Yo no soporto las multitudes. El bullicio me agobia y la gente desconocida me molesta que se tomen demasiadas confianzas. Y hay bebés que son también menos sociables de primeras y se ponen nerviosos si mucha gente monta alboroto o lo cogen. Para estos niños y sus padres las Navidades pueden ser una época de especial tensión y mi consejo navideño de hoy es para ellos. Y quede claro, me gustan los niños ariscos.
Es difícil, a veces, hacer entender a los amigos y familiares que vuestro hijo se angustia si hay mucho ruido, conversaciones en voz alta, jaleo y bullicio. También puede costar explicar que el niño no es ningún maleducado si es más tímido y no le gusta que lo besuqueen y cojan personas con las que no tiene confianza ni ha establecido un vínculo sólido por mucho que sean de la misma sangre.
Lo primero, es explicarlo. No todas las personas ni todos los niños somos iguales. Hay niños que se ponen a llorar si hay un ambiente de ruido o algarabía, y más todavía si la cena es a hora muy tardía o si alguien discute en voz alta de esos temas polémicos que pueden surgir en la mesa.
No pasa nada si a vuestro hijo no le gustan las multitudes. No es malo que un niño necesite irse a dormir a las ocho y va a pillar un berrinche si lo forzamos a estar en el centro de la fiesta. No pasa nada si a vuestro hijo le afecta el jaleo o le pone nervioso un exceso de gente.
Y desde luego el niño no tiene que estar tan contento si cualquiera lo toma en brazos y le hace carantoñas si el no quiere. Más todavía si en la reunión familiar se junta mucha más gente de la que el niño está acostumbrado a tratar o si vienen familiares a los que no ha visto nunca. No tiene que darle besos a nadie si no quiere. Y tiene derecho a ser tímido y tener su propio ritmo de socialización y temperamento.
Por supuesto, si el bebé llora cuando lo llevéis a ver a los Reyes Magos o la Cabalgata, a casita directos, que no hay que obligarlo a pasarlo mal. Si le encantan, genial, si le asustan, pues no pasa nada.
No voy a hablar ahora de los comentarios sobre la teta, el que el niño esté enmadrado, el que tenga que estar en el carro y no en brazos, el chupete o cualquier otra cosa con la que algunos papás se encuentran debatiendo sin querer en la cena navideña o, peor, soportando que alguien le haga comentarios desagradables al pequeño.
Mi consejo navideño para los papás de bebés que no soportan las multitudes es que recordéis en todo momento vuestra prioridad: vuestro hijo tiene derecho a ser entendido y respetado. Y si los que os rodean son algo duros de entendederas, poned antes las necesidades de vuestro hijo, su tranquilidad y su felicidad, que el quedar bien y las convenciones sociales.
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