Sin el cerebro no tendríamos identidad, autoconciencia o memoria. Se trata de un órgano importantísimo, necesario para la vida, altamente complejo y delicado, que experimenta cambios a medida que crecemos. En la adolescencia, época ya de por sí llena de cambios, el cerebro aún se encuentra en desarrollo.
Y tal vez entender cómo funciona el cerebro de los adolescentes puede ayudar a los padres a comprender muchos de los comportamientos de sus hijos que transitan por esta etapa. Hablamos de algunos de estos cambios y de las características del cerebro adolescente; ¿qué impacto tiene todo esto en la conducta?
Crecimiento y madurez del cerebro adolescente
Según el National Institute of Mental Health, el cerebro alcanza su mayor tamaño en la adolescencia temprana. En el caso de las niñas, esto ocurre a los 11 años, y en los niños alrededor de los 14. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la inteligencia.
Así, en esta etapa deja de crecer, pero sigue madurando. Y esta madurez la alcanza a los 25-30 años, aproximadamente. Pero ojo, esto no significa que el cerebro no pueda seguir haciendo cambios, gracias a su plasticidad.
Reorganización de conexiones neuronales
Durante la maduración del cerebro parte de la materia gris se transforma en materia blanca. Así, aparecen nuevas conexiones, desaparecen otras y ciertas conexiones se reorganizan.
Se produce la llamada "poda neuronal", un proceso en el que se desechan todas las conexiones que ya no son útiles y que por el desuso se han ido deshabilitando.
Corteza prefrontal y rebeldía
La maduración del cerebro se produce por áreas, y la corteza prefrontal es la última región en madurar. Esta área es la que tiene que ver con la inhibición o el control de impulsos, la toma de decisiones, la planificación, el razonamiento, la cognición social o la expresión de la personalidad.
Así, esta área es la que posibilita controlar los impulsos y utilizar la capacidad de juicio; por eso el hecho de que sea la última área en madurar, explica que los adolescentes muchas veces cometan imprudencias o conductas rebeldes. Esto también es debido a que su cerebro está en un período sensible y muchas funciones aún se están consolidando.
Un desajuste entre la emoción y la razón
En relación al último punto explicado, los estudios más recientes señalan que los comportamientos temerarios presentes muchas veces en adolescentes surgen por un desfase de maduración entre dos áreas.
Estas dos áreas son: 1. el sistema límbico, responsable principal de la vida afectiva (emociones), según un trabajo de la Universidad del Cauca, y 2. la corteza prefrontal, responsable del control de los impulsos y del comportamiento juicioso, como ya hemos visto.
Sabemos que el sistema límbico es más maduro que la corteza prefrontal en la adolescencia (que sigue experimentando cambios hasta los 20 años). Esto explica que los adolescentes se muevan mucho por emociones y no tengan tan desarrollada la capacidad para autorregularse o hacer uso de la razón.
Y también, que no pongan freno a sus impulsos o que adopten conductas de riesgo. Y si a todo esto le añadimos el hecho de que la pubertad cada vez se anticipa más, esto hace que estos años "críticos" de desajuste entre emociones y razón, sean más.
Cerebro, desarrollo de la identidad y emociones
Por otro lado, la corteza prefrontal también es la que posibilita la autoconciencia. Por ello durante la adolescencia empieza el desarrollo de la propia identidad (y su búsqueda).
Y esta zona también está vinculada con las vías de dopamina de otra área, el área tegmental ventral, dentro del sistema límbico. Este sistema, como hemos visto, está relacionado con las emociones, y cuando se activa lleva al adolescente a buscar nuevas experiencias y sensaciones.
Plasticidad del cerebro adolescente
Una característica del cerebro, y más concretamente, del cerebro adolescente, es su plasticidad. La plasticidad del cerebro (o neuroplasticidad cerebral) es aquella capacidad que tiene este órgano para cambiar su estructura y su funcionamiento a lo largo de la vida, como reacción a los cambios del entorno. Es decir, la capacidad para generar y reorganizar las conexiones entre neuronas.
Esto significa que el cerebro del adolescente está preparado para cambiar, adaptarse y responder a su entorno. Y gracias a esta plasticidad, el cerebro madura y el adolescente aprende. Hay algunas actividades que pueden favorecer todos estos procesos, como los retos mentales, el ejercicio físico o las actividades creativas.
De esta forma, el cerebro es plástico toda la vida, pero sobre todo cuando nacemos y durante la infancia y la adolescencia. Y esta plasticidad es favorable porque puede ayudar al cerebro a reducir los efectos de alteraciones estructurales producidas por patologías como el TDAH o la dislexia.
Pero a su vez, y si el entorno no es favorable, el cerebro adolescente también puede ser vulnerable, debido a que aún está madurando.
Vulnerabilidad a los problemas mentales y el estrés
Así, si bien es cierto que la plasticidad del cerebro adolescente es beneficiosa para muchas cosas, también lo es el hecho de que el cerebro adolescente, aún está en plena maduración, lo que hace que sea un cerebro vulnerable. ¿Por qué?
Porque está en continuo cambio, y si a esto se le suman los cambios físicos, emocionales y sociales propios de la adolescencia, es fácil intuir que el adolescente se encuentra en un estado de vulnerabilidad hacia las problemáticas de salud mental.
Por otro lado, debido a que el cerebro adolescente aún está en desarrollo, éste puede responder de forma diferente al estrés si lo comparamos con un cerebro adulto. Esto hace que, en un contexto desfavorable, puedan aparecer con mayor probabilidad trastornos relacionados con el estrés, la ansiedad y la depresión.
Serotonina y agresividad
Otro aspecto interesante de conocer en el cerebro adolescente son las sustancias que posibilitan que las neuronas se comuniquen entre sí, y por lo tanto, que permiten que el cerebro funcione adecuadamente. Hablamos de los neurotransmisores, sustancias, o mensajeros químicos, que transportan, impulsan y equilibran las señales entre las neuronas y las células en todo el cuerpo.
Una de estas sustancias, que tiene un papel relevante en el cerebro adolescente, es la serotonina. Este neurotransmisor, que a la vez es una hormona, gobierna las emociones y modula la ira, la agresividad y las tendencias violentas.
Pues bien, según un trabajo de Katia Dolle & Vicente Saavedra, cuando el niño entra en la prepubertad, se produce un déficit de serotonina que puede implicar un aumento en las tendencias violentas. Y este déficit puede contribuir a un comportamiento autodestructivo o violento en adolescentes, y empeorar las relaciones familiares o llegar a hacerlas extremadamente conflictivas.
Conocer su cerebro para entenderles mejor
Hemos visto algunos de los cambios (que no todos) más destacados que se producen en el cerebro adolescente. Su funcionamiento nos puede ayudar a entender a nuestros hijos, ya que al fin y al cabo somos seres biopsicosociales.
Esto quiere decir que tanto nuestra genética como nuestra biología (que incluye el cerebro), nuestras relaciones sociales, ambiente, psique, etc., son influencias que determinan nuestro comportamiento. Ni todo depende del ambiente, ni todo de la genética; el resultado al fin y al cabo se produce por la intersección (e influencia) entre ambos caminos.
Así que, si algún día te agobias pensando que no entiendes a tu hijo, procura ampliar tu mirada y ver que hay muchos factores en juego, especialmente su cerebro, y que para bien y para mal, esta etapa también pasará. Por ello, en la medida de lo posible, ¡intentemos disfrutar de esta etapa con ellos!
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