niño como aislamiento, quejas somáticas, ansiedad y depresión, y las llamadas conductas mixtas como problemas de atención, sociales y trastornos del pensamiento.
Encontraron que alrededor del 17% de los niños de entre 2 y 13 años están en situación de riesgo para desarrollar problemas de conducta de tipo externalizante, mientras que el riesgo es elevado en casi el 7%.
Son interesantes las conclusiones del estudio titulado 'Estudio Epidemiológico de los Trastornos del Comportamiento en la Infancia y Adolescencia con el Inventario de Eyberg' pues nos hace ver una realidad que nos cuesta reconocer.
No jugar con nuestros hijos, estar enfrascados en nuestros asuntos sin prestarles la atención que necesitan, no escucharlos porque andamos siempre apurados… todas esas pequeñas actitudes que tenemos día a día van perjudicando la comunicación entre padres e hijos, el gérmen de la mayoría de los problemas en la adolescencia.
A veces nos preguntamos el por qué de algunas conductas de nuestros hijos que parecen no tener explicación. Nuestra alocada forma de vida puede ser la respuesta.
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