Cuando por fin somos padres la familia y los amigos quieren celebrar la llegada del nuevo bebé viniendo a visitarnos, conociendo al bebé, pasando tiempo con nosotros, comentando la jugada y, en ciertas ocasiones, cogiendo al recién nacido.
Algunos padres dudan si es lo más recomendable por el riesgo de que contagien algo al bebé y algunas madres (recalco madres, porque son las que más lo viven) sienten que están compartiendo una parte de su ser, algo que es suyo y que, en cierto modo, se está quebrantando, o no respetando, su intimidad. Por eso hoy quiero hablar de ello: una vez somos padres, ¿debemos dejar que las visitas cojan al bebé?
Contagio de enfermedades
Los bebés nacen con el sistema inmunológico muy inmaduro, llegan a casa con una o ninguna vacuna administrada y muchos de los adultos no siguen una higiene de manos lo suficientemente recomendable o no hacen caso de su sentido común. Me refiero a que las manos son fantásticas para contagiar a bebés, niños y mayores llevando en ellas virus y la nariz y la saliva son también fantásticos vehículos de virus, que deberían estar muy lejos de un bebé si no nos encontramos bien. Vamos, que si estás un poco resfriadillo, no cojas a un bebé nunca. Y si lo quieres coger y estás sano, lávate las manos primero.
No es una cuestión de higiene máxima ni de meter al niño en una burbuja, porque no te vas a esterilizar las manos, es una simple cuestión de prevenir lo que fácilmente se puede prevenir, como eliminar lo que traes de la calle de tus manos.
Compartiendo a mi hijo con personas que no conoce
Un bebé cuando nace sólo conoce a su madre. Sabe cómo habla, sabe cómo huele, sabe cómo sabe y, al verla, sabe cómo es. Al padre también lo conoce un poco porque sabe cómo habla, de oírlo dentro. Luego, además, con el pasar de las horas y los días lo conoce cada vez más.
Sin embargo, las abuelas, las tías, el primito, los tíos y los demás son todos desconocidos. Que sí, que son parte de su familia, pero el bebé no lo sabe, así que para él son extraños. Puede ser perfectamente normal y lógico que se sienta mal, incluso amenazado, en brazos de una persona cuyo olor, voz y presencia le sean desconocidos y un "pero cariño, no llores, que soy tu abuela", no hará que se sienta mejor (pobres abuelas, siempre acabo hablando de ellas).
Si esto sucede, como padres debemos tener claro que entre que sufra el bebé por ser cogido por extraños y entre que sufran los extraños por no dejarles al niño llorando tratando de que lo calmen infructuosamente, es mejor que sufran los extraños. Alargamos los brazos, "déjame, que se está poniendo nervioso, voy a ver si lo calmo", y lo retornamos a un lugar tranquilo y conocido del que, al parecer, no debería haber salido, el regazo de su madre (el del padre puede valer también, pero en situación de malestar agudo, el de mamá funciona mucho mejor).
Mi bebé soy yo, es mi intimidad
Además del posible llanto del bebé, que queremos evitar como padres porque no nos gusta verle sufrir, está el tema de la pertenencia, de la intimidad, de la posesión del bebé. Muchas madres, como he comentado, se sienten mal cuando otras personas cogen a sus bebés.
Es lógico. Es una criatura que se ha gestado nueve meses dentro de tu barriga y es totalmente lógico que te sientas con ganas de protegerle en todo momento y sin ganas de compartirlo porque es tu bebé y tú eres quien debe cuidarle. Debes amarle y él debe amarte.
Sabes que el día que nació le cortaron el cordón umbilical. Ese día os separaron al uno del otro. Sin embargo él estuvo ahí, contigo, en tu pecho, abrazados el uno al otro y aunque ese cordón físico se cortó sientes que hay algo, otro cordón imaginario, que aún os une y que hace que tú debas protegerle porque aún depende de ti, y mucho.
No es un sentimiento del todo racional. Sabes que aunque los demás le cogen no le va a pasar nada. Pero de tus entrañas, del corazón, de ese lugar en el que nacen los sentimientos más puros, los buenos y los malos, esos que crean un nudo en el estómago y en el pecho y que hacen que te cueste hasta tragar saliva, de ahí, nace esa extraña sensación que te hace querer levantarte y arrancar de los brazos de los demás a tu bebé. Porque es esto, tu bebé. Tuyo. Tuyo, porque eres tú. Nació de ti y es parte de ti. Nació de ti y aún no os habéis separado.
Por eso es normal que lo sientas y por eso es lógico que prefieras que los demás no lo cojan. La cabeza, tu parte racional, te dice que hagas de tripas corazón, que des un largo suspiro y que les dejes coger a tu bebé. Tu cuerpo te dice todo lo contrario.
¿Qué hacer entonces?
Pues háblalo con tu pareja, explícale cómo te sientes, por qué lo sientes y hazle saber que es normal, que ese bebé ha nacido de tus entrañas y que, aunque no es lo mismo, o no es exactamente lo mismo, de igual modo que no te gusta compartir a tu marido, no te gusta compartir a tu bebé.
Pasará el tiempo, el cordón que os une se irá haciendo más elástico, le conocerás más, te conocerá más, sentirás que de verdad está seguro en brazos ajenos, él probablemente lo sienta igual (o no, y de ser así su llanto servirá para volver a cogerle), pero esa sensación de entrometimiento irá desapareciendo. Hablo, claro, de esos momentos en que los abuelos quieran cogerlo, los tíos... la gente cercana. La más cercana al niño, los que más le conocen.
¿Los extraños? No, con los extraños no tenemos por qué sentir nunca esa confianza y con ellos no tenemos por qué sentirnos a gusto por compartirlo, probablemente porque nuestro hijo tampoco se sientan a gusto yéndose con cualquiera.
Así que, en resumen, no, no debemos compartir nuestros hijos con nadie si ello nos hace sentir mal. Vale más seguir los dictados del corazón que seguir a la razón. Al menos en esto vale más así. Con el tiempo aprenderemos a darle más libertad y autonomía a nuestro hijo, a dejarle relacionarse con otros adultos y otras personas. Hasta entonces, somos los responsables de él y sí, somos mamíferos y protegemos a nuestras crías, sobre todo las madres.
Foto | photosavvy en Flickr En Bebés y más | Las tres cosas que puedes pedir a las visitas en tu postparto, Profesionales que recomiendan que los recién nacidos no reciban visitas, La intimidad en el postparto es una necesidad normal