Cinco grandes mitos del autismo desmontados por la ciencia

Los trastornos del espectro del autismo (TEA) son trastornos de origen neurobiológico relacionados con el desarrollo del sistema nervioso, que afectan a uno de cada 100 niños, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Aunque cada vez se va conociendo más sobre el autismo, sigue circulando mucha información errónea sobre este espectro de trastornos que conviene desmontar y matizar, y por ello hoy os traemos cinco grandes mitos del autismo desmontados por la ciencia (aunque existen más).

¿Qué es el autismo?

Los trastornos del espectro del autismo engloban un grupo de trastornos que se caracterizan por dificultades en el área social y comunicativa, además de un patrón de intereses muy restringido, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).

Se calcula que entre el 33 y el 64% de las personas diagnosticadas con un TEA tiene reconocida la discapacidad, y según la OMS, un 50 % de personas con TEA padece también alguna discapacidad intelectual.

Cinco grandes mitos del autismo desmontados por la ciencia

1. Los padres fríos emocionalmente pueden causar autismo

Un mito muy extendido, sobre todo hace unos años, es que la falta de cariño por parte de los progenitores, puede provocar autismo. Esto en la actualidad es un bulo completamente infundado, que deriva del siglo XX (1943-63), cuando el psiquiatra Leo Kanner describió el autismo con información acertada (pero también con información falsa que se sigue perpetuando en la actualidad).

Kanner, junto al experto en autismo Hans Asperger, investigaron este trastorno en personas de clase alta. Según sus propias conclusiones, en todos los casos los progenitores (y en especial las madres) se mostraban fríos en la educación de sus hijos. De hecho, acuñaron el término “trastorno autista del contacto afectivo”.

  • La teoría de las "madres nevera"

En 1949 Kanner publicó un artículo en el que señalaba que el autismo podía estar relacionado con una "falta genuina de calidez materna", pero fue el psicoanalista austriaco Bruno Bettelheim quien más se interesó por la tesis de las "madres nevera" y quien la popularizó.

Según esta teoría "las madres son demasiado ‘frías’ en su relación con el pequeño, no saben formar un vínculo adecuado de apego en las primeras etapas de la infancia temprana, lo que conduce a que la personalidad del menor se trastorne o no se desarrolle de una manera ‘normal’".

Por suerte, esta pseudoteoría fue desacreditada en la década de 1970, y actualmente se sabe que el autismo tiene un origen multifactorial, donde el desarrollo neurobiológico y la genética tienen fuertes implicaciones. Pero no, el estilo de crianza o el tipo de padres no puede generar, en absoluto, autismo.

2. Las vacunas pueden causar autismo

Actualmente, no existe evidencia en la literatura científica que relacione la vacunación con el desarrollo del TEA. Tal y cómo lo afirma Autismo España, se trata de un bulo que "procede de estudios que se han demostrado fraudulentos y tras los que había fuertes intereses económicos".

Existe consenso en la comunidad médica y científica de todo el mundo, que apoya la conclusión de que no existe evidencia que relacione la vacunación con el desarrollo de un trastorno del espectro del autismo. Si quieres más información sobre el tema, puedes consultar este documento de posicionamiento, elaborado por Autismo España y AETAPI.

3. El autismo se puede curar

Partiendo de la base de que el autismo no es una enfermedad y se cataloga como un trastorno en el DSM-5 (APA) (no es algo que se contagie o que pueda contraerse en un determinado momento de la vida, sino un trastorno de origen neurobiológico; la persona nace con autismo), no sería correcto afirmar que el autismo puede "curarse". Y, por otro lado, el autismo no desaparece nunca; es un trastorno crónico.

Esto no significa que el niño o la niña (o el adulto) con TEA no pueda mejorar su dificultades y adquirir estrategias efectivas para potenciar su capacidad de adaptarse al mundo, así como mejorar sus habilidades sociales. Y también se puede mejorar la calidad de vida de estas personas y potenciar su bienestar. Sin embargo, no existen "remedios milagrosos" para eliminar el trastorno.

4. A las personas con autismo sólo les gusta estar solas (o no les gusta interactuar)

Este es otro mito asociado al autismo, también desmontado por la evidencia científica, ya que no siempre es así; no siempre las personas con autismo quieren estar solas. Lo que ocurre es que, debido a su falta de habilidades sociales, y a que la interacción social con otros les genera mucha angustia (porque no comprenden las señales sociales y no saben "manejarse" socialmente), pueden evitar el contacto social.

De esta forma acaban desarrollando ese rechazo social, pero no siempre es porque "disfruten" estando solas. E insistimos, esto no significa que no tengan interés en los demás.

Así, las personas con TEA pueden tener interés en las relaciones sociales (incluso, ¡ser cariñosas!), pero sus diferencias en la comprensión y el manejo de este tipo de situaciones, dificultan que establezcan relaciones sociales con otros.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que el TEA también conlleva hipersensibilidad sensorial, por lo que estas personas pueden sentirse incómodas con el contacto social (por ejemplo cuando intentan tocarles, en sitios con mucha gente, etc.).

5. Las personas con autismo son agresivas

La agresividad no es, de por sí, una característica asociada al autismo. De hecho, las investigaciones actuales especifican los casos (concretos) en los que sí aparece agresividad en autismo. Y que no sea una característica asociada, no significa que haya algunos niños con autismo que presenten conductas agresivas, pero no es una característica intrínseca (o adherida), sí o sí, al trastorno.

Cuando aparecen estas conductas agresivas, suele ser por una falta de lenguaje (habitual en niños con autismo grave y/o discapacidad intelectual asociada), que dificulta que puedan expresarse por esta vía más adecuada.

La agresividad también puede deberse a su ansiedad social y a sus dificultades para adaptarse a un mundo social, o a su hipersensibilidad sensorial, situaciones que generan frustración y que pueden traducirse en trastornos de conducta. Esto sucede más en la infancia que en la adultez.

Así, la canalización de emociones como la rabia, que se realiza de forma inadecuada a través de la conducta, podría realizarse de forma más adecuada si contaran con un apoyo personalizado que respondiera a sus necesidades y particularidades.

Conocer el autismo de verdad

De esta forma, y aunque se hayan producido grandes avances, sabemos que aún queda mucho camino por hacer en el terreno del autismo, para poder acompañar a estos niños que un día serán adultos, a los profesionales que los atienden (como profesores, terapeutas...) y a sus familias.

Y un primer paso puede ser empezar a desmontar mitos asociados y visibilizarlo como realmente es, es decir, acercar este grupo de trastornos a la sociedad, de forma realista y empática.

Foto | Portada (Freepik)

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