Se entiende como alimentación complementaria aquella que se ofrece a los bebés a una edad determinada con el fin de, como su propio nombre indica, complementar el alimento principal que no es otro que la leche, sea materna o artificial.
La OMS y UNICEF señalan que el periodo en que los pequeños empiezan a tomar estos alimentos y hasta los 3 años es especialmente sensible en cuanto al desarrollo físico, intelectual y emocional y al desarrollo del sistema inmunitario.
Dicho de otro modo, aunque el periodo comprendido entre el nacimiento y los 3 años es muy corto (tan solo 3 años de los 70-80 que vivirán), la alimentación que se les ofrezca en estos 3 años es prácticamente igual de importante que la que recibirá durante el resto de la vida.
Hay que tener en cuenta que en esos 2-3 años el cerebro dobla su tamaño, el cuerpo casi también, pues pasan de medir unos 50 cm a unos 95 a los tres años y el peso se cuadriplica, pasando de unos 3-4 kgs a los 13-15 que pesa un niño de 3 años (kilo más, kilo menos).
Este crecimiento tan exagerado a nivel externo y una maduración semejante de todos los sistemas (inmunitario, digestivo, renal,...) no se va a volver a dar nunca en la vida y es por ello que la alimentación en este periodo sirve para sentar unas bases y permitir un desarrollo adecuado.
Se podría decir que es como hacer la estructura principal de un edificio. Cuanto mejor esté hecha y mejores sean los materiales empleados, más capacidad tendrá de sustentar lo que venga después y mejor aguantará los temporales y el paso de los años.
Es por ello que en Bebés y más iniciamos una serie de entradas sobre la alimentación complementaria donde hablaremos de algunas recomendaciones, algo flexibles, dado que en el tema de la alimentación complementaria hay demasiada norma y demasiada poca evidencia que la sustente (teniendo en cuenta que flexible no significa insano).
Es habitual la conversación entre madres que no entienden cómo a una en la consulta del pediatra (o de la enfermera) le han dicho que a los 4 meses tiene que empezar a darle fruta y cereales sin gluten y a otra le han dicho que hasta los seis meses no empiece.
A una le han dicho que haga papilla con verdura y pollo y a otra le han dicho que una semana verdura y que luego le añada el pollo.
En resumen, que hojitas como las que entregan los pediatras debe haber cientos o miles en toda España y todas ellas diferentes.
No vamos a decir que unas estén mal y otras bien, simplemente hay que tener en cuenta que hay muy pocos estudios relativos al momento idóneo para ofrecer un alimento u otro y por tanto la mayoría de fechas que se ofrecen son simples recomendaciones fruto de hipótesis en torno al alimento y a los bebés.
Esto no es una crítica hacia las hojas de recomendaciones de los pediatras, ni mucho menos. El problema no es que existan, sino que se entreguen como si fueran mandamientos escritos en piedra y que muchas madres los acaben ejecutando al pie de la letra y entrando a menudo en conflicto con el bebé, que por A o por B no se está comiendo lo que el pediatra le ha dicho que debe comer.
Si observamos la literatura científica que habla de la alimentación complementaria (lo que dice la OMS/Unicef, AAP, ESPGHAN, AEPED, etc.) llegamos a la conclusión de que, cuanto más leemos, cuanto más intentamos abarcar más lejos quedamos de llegar a una conclusión sobre el mejor momento de ofrecer tal o cual alimento.
La mayoría de guías y recomendaciones van destinadas a evitar intolerancias y alergias y a proponer una oferta de alimentos adecuada a la edad para no sobrecargar el funcionamiento inmaduro de los sistemas digestivo y renal de los bebés.
El intestino de los bebés es muy permeable y permite el paso de moléculas de un tamaño determinado. A medida que pasan los meses la permeabilidad disminuye y ciertas moléculas que a una edad sí podían ser absorbidas, no pueden serlo más adelante.
Esto quiere decir que muchos alimentos tienen un momento más o menos recomendable para ser ofrecido a un bebé, ya que si se hace precozmente puede ocasionar intolerancias o alergias al absorberse de manera inadecuada (pasan moléculas que no deberían pasar).
Cada cultura, cada población y cada familia tiene unas costumbres propias que difieren de las de los demás. Esto quiere decir que lo que en España puede ser lo más lógico, en otro país puede ser tremendamente criticado y viceversa.
Desde Bebés y más, hablaremos de estas recomendaciones y explicaremos de la manera más detallada posible cada una de ellas para que cada familia elija lo que considere mejor.
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