Cómo tratar con personas orgullosas que no dan el brazo a torcer, según la psicología

Personas orgullosas hasta la médula, que jamás reconocerán que se equivocaron, que no ceden, muy alejadas de la flexibilidad mental y, en definitiva, que no dan su brazo a torcer... ¿Te viene alguien a la cabeza? Si tienes a una de estas personas cerca, esto te resonará.

Probablemente sientas que es agotador estar en una conversación con ellas, ¿verdad? Y es que tratar con personas orgullosas puede sacarte de tus casillas, sobre todo porque a veces estas personas nos hacen conectar con nuestro propio orgullo.

Sin embargo, si aplicamos unas sencillas pautas, podemos llegar a tratarlas y a que un conflicto con ellas no se convierta en un drama. ¿Cómo hacerlo? Atento a estas estrategias clave y a estos ejemplos.

1) Indaga y entiende: ¿de dónde viene ese orgullo?

El orgullo, más que una actitud de "yo siempre tengo la razón", suele ser una coraza para protegerse. Muchas personas no ceden porque sienten que cometer un error o cambiar de opinión las hace ser débiles o menos válidas. Detrás de esa dureza, suele haber inseguridad o miedo a sentirse juzgados. Entender esto nos puede ayudar a tomarnos las cosas desde otro lugar más calmado (y relativizar también nosotros).

Ejemplo: Piensa en ese amigo que siempre está a la defensiva. Puede que, de pequeño, sus padres le criticaran todo lo que hacía, y ahora, como adulto, no soporte la idea de quedar mal ante los demás.

2) No te lo tomes como algo personal (o será peor)

Uno de los errores más comunes es pensar que esa persona orgullosa te está atacando o faltando al respeto. Pero no es así. Muchas veces, esa terquedad no tiene nada que ver contigo, sino con ellos y su forma de protegerse. Si te lo tomas como un ataque, te enganchas en la discusión, y eso solo empeora las cosas.

Ejemplo: Imagina que discutes con tu pareja porque no admite que se equivocó al olvidar algo importante. En lugar de sentirte herido o ignorado, piensa que tal vez su necesidad de no ceder tiene más que ver con sus miedos que con una falta de consideración hacia ti.

3) Ármate de paciencia y escucha (cuando sea posible)

Si te pones a insistir para que la otra persona ceda, probablemente se ponga aún más firme en su posición. Lo que suele funcionar mejor es tener paciencia y, sobre todo, escuchar (aunque a veces no se pueda, y tampoco pasa nada).

Cuando la otra persona se siente escuchada y valorada, baja un poco la guardia. A veces, solo necesitan sentirse comprendidos para aflojar un poco. Sin embargo, si no consigues tener paciencia y/o se te acaba a ti, tampoco te sientas culpable. También tienes derecho a que todo esto te moleste, y no pasa nada.

Ejemplo: En una reunión de trabajo, uno de tus compañeros se niega a aceptar una idea que todos ven como la mejor opción. En lugar de presionarlo, prueba a decirle: "Cuéntame, ¿qué te preocupa de esta idea? ¿Cómo lo harías tú?". Aunque esto no te asegure nada, al darle espacio para expresarse, es posible que deje de sentirse acorralado.

4) No la confrontes directamente

¿Sabes cuando la cosa se pone tensa y parece que ya nadie va a dar su brazo a torcer? Lo peor que puedes hacer en ese momento es seguir chocando. Lo ideal es cambiar el enfoque o hacer una pequeña pausa para que las emociones bajen un poco de intensidad. A veces, cuando todo está demasiado cargado, cambiar de tema o distender la conversación ayuda a que luego las cosas fluyan mejor.

Ejemplo: Si estás discutiendo con un familiar sobre un tema que os tiene muy polarizados, prueba a decir algo como: "¿Qué tal si dejamos esto aquí por un momento y hablamos de otra cosa? Luego lo retomamos con más calma". Al tomar distancia, la persona tiene tiempo para relajarse y puede estar más abierta a hablar después.

5) Dale una salida 'digna', negociando

A veces, las personas orgullosas no ceden porque no quieren quedar mal. Tienen miedo de que si admiten que están equivocadas, se vean como débiles.

Una buena técnica es ofrecerles una salida que les permita "salvar la cara". Frases como "Entiendo tu punto de vista, ¿y si buscamos un término medio?" o "Creo que ambos tenemos razones válidas, ¿cómo podemos combinar nuestras ideas?" les ayudan a sentir que no están perdiendo, sino colaborando.

Ejemplo: Si estás discutiendo con alguien sobre cómo organizar una fiesta, y esa persona no cede, podrías decir: "Veo que ambos queremos que salga bien. ¿Qué te parece si mezclamos algunas de tus ideas con las mías?".

Foto | Portada (Freepik)

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