Cómo pasé de ser políticamente correcta a decir lo que siento sin caer antipática. Hay un método que siempre funciona

Cómo pasé de ser políticamente correcta a decir lo que siento sin caer antipática. Hay un método que siempre funciona
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Ser políticamente correctos tiene sus ventajas, para qué vamos a negarlo; evitas conflictos, no te metes en 'berenjenales', caes mínimamente bien a las personas (no siempre a todas, por supuesto) o incluso, pasas desapercibido. Pero al menos, 'no te mojas' en temas turbulentos y quedas bien.

Sin embargo, una cosa es ser educados y la otra es nunca, nunca, decir nada 'fuera de lugar'; y actuar siempre así también cansa. A mí me pasaba. Hasta que encontré un método para empezar a decir lo que sentía pero de forma respetuosa, sin llegar a resultar desagradable.

Porque no, no hace falta decirlo todo siempre, pero comunicar lo que sentimos también es una forma de ser libres y auténticos en nuestras relaciones. Y yo me pregunto: ¿por qué siempre debemos 'quedar bien'? Descubre de qué método se trata.

El método: La técnica del "filtro emocional flexible"

Este método es relativamente sencillo; es una forma de actuar en nuestras interacciones, que consiste en aplicar un filtro flexible entre lo que sentimos y lo que decimos, asegurándonos de que, aunque expresemos nuestra verdad, lo hagamos con una sensibilidad ajustada al contexto y a la persona que tenemos delante. Te explico cómo funciona a través de tres pasos clave:

1) Reconoce y acepta lo que sientes: escúchate y reflexiona

El primer paso es básico pero esencial: darte el espacio para sentir lo que realmente piensas o sientes en una situación. A menudo, queremos tapar nuestras emociones para evitar conflictos o incomodar a los demás, pero esa represión acaba por desdibujar nuestra autenticidad.

Y ojo, que no se trata de explotar o de soltar lo primero que nos pasa por la mente, sino de ser consciente de lo que sentimos. "Me molesta esto", "me hace sentir incómoda", o "no estoy de acuerdo". Es importante que primero tú lo entiendas.

2) Evalúa bien el momento y la persona: ¿es necesario decir X, ahora...?

El segundo paso del filtro emocional flexible es ajustar lo que sientes al momento y a la persona. No todo lo que piensas o sientes tiene que decirse en cualquier momento (o en algún momento; a veces ni siquiera hace falta decirlo) o a cualquier persona. Aquí entra en juego la flexibilidad.

Antes de hablar, pregúntate: ¿Es el momento adecuado? ¿La persona que tengo delante puede gestionar bien lo que voy a decir? (Aquí puedes aplicar la regla de los dos minutos; si no es algo que pueda cambiar en los próximos minutos, mejor no decirlo). ¿Es algo que realmente necesita ser expresado ahora o puede esperar? ¿Realmente tengo que decirlo? ¿Qué aporta lo que voy a decir?

Por ejemplo, si en una reunión de trabajo alguien hace un comentario que te molesta, en lugar de responder al instante, puedes guardar esa emoción y expresarla en privado a la persona involucrada más tarde, cuando no esté el equipo entero. El método no te invita a reprimir, sino a ajustar la forma y el momento para ser más efectiva y respetuosa, tanto contigo misma como con los demás.

3) Elige cómo expresar lo que sientes: aplica la asertividad y el respeto

Una vez que decides que es el momento adecuado (y si es necesario o no decirlo), el siguiente paso es elegir las palabras. Aquí es donde reside la clave para no caer en la trampa de parecer antipática. Utiliza la asertividad como tu principal herramienta. La asertividad no es agresiva ni pasiva, simplemente es clara y directa, pero sin herir.

Un truco que siempre me funciona es utilizar "yo" en lugar de "tú". Por ejemplo, en lugar de decir "¡Es que tú siempre haces lo mismo!" (lo cual suena acusatorio y defensivo), puedes optar por algo como: "Yo me siento frustrada cuando esto sucede". De esta manera, expresas tus emociones sin atacar directamente a la otra persona, y esto reduce la posibilidad de que te perciban como antipática.

No siempre caerás bien, y no pasa nada

A lo largo de este proceso, algo que tuve que aceptar es que, por más cuidado que pongamos en cómo expresamos lo que sentimos, no siempre caemos bien. Y está bien. Somos seres humanos, con diferentes perspectivas y emociones, y es imposible gustarle a todo el mundo.

De hecho, uno de los grandes aprendizajes es entender que si todos están de acuerdo contigo todo el tiempo, es probable que no estés siendo del todo auténtica o sincera.

Y una vez que me permití esta libertad de no buscar siempre la aceptación, me sentí mucho más libre. La gente que realmente valora una relación sincera lo apreciará, y quienes no lo hagan, simplemente no son compatibles contigo. Y eso es parte del proceso natural de las relaciones.

En definitiva, este método nos ayuda a decir lo que sentimos sin miedo a incomodar, pero sin perder de vista la empatía. La clave no está en decir siempre lo que piensas sin filtro alguno, sino en saber cuándo y cómo hacerlo de manera que tus palabras reflejen lo que sientes sin dañar ni generar conflictos innecesarios. ¿Te animas a probarlo?

Foto | Portada (Película Amélie, 2001)

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