Cómo gestionar las discusiones con tu hijo adolescente, y no morir en el intento

Un día esa criaturita que era tu peque, esa que te escuchaba embobada cuando le contabas cualquier cosa o respondías a sus preguntas, te lanza un “Es que no me entiendes” en mitad de una discusión en la que, además, no parece haber salida. Comunicarse con un hijo adolescente puede resultarnos complicado, pero hay formas de hacerlo para llegar a buen puerto.

No le temas a las discusiones

Cuando pensamos discutir nos imaginamos una situación muy desagradable en la que lo pasamos mal, pero en realidad esas solo son las discusiones mal gestionadas, aquellas en las que hemos perdido el control y el objetivo de vista.

Discutir es algo absolutamente sano, necesario y estupendo. De hecho es una vía de aprendizaje e incluso una vía de desarrollo personal.

Nuestros adolescentes están en plena formación de su identidad, en una etapa de ebullición de su desarrollo, y las discusiones, bien llevadas, son una estupenda oportunidad para ellos en muchos sentidos:

  • Entrenamiento de sus habilidades de comunicación: el hogar, con nosotros, sus padres, es un campo de entrenamiento maravilloso para sus habilidades de comunicación. Aprender a escuchar, a respetar los turnos, a debatir sin crisparse, son herramientas que les van a ser tremendamente útiles en la vida. Así que vamos a intentar, como siempre, ser el mejor modelo posible para ellos.
  • Desarrollo del pensamiento crítico: en el marco de las discusiones, de los debates, se favorece que reflexionen acerca de sus ideas, de las de los demás, que se las cuestionen, además de aprender a defender sus principios y a argumentar.
  • Desarrollo de la empatía: la comunicación efectiva, el intercambio de ideas y sentimientos favorece el desarrollo empático, ver que hay otras posturas, otros ?universos?, saber ponernos en el lugar del otro y ser respetuoso con sus necesidades.
  • Es un momento para ser ellos, para hablar de ellos... para darse a conocer. De ahí que sea tan importante que les escuchemos y no nos limitemos a imponer nuestro criterio. Ya no se sienten niños, se sienten adultos y quieren respeto de igual a igual, quieren que se escuche lo que tienen que decir. Y tienen todo el derecho.

Cómo comunicarse con un hijo adolescente de manera efectiva y respetuosa

1. No es un sermón, es una conversación

Si vamos sentando cátedra, si nos limitamos a darles nuestro punto de vista a modo de instrucciones, sin más contemplaciones, sin diálogo, les vamos a perder. Evidentemente van a sentir que no les escuchamos y que no nos interesa su opinión.

Esto ha de ser un diálogo, necesitan tener voz y sentir que tenemos en cuenta sus argumentos y sus necesidades. Tu hijo ha de tener claro que puede hablar contigo, que puede expresarse libremente, porque este es el marco de confianza que necesitamos para que cuenten con nosotros y no seamos “el enemigo”.

2. Sé el mejor modelo posible

Como decía antes, ellos están desarrollando sus habilidades de comunicación en parte con las interacciones que hacen con nosotros, de manera que hemos de servir de ejemplo, de buen ejemplo, además.

Recuerda que, a pesar de que ya te parezca un adulto en algunas cosas, tiene la edad que tiene y está pasando por la etapa que está pasando. De manera que por muy bien que te parezca que ese expresa, las emociones son las que son, y hace la gestión que hace con ellas como puede.

Tú eres el adulto, el que tiene experiencia, el que ha de estar calmado y el que ha de conducir la conversación sin perder los nervios.

3. Si nos ponemos muy intensos...

A veces la discusión se desvirtúa por el camino y acaba convirtiéndose en algo muy emocional donde los argumentos racionales hace rato que dejaron de existir. En esos momentos probablemente ya hayamos perdido por ambas partes el objetivo de la conversación.

Una buena estrategia, cuando hemos entrado en un tono demasiado emocional y poco racional, y por tanto discutir se está haciendo complicado, es retomar el punto de la conversación.

Hacer preguntas cerradas (ésas que se pueden contestar con una sola palabra, con un sí o un no) nos puede servir de ayuda para marcar una línea divisoria con respecto a lo anterior y retomar la conversación desde una base más calmada.

Entonces lo que quieres es volver más tarde hoy, ¿verdad? Si le preguntas acerca de su objetivo le estarás ayudando a calmarse y sentirá que le atiendes, que quieres encontrar un arreglo a la situación.

4. Una pausa a tiempo es una victoria

Es posible que una discusión se nos vaya de las manos, que entremos en un callejón sin salida o no hagamos más que andar en círculos improductivos.

En estos casos en los que la comunicación ya no está siendo efectiva el riesgo de convertirlo en una pelea o entrar en terrenos farragosos es grande, así que más vale hacer una pausa que continuar hacia ese destino letal.

Parad, ir a la cocina a tomar algo, o salid a la calle... Aplazad la conversación para otro momento en el que ambos estéis más calmados. Nunca se llega a buen puerto partiendo de un enfado monumental.

5. No le ataques

Si le criticas abiertamente, si le echas algo en cara, se va a colocar irremediablemente a la defensiva, y entonces, de nuevo, le habremos perdido.

Es posible que tengas cosas que reprobarle, cambios que consideras que ha de hacer o directamente normas que ha de cumplir, pero hay que tener un poco de mano izquierda, usar un poco el marketing de padres para vender estas ideas sin que se nos pongan a la defensiva.

Y ojo, que esto no les pasa solo a los adolescentes. Piensa: ¿qué sucede cuando tu pareja te echa algo en cara? Lo más habitual es que en seguida te pongas a la defensiva y que acto seguido pases al clásico “Y tú más”. Y esto no lleva a ningún -buen- lugar.

6. Respeto

Puede que no entiendas nada de lo que te esté contando o que te parezca una soberana nadería, pero para él eso puede ser un mundo.

Los adolescentes viven con mucha intensidad cosas que a los adultos nos parecen anecdóticas, y no debemos olvidarlo, porque despreciar lo que nos cuentan o quitarle importancia lo viven como que no nos interesan ni ellos ni sus cosas. Se pueden sentir cuestionados o ninguneados, y entonces se cerrarán en banda.

Entiendas o no lo que quiere decirte es fundamental que el respeto rija la conversación, porque sí, tiene muchas hormonas, pero también tiene sus sentimientos, y merece nuestro respeto total.

7. Reconoce sus victorias

A pesar de que seas el adulto y creas que lo tienes todo bajo control y que tienes la razón... es posible que tu hijo te enseñe alguna cosa o te demuestre que estabas en un error.

Aceptar que nos equivocamos o que otro tiene razón no es fácil, pero es un ejemplo maravilloso de madurez para nuestros adolescentes, además de un punto de reconocimiento que les hará sentir estupendamente.

Escucha lo que tiene que decir, porque es muy posible que te sorprenda.

7. Recuerda que a pesar de que parezca que te odia, en realidad te necesita

Por muy enfadado que se muestre contigo, por mucho que se empeñe en demostrar cuán injusto le pareces y “que todo mal”, en realidad te sigue necesitando como cuando era un niño pequeño.

Necesita que estemos ahí para escucharle, como decía, para guiarle, para recogerle cuando se caiga y orientarle cuando lo necesite... a pesar de lo difícil que a veces lo ponga.

Ten paciencia, recuerda que para él también es una etapa especial, complicada, que un tsunami está pasando por su cuerpo y su mente... Esto te ayudará en esos momentos en los que tú también estés perdido como padre de un adolescente. ¡Ánimo!

Fotos: Unplash.com; Pixabay.com

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