Pendientes sí, pendientes no

Hace un tiempo hablamos largo y tendido en Bebés y más sobre la decisión de poner o no pendientes a las niñas, y hoy lo rescato porque estos días se habla en mi ciudad del tema de los pendientes porque ahora hay que pagar para ponerlos.
 
Me explico: como ya sabréis la sanidad en Cataluña está cogida con pinzas, tan cogida con pinzas que se están eliminando cosas que antes entraban por la seguridad social, pasando ahora a ser de pago. Poner los pendientes a las niñas, en el Hospital de mi ciudad, cuesta cerca de 30 euros, cuando antes no había que pagar por ello.
 
Esto ha originado un debate acerca de la necesidad o innecesidad de poner pendientes a las niñas y de lo ético o poco ético que es hacerlo. Yo siempre digo lo mismo: cada cual que haga lo que quiera con sus hijas, pero yo si tuviera una no se los pondría.

“Qué tontería, nadie se acuerda de ese momento”

Muchas personas suelen responder esto cuando se les dice que les haces daño con los pendientes. La realidad es que es cierto, nadie se acuerda de ello. Sin embargo esto no hace que sea un argumento a tener en cuenta, porque tampoco se acuerdan los prematuros de su etapa en la incubadora y sin embargo los protocolos van encaminados a que oigan pocos ruidos, tengan poca luz y que en general reciban pocos estímulos innecesarios y pasen mucho tiempo con sus padres.

No se acuerdan los bebés del dolor del pinchazo en el talón (la prueba del talón, se le llama coloquialmente) y sin embargo no dejan de hacerse estudios buscando el método que ayude a los bebés a sufrir menos y llorar menos tiempo.
 
Es más, nos pasamos el día hablando en Bebés y más de la importancia de dar seguridad y cariño a nuestros hijos y de escuchar su llanto y sus quejas, atendiéndoles, y resulta que cuando tengan 10 años no recordarán lo rápido que acudíamos cuando eran bebés y lloraban.

Por otro lado, hay quien dice que los pendientes apenas duelen, porque hay bebés que no lloran ni se quejan. Es verdad, algunos bebés no se quejan, pero no porque no les duela, sino porque aún no son lo suficientemente maduros como para expresar dolor o llanto, pese a sufrirlo.

Digamos que neurológicamente son tan inmaduros, que muchos bebés sienten dolor, pero la respuesta lógica no llega (o tarda en llegar) porque el mensaje “dolor” en el cerebro tarda en provocar la reacción de queja en el bebé.

¿Por qué evitar entonces males innecesarios?

Pues por una razón muy simple: por respeto a la integridad de los bebés como personas. Porque aunque olviden, sufren y porque que no recuerden algo no nos da derecho a hacer con ellos, que son personas, lo que nos dé la gana. Además, puede que no recuerden un hecho concreto (recuerdo la noche del día 12 de noviembre, cuando me dejaste llorar), pero muchos malos momentos pueden hacer, sin ser recordados ninguno de ellos, que un niño crezca con una extraña sensación de malestar (no me acuerdo de nada, pero sé que no me gustaría volver a pasar por una infancia).

Pero poner un par de pendientes no es para tanto, ¿no?

Volviendo al tema de los pendientes, desde luego no es lo peor del mundo que se le puede hacer a una niña, pero es hacerle daño (y digo mi opinión) por una cuestión cultural e innecesaria. Es atravesar sus lóbulos auriculares simplemente para adornarlos con un objeto brillante. Es hacerle un piercing en cada oreja con pocos días de vida. Porque a mí por ejemplo, me gusta más en las chicas el pendiente en la nariz que en las orejas. ¿Qué pasaría si tuviera una hija y le hiciera un piercing en la nariz con 3 días de vida?
 
Es más, ahora está de moda que los chicos también llevemos pendientes. ¿Qué pasaría si a mi próximo hijo le hiciera un pendiente en cada oreja para ponerlo a la moda? Pues yo os lo digo, si le pusiera un piercing a una hija mía en la nariz me dirían de todo menos bonito, que pobre niña, que dónde voy, que me he pasado de moderno, que se le va a enganchar con cualquier cosa, que ese agujero se notará siempre, que… y si es un niño y le pongo pendientes me dirán que qué burrada gastarse el dinero para ponérselos a un niño, que es innecesario, que si quiere de mayor que se los ponga él, que parecerá una niña.
 
Pues bien, como una niña se diferencia de un niño en muchas más cosas que en los pendientes (no creo que haga falta que haga una lista, ¿verdad?), a mí me parece igual de innecesario ponerle pendientes a un niño que a una niña, así que entiendo que haya quien quiera seguir una tradición que consiste en hacer daño a los bebés para ponerles cositas brillantes en las orejas, pero yo no lo haría nunca. Si acaso, cuando creciera, que se lo hiciera ella cuando quisiera.

Foto | LisaW123
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