Nos protegemos mucho del sol pero poco de la arena cuando vamos a la playa ¿lo habías pensado alguna vez?
Sí, estamos en la playa descansando, recuperando fuerzas para el regreso a la rutina y aprovechando el tiempo para hacer todo lo que no podemos hacer el resto del año.
Nos protegemos del sol quizás en exceso y al final eso tampoco es que nos beneficie pero es que además nos estamos olvidando de otros elementos ¿has pensado en lo que encierran los granos de arena?
Si tenemos en cuenta que cada año en España se diagnostican más de 3.000 nuevos casos de cáncer de piel, según señala la Asociación Española contra el Cáncer, es lógico que protegernos del sol sea casi una obsesión cuando estamos en la playa y proteger a nuestros hijos, también lo sea.
Las cremas solares, las pantallas de fotoprotección tópicas, son habituales en nuestra bolsa de la playa y cada vez somos más conscientes de que protegen un máximo de dos horas desde su aplicación, por lo que es más que recomendable renovar periódicamente la aplicación de la crema protectora teniendo siempre en cuenta el factor de protección solar que estamos utilizando.
Pero no nos olvidemos de que no toda la protección solar se basa en la crema, la elección de la ropa también es importante porque cada vez son más los tejidos preparados para protegernos frente al sol, los tejidos identificados con las siglas UPF (Ultraviolet Protection Factor), tejidos a los que se les añade sustancias de fotoprotección adheridas al hilo.
Y sin este tipo de tejidos especiales, la ropa común y corriente también supone una protección (mucho más baja, claro) frente a las agresiones que puede provocar el sol en nuestra piel. Cuanto más grueso sea el entramado, más elevado será el factor de protección.
Una sombrilla común por ejemplo, fabricada con poliéster tiene ya un factor de protección superior a 30 que no evita que nos quememos si pasamos todo el día bajo la sombrilla pero sí supone una protección adicional para nuestra piel a la que tenemos que sumar la protección habitual de las cremas solares. Los sombreros, las gorras y gafas de sol son pantallas de protección física necesarias para cuello, cabeza, ojos y piel del rostro.
El exceso tampoco es sano
No cabe lugar a la discusión: es imprescindible protegernos del sol cuando pasamos el día en la playa incluso aunque el día no sea especialmente soleado pero también es verdad que si esa protección la mantenemos siempre en los mismos niveles aunque no pasemos el día entero expuestos al sol, puede que pequemos por exceso y este exceso tampoco es sano para nuestro cuerpo ni recomendable para nuestra salud.
Uno de cada cuatro niños españoles, sobre todo entre los menores de dos años, presentan niveles por debajo de lo recomendable de vitamina D y esto, según señalan distintos pediatras.
Se sospecha que se debe al exceso de la protección solar por parte de los adultos responsables y además, se teme que en las regiones con menos horas de sol el número de menores con estos bajos niveles de vitamina D, sea aún más elevado.
Y es que la protección solar nos aisla tanto de lo malo como de lo bueno que tiene el efecto del sol sobre nuestro organismo, como ocurre con la metabolización de la vitamina D, necesaria para la formación del metabolismo, el crecimiento y el desarrollo del sistema inmunitario.
¿Qué hacer al respecto? Los pediatras animan a los padres a que sus hijos hagan más vida al aire libre, que salgan a la calle, que aumenten su actividad física en el exterior en las horas de menos calor pero en las que el sol sigue en activo.
¿Y qué pasa con la arena?
Tenemos clara la necesidad de protegernos del sol en la playa pero quizás no seamos tan conscientes de la necesidad de protegernos también de la arena como importante fuente de bacterias y virus capaces de provocar enfermedades gastrointestinales, sobre todo entre la población infantil.
Está genial lo de ponernos a construir castillos de arena en la playa con nuestros hijos, siempre que no se nos olvide lavarnos las manos cuando lleguemos a casa con agua y jabón.
Según ha publicado recientemente la revista Journal of Water and Health, la arena de la playa tiene niveles de Escherichia coli, la bacteria que más se transmite en la playa. Gran parte de la población ya ha estado en contacto con este tipo de bacterias y es resistente a la infección de la mayoría de las cepas aunque eso no quita para que puedan producirse infecciones leves de carácter respiratorio, gastroenteritirs, otitis y conjuntivitis
Se trata de virus que se relacionan sobre todo con la gastroenteritis en niños, algunas infecciones respiratorias, otitis y conjuntivitis. Gran parte de la población ya ha estado en contacto con ellos y es resistente a la infección de la mayoría de las cepas. Es lógico pensar que tanto la arena como el agua de baño tienen una concentración de virus y bacterias en bajas proporciones, que deben ser vigiladas y controladas pero que tienen más beneficios que perjuicios para nuestro sistema inmunitario en términos generales.
En España científicos de la Universidad de Barcelona examinaron las playas de Gavá y se comprobó esta misma realidad, en una pequeña selección de las muestras las aguas de baño contenían virus que aumentaban su proporción después de episodios de lluvias intensas.
Así que ni tomar el sol en exceso, ni protegernos cada día con la misma intensidad como lo hacemos un día de verano en la playa, ni olvidarnos de lavarnos las manos después de haber jugado con la arena. Todo en su justa medida hace que nuestra salud se fortalezca y nuestro organismo y el de nuestros hijos también.
Vía | muyinteresante.es | elpais.com | scientiablog.com
Fotos | iStockphoto
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