Cuando me equivoco ya no me fustigo: así cambié mi diálogo interno por uno más positivo y mejoré mi autoestima

Cuando me equivoco ya no me fustigo: así cambié mi diálogo interno por uno más positivo y mejoré mi autoestima
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Si lo pensamos, somos las personas con las que más hablaremos a lo largo de toda nuestra vida; sí, nosotras mismas. Sin embargo, a menudo nos hablamos muy mal; juzgando, criticando y castigando nuestros errores. Yo también lo hacía, hasta que me di cuenta de lo mucho que impactaba este hábito en mi autoestima.

¿Te sientes identificada? En mi caso, me ayudó empezar a tomar conciencia de ello y a hablarme con un poco más de autocompasión y cariño, transformando mi diálogo interno en uno más realista, objetivo y constructivo. Así lo empecé a hacer y así este hábito mejoró mi autoestima.

1) Identifico cómo me estoy hablando

Poco a poco me fui dando cuenta de que mi voz interior no era precisamente mi mejor amiga. Cada error, por pequeño que fuera, desencadenaba una avalancha de críticas. Si metía la pata en el trabajo, mi cabeza era una fiesta de autocrítica ("otra vez te has equivocado", "no haces nada bien"...).

O si decepcionaba a una amiga, me lo recriminaba constantemente ("siempre haces igual", "ya te vale"...) ¿Te resuena? Identificar este patrón es el primer paso para cambiarlo.

2) No me creo todo lo que me digo

No, no es cierto todo lo que pensamos. Y tampoco, todo lo que nos decimos. Pero para ello, tienes que poner atención y conciencia, y empezar a cuestionar esos pensamientos. Así, cuando te critiques de forma desmesurada, cuando seas injusto contigo o cuando "te riñas" en exceso, pon el freno. Trata de cuestionar esos pensamientos.

Por ejemplo, si ante un error te dices "qué desastre soy, es que lo hago todo mal", hazte estas preguntas: "¿realmente soy un desastre por haberme equivocado en esto, o es simplemente que esto en concreto no lo he hecho bien?", "¿realmente lo hago todo mal?". Verás como no es cierto y cómo puedes empezar a hablarte de forma un poco más realista y constructiva.

3) Me hablo con autocompasión

La autocompasión es la habilidad para reconocer nuestro dolor y para responder a él de una forma constructiva; nos permite ofrecernos a nosotros mismos aquello que necesitamos. Si quieres activarla, trata de pensar en cómo le hablarías a alguien a quien quieres mucho.

Así, por ejemplo, si algo no me ha salido bien, en lugar de juzgarme o criticarme, ¿por qué no me digo a mí misma que tal vez hoy estoy muy cansada y que necesito descansar? "Mañana será otro día", "cuando haya descansado lo volveré a intentar...". Cómo cambia hablarnos así, a hacerlo con juicios, ¿verdad?

Al fin y al cabo, todos tenemos nuestros días malos, y ser demasiado dura conmigo misma no ayudaba en absoluto. Por ello, en lugar de criticarme, empecé a darme cariño y comprensión.

4) Me fijo también en lo bueno

Esto también me ayudó mucho; dejar de centrarme en mis errores para ver todos los avances que también había logrado (y que menospreciaba). Me di cuenta de que, después de tener un día estupendo, si algo no salía como yo esperaba, me lo recriminaba y eso acababa contaminando mi día. ¡Por una tontería!

Así que, en lugar de ello, empecé a centrarme en lo que sí había funcionado: "tal vez he tenido una discusión con mi pareja al final de la excursión, pero hemos sido capaces de pasar toda la mañana sin reproches y teniendo una comunicación muy sana". Y esto, lo he aplicado también a mi diálogo interno en general.

5) Rescato tres acciones positivas cada día

Finalmente, otra cosa que me ha ayudado a cambiar mi diálogo interno por uno más positivo es "rescatar" tres acciones que demuestren que me estoy tratando bien, con autoestima, y me los recuerde o los escriba en una libreta. Así, se trata en ver también las cosas que "ya hacemos bien" y no tanto en tratar de cambiar "las que no hacemos bien".

Por ejemplo, estas cosas podrían ser; haberme ofrecido un rato de calma por la mañana tomando mi café y encendiendo una velita aromática, sin prisa; haber celebrado el haber entregado ese trabajo a tiempo, o decir "no" a esa quedada que no me apetecía nada hacer.

Recuerdo esas acciones, las escribo y veo cómo me he hablado en cada una de ellas; y si no es de forma compasiva, trato de darle una vuelta y de reescribir mi diálogo interno en cada uno de esos momentos (para la próxima vez).

Foto | Portada (Película Amélie, 2001)

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