Cuando Ana Gray, madre soltera de Napier (Nueva Zelanda) abrió su buzón al día siguiente de Año Nuevo, se encontró una nota de enfado anónima, escrita a mano:
"Si no haces que ese niño deje de gritar, llamaré a los Servicios Sociales y te denunciaré. Todos nos enfermamos con los gritos, y también llamaremos al propietario".
Ese niño es Wiremu, el hijo de siete años de Ana, diagnosticado de autismo y retraso en el desarrollo general hace cinco años. Gritar es su manera de enfrentarse al mundo. Pero parece que no todo el mundo lo entiende o quiere entenderlo.
Una situación difícil
La madre de Wiremu sabe que los gritos ponen nervioso a la gente. También la pone de los nervios a ella y tiene que lidiar con eso todos los días. Pero la nota anónima ha añadido estrés a una situación ya de por sí difícil.
Como la carta no estaba firmada, no tiene forma de saber qué vecino la envió, explica al diario New Zealand Herald:
"Hubiera preferido que me hubieran hablado cara a cara para poder explicar nuestra situación. Es muy difícil lidiar con todo yo sola."
Ana es madre soltera y tiene otros tres hijos. Vive en este piso desde hace ocho meses y asegura que su casero conoce el disgnóstico de su hijo y nunca ha planteado problema alguno. Aún así, reconoce que su hijo "se ha vuelto más difícil de manejar, pero no hay nada que pueda hacer al respecto".
Como explica el periódico neozelandés, pidió disculpas por el comportamiento del niño a sus vecinos en las redes sociales y explicó que "solo intentamos vivir la vida día a día con la esperanza de que las cosas mejoren para nosotros", porque ha pedido ayuda y confía en que llegará pronto. Y añade que:
"Entiendo por qué mis vecinos se quejan, es muy ruidoso y tiene arrebatos casi todos los días".
Por eso explica que pasan mucho tiempo en casa, porque llevarle a cualquier parte es complicado: "Grita todo el tiempo y la gente se queda mirando, dice cosas en voz baja y se queja".
Pero nosotros nos quedamos con este comentario de Ana Gray como conclusión final:
Porque nos resulta difícil comprender que exista alguien que no entienda las dificultades que implica el autismo y no sientan respeto ni por el niño ni por su familia.
Vía | New Zealand Herald
Fotos | iStock
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