La alimentación de mis hijos es un tema que me preocupa especialmente, así que desde que eran bebés he procurado que sea lo más equilibrada, sana y variada posible.
Sin embargo, en ocasiones el entorno -familia, amigos, conocidos e incluso desconocidos- puede hacer tambalear el duro trabajo que muchos padres hacemos a diario para conseguir que nuestros hijos lleven unos hábitos alimentarios saludables.
Si te identificas con esta situación, es muy probable que también te sientas identificado con alguna de las situación que describiré a continuación. Por eso, de madre a madre (o padre) quisiera compartirte mi experiencia y algunos consejos que podrían ayudarte.
De los caramelos en la tienda, a las patatas fritas y la bollería en el parque
Una de las cosas que más me ha molestado siempre es ir a comprar con mis hijos a una tienda y que el dependiente acabe ofreciéndoles un puñado de caramelos, unas gominolas o un chupa-chups "por haberse portado tan bien".
A simple vista parece un gesto amable, pero me enfada que no se pregunte a los padres primero, ya que pueden ser muchos los motivos por los que estos no deseen que sus hijos tomen caramelos: porque no son saludables, porque el niño padezca alguna alergia alimentaria u otros problema de salud, porque tenga obesidad, porque sea muy pequeño y exista riesgo de atragantamiento, o simplemente porque si se come el caramelo quizá se quede sin apetito para la comida de después.
Cada padre tendrá sus motivos y deben ser respetados, sean cuales sean.
¿Qué puedes hacer para esquivar la situación?
Si tu peque no tiene ninguna contraindicación para tomar caramelos y esta situación no te sucede con frecuencia, quizá no veas mayor problema en que de vez en cuando disfrute del dulce que le han dado.
Pero si existen contraindicaciones, la situación se repite con frecuencia o simplemente no estás de acuerdo con ella, mi consejo es que lo hables con la otra persona y le expliques los motivos por los que no te gusta que ofrezca caramelos a tu hijo.
Piensa que tu explicación podría ayudarle a crear conciencia y comprender otra realidad que quizá desconocía (por ejemplo, en el caso de alergias alimentarias), y con ello cambiar su forma de actuar con otras personas.
Pero si no te apetece dar explicaciones, pide simplemente que te de a ti los caramelos en lugar de dárselos a tus hijos, y ya los repartirás tú después. A continuación, habla con tus hijos según consideres, pero nunca les mientas; es decir, no les digas que "luego les darás el caramelo" si no tienes pensado hacerlo.
Otra situación a menudo conflictiva tiene lugar en el parque a la hora de la merienda, cuando los niños comienzan a sacar de sus mochilas bolsas de snacks, batidos, zumos envasados o bollería.
- "¡Yo no quiero plátano! ¡Quiero una palmera de chocolate como la que está tomando mi amigo!" - me dijo hace tiempo mi hijo, con una mezcla de frustración y hartazgo.
En ese momento comprendí dos cosas:
La primera, es que la alimentación saludable en la infancia no debería ser cosa exclusiva de las familias, sino del conjunto de toda la sociedad. Es decir, si algunos padres no nos encontráramos solos batallando con este tema tan fundamental para la salud de los niños, sería más sencillo que todos los menores llevaran buenos hábitos alimentarios.
La segunda cosa que comprendí es que la alimentación saludable no tiene por qué ser aburrida, algo que -he de admitir- hasta ese momento en mi casa lo era.
Por eso, aquella situación me abrió los ojos y a partir de entonces comencé a ponerle más creatividad a las meriendas de mis hijos, y las brochetas de fruta con chocolate negro, las tostadas de pan integral con crema de cacahuetes o los bizcochos caseros empezaron a triunfar en el parque.
Aún así, reconozco que no es fácil ir a contracorriente con este tema, especialmente en una sociedad de prisas, en la que es más fácil comprar un bollo en el kiosco de la esquina que preparar una merienda saludable en casa, o en la que los cumpleaños y fiestas infantiles solo parecen tener razón de ser si se celebran con kilos de azúcar y comida insana.
¿Qué hacer cuando hay posturas opuestas dentro de la misma familia?
También hay otra situación que se da con más frecuencia de la deseada y que no siempre es fácil de abordar: cuando dentro de la misma familia hay distintas formas de tratar el tema de la alimentación infantil.
Por ejemplo, tu hijo se queda a merendar en casa de sus tíos o sus abuelos y cuando lo recoges te enteras de que en una sola tarde ha sobrepasado con creces las recomendaciones de la OMS de ingesta de azúcar al día. Otra situación similar la encontramos en el caso de padres separados con distintos criterios de alimentación.
Lo más recomendable es hablar con la otra parte sobre la importancia de ayudarte a velar por la salud de tu hijo a través de su alimentación, ofreciéndole pautas de compra, consejos para reducir el azúcar de la dieta o ideas de recetas saludables.
No obstante, y como reflexionábamos hace unos días, puede haber situaciones en las que prefieras "no librar esta batalla", y permitir que puntualmente (y siempre que no exista otro riesgo para la salud del niño) tu hijo "se salte la alimentación saludable", si con eso impides conflictos familiares.
En este sentido, si nuestros hijos nos ven comer sano, variado y equilibrado, si siempre tienen a su alcance alimentos saludables, si somos creativos con las recetas, si les incluimos en la planificación de los menús semanales, y si les inculcamos una relación positiva con la comida -haciendo de esta un momento divertido, familiar y entrañable- quizá no nos importe tanto flexibilizar ciertos límites en un momento dado.
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