El tráfico y otros transportes, el ocio urbano, las obras... Vivimos rodeados de sonidos no precisamente muy agradables, los ruidos. La Organización Mundial de la Salud señala que existe una relación directa entre el exceso de ruido y el aumento de enfermedades cardiovasculares, la aparición de pérdida de audición, alteraciones psicológicas o problemas cognitivos en las personas. Los niños, más sensibles al ruido, no están exentos de estos riesgos.
Según el Informe “Ruido y Salud” un 20% de la población española está sometida a un nivel de ruido que puede afectar a su salud, algo que se puede extrapolar a otros países. Muchas personas conviven con niveles de ruido que sobrepasan los niveles considerados adecuados para la salud humana y otras muchas están sometidas a índices menores, pero que también pueden causar molestias en la salud si se prolongan en el tiempo.
La Comisión Europea de la Organización Mundial de la Salud estima que por culpa del ruido cada año los europeos pierden 1,6 millones de años de vida saludable y en concreto 45.000 años de vida saludable por el deterioro cognitivo producido por ruido ambiental en niños. Este cálculo se realiza combinando los años potenciales de vida perdidos por muertes prematuras y los años equivalentes de vida saludable no disfrutados por tener un estado de salud deteriorado.
Pero si vamos a ejemplos más tangibles, los efectos de los ruidos fuertes en la salud de los niños pueden ir desde la pérdida de audición a los trastornos del sueño. Y el ruido nos afecta ya antes de nacer, cuando el sentido del oído ya se desarrolla. Un entorno ruidoso puede alterar la salud del feto, provocando pérdida auditiva o retraso en el crecimiento, si la madre ha estado expuesta a ruido crónico durante el embarazo.
Los recién nacidos también son muy sensibles y conforme crecen, es probable que estemos menos pendientes de los ruidos que les afectan a los niños. La contaminación acústica en el entorno es un factor ambiental que nos molesta y perjudica al bienestar, afectando también a la capacidad de atención, a los niveles de estrés, nerviosismo o irritabilidad.
Está comprobado que vivir rodeados de ruido también puede provocar trastornos del aprendizaje y de la memoria, disminuye la motivación y rendimiento, perjudica la atención lectora y la resolución de problemas... Aquellos niños que viven en hogares ruidosos suelen presentar un menor desarrollo cognitivo, del lenguaje, pueden sufrir déficits de atención y pueden aparecer efectos negativos en su autoestima o generar ansiedad.
Por ello, en el caso de los niños, es importante que las escuelas estén bien aisladas para evitar la exposición a lugares externos y que en espacios comunes se evite un nivel perjudicial de decibelios (aunque esto puede ser complicado a la hora de comer...). En casa, el sentido común nos dice que no hemos tampoco de poner la música o la televisión a niveles inadecuados (también por las quejas de los vecinos) y menos con auriculares.
En este sentido, una adecuada educación y concienciación a los pequeños puede prevenir que en el futuro se expongan a ruidos excesivos o al menos se protejan, por ejemplo en los conciertos. Los especialistas señalan que la pérdida auditiva aparece cada vez a edades más tempranas. Hay que estar atentos a las señales de alerta de deficiencia auditiva.
En las comunidades, ciudades... se puede exigir a las autoridades que regulen el volumen de tráfico, que se favorezca el transporte público o el uso de la bicicleta, que se instalen barreras sonoras, que los parques y espacios lúdicos estén en lugares apropiados... No siempre es fácil, pero entre todos se puede lograr un entorno más saludable acústicamente hablando.
Aun así, como decimos hay momentos en que es complicado evitar el exceso de decibelios. Vosotros en vuestra vida cotidiana, ¿consideráis que los niños están expuestos a un excesivo ruido? Dicen que España es el segundo país más ruidoso del mundo (¡qué será en Japón, que es el primero!) y el que tiene un mayor índice de población expuesta a altos niveles de ruido.
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