No siempre comemos cuando tenemos un hambre real, sino que a veces, lo hacemos como forma de "tapar" ciertas emociones, buscando una vía de escape a emociones incómodas o desagradables, que no queremos experimentar.
Esto es especialmente frecuente entre los adolescentes, una estrategia muy inadecuada que puede conllevar problemas de salud física y mental a largo plazo.
Así, hablamos del hambre emocional, que implica utilizar la comida para evitar una emoción desagradable, llenar un "vacío" o sentirnos mejor, eso sí, sin tener un hambre fisiológico real (el hambre saludable). En otras palabras; conlleva tratar de satisfacer una necesidad emocional a través de la comida.
¿Cómo ayudar a los adolescentes a diferenciar estos dos tipos de hambre? Y ¿cómo ayudarlos a encontrar una forma más saludable de comer y de gestionar sus emociones?
Causas del hambre emocional: ¿qué nos lleva a comer así?
Antes de nada, es importante saber qué lleva a los adolescentes a comer de esta forma, a través de sus emociones y no desde sus necesidades físicas reales.
Básicamente, lo que quieren es "huir" de sus propias emociones (o de la ansiedad), buscando una forma de canalizarlas, eso es, a través de la comida. Así, lo que buscan es gestionar algo que les cuesta experimentar, como:
- Ansiedad
- Tristeza
- Sentimiento de culpa
- Nervios
- Emociones desagradables en general (tienen poca tolerancia a ellas)
- Sienten la necesidad de "llenar un vacío" (una sensación de vacío interno, a nivel emocional)
Consecuencias del hambre emocional
Las consecuencias a largo plazo de alimentarse en función del hambre emocional son innegables para la salud física y mental de los adolescentes. Entre estas consecuencias los expertos destacan:
- La aparición de un problema de conducta alimentaria importante, como sería un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) (anorexia, trastorno de atracones, bulimia...).
- La aparición de problemas de salud (sobrepeso u obesidad).
- El aumento de casos de ansiedad y depresión.
- El aislamiento social.
- Las dificultades para resolver conflictos o gestionar las emociones de forma saludable.
Hambre emocional: ¿cómo identificarlo y diferenciarlo del hambre físico?
Ahora que conocemos qué causa el hambre emocional y qué complicaciones conlleva, es importante que nuestros hijos adolescentes aprendan a diferenciar el hambre emocional del hambre físico, fisiológico o real.
Para ello, existen algunas pautas que pueden ayudarles y que deben tener en cuenta para hacer tal diferenciación.
Diferencias entre el hambre emocional y el hambre real
En realidad, hablamos de las diferencias entre el hambre emocional y el real, que son:
- El hambre emocional es repentino, mientras que el hambre fisiológico es gradual y paulatino.
- El hambre emocional no se satisface al sentir plenitud; en cambio, el hambre fisiológico termina al estar satisfecho.
- El hambre emocional es urgente; en cambio, el hambre fisiológico puede hacerse esperar (no conlleva sensación de "urgencia").
- El hambre emocional genera sentimientos negativos al acabar, mientras que el hambre fisiológico no lo hace.
- El hambre emocional requiere de comidas específicas (se nos antoja "X" tipo de comida, normalmente, comida calórica y/o ultraprocesada), mientras que cuando tenemos hambre fisiológico, estamos abiertos a diferentes opciones.
¿Cómo gestionar las emociones de forma más saludable?
Sucumbir al hambre emocional es una estrategia inadecuada de gestión emocional, que lleva a los adolescentes a comer en función de su estado de ánimo, y no en función de su fisiología real.
Por ello, es importante que aprendan a cambiar esta estrategia por otras más saludables y adaptativas. ¿Cómo ayudarlos, como padres, a lograrlo? Algunas recomendaciones que os proponemos son:
Identificar emociones, sensaciones y pensamientos
El primer paso será ayudarles a identificar sus emociones, ponerles nombres, identificar cómo se sienten a nivel físico en ese momento (qué sensaciones tienen), mental (qué pensamientos les vienen a la cabeza) y emocional (qué emociones sienten).
Eso sí, lo más importante aquí será la parte emocional; ¿qué emoción están experimentando, la cuál les lleva a tener la sensación de "hambre"?
Identificar los desencadenantes
Los desencadenantes de las emociones, al contrario de lo que se suele creer, no son las situaciones vividas, sino cómo interpretamos tales situaciones (es decir, el filtro que usamos para interpretar y analizar la realidad).
Que nuestros hijos aprendan a identificar y reconocer qué desencadenantes activaron las emociones que viven de forma incómoda, las cuales les llevaron a comer a través de este hambre emocional, les ayudará a tomar consciencia de lo que les ocurre para poder cambiarlo.
Generar pensamientos alternativos más realistas
Por otro lado, es importante que tus hijos aprendan a generar pensamientos alternativos más realistas y objetivos sobre su realidad (aquellos que les hace interpretar las cosas de una determinada manera).
Esto les ayudará a no llegar a experimentar estas emociones de forma tan incómoda y desagradable (y a no llegar a sentir emociones tan extremas), lo que disminuirá la probabilidad de comer a través de este hambre emocional.
Encontrar estrategias alternativas de regulación emocional
Por otro lado, también deberán encontrar estrategias alternativas de regulación emocional (por ejemplo: escribir, el deporte, compartir lo que sienten con sus seres queridos, acudir a terapia, etc.).
Encontrar la solución del conflicto o aprender a tolerar el malestar
Finalmente, y relacionado con el punto anterior, sabemos que los adolescentes deberán encontrar la solución a sus conflictos, y en otras ocasiones, simplemente deberán aprender a tolerar el malestar que sienten (una estrategia de regulación emocional que puede ser adecuada).
Ese malestar se irá disipando, pero antes, deberá ser transitado. Evitar experimentarlo es lo que les lleva a comer así, y por lo tanto, lo que alimenta el círculo vicioso.
Hambre emocional: ¿cómo acompañar a nuestros hijos?
Hemos conocido algunas estrategias de regulación emocional que pueden ayudar a los adolescentes a conocerse mejor a sí mismos y a canalizar sus emociones de forma más sana, para evitar que se dejen llevar por el hambre emocional.
Pero hasta llegar ahí, nuestros hijos deben sentirse escuchados y comprendidos, ya que llegar a este hábito tan insano también les genera malestar, y a veces lo único que necesitan es comprensión. Por ello:
- Valida sus emociones cuando tengan la tentación de comer desde esa carencia emocional; no las juzgues, tan solo escúchalas.
- Pregúntale abiertamente; ¿hay algo que te preocupe? Anímalo a diferenciar ese hambre del hambre real.
- Pon en práctica la escucha activa; seguro que hay mucho que quiere contarte.
- Cultiva la confianza mutua y la comunicación asertiva y honesta (debe sentir que hablar contigo es un "refugio").
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