Estamos en verano, tiempo de vacaciones con los niños, y esto hace que hagamos actividades fuera de casa y que, cómo no, comamos también fuera, en bares y restaurantes, sobre todo cuando nos encontramos con gente que hacía tiempo que no veíamos.
El caso es que en algunos restaurantes, si entras con niños, te miran mal. Te miran mal o antes de entrar te encuentras un cartel que dice que si tu hijo está asilvestrado, lo amarres, o que, directamente, no entres si vas con ellos.
Y todo ello es gracias a que muchos padres han leído ya (y puesto en práctica sus consejos) la Guía rápida para lograr que en los restaurantes nos miren mal por entrar con los niños. ¿Que aún no la habéis leído? Pues aquí os la dejo:
No le des nada, ni conversación, mientras esperas la comida
La comida suele tardar, así que los niños, sentados, se impacientan. Puedes hablar con él, jugar a algo, darle algún juguete o inventar algún juego si ves que se pone nervioso, pero con eso no lograrías la desaprobación de nadie, así que lo interesante es que te centres más en hablar con otras personas adultas de cualquier cosa y que dejes que tu hijo empiece a cansarse antes siquiera de haber empezado a comer.
Si acaso, puedes darle, si lo hay, el servilletero. Le encantará ir sacando las servilletas una a una y ver cómo van cayendo al suelo, a la mesa, entre sus piernas, etc.
Pon a todos los niños juntos, pequeños incluidos
Es un buen truco, para lograr el objetivo, poner a todos los niños juntos. Si son mayores y están entre vosotros no lográis nada, pero si los juntáis pueden potenciarse entre sí. Si hay pequeños, es ideal, porque en casa les ayudas a comer o les pones la comida un poco adaptada y allí no le van a cortar la carne a pedacitos. Basta que vean comida que no conocen o que no saben ni cómo comer para que empiecen a ponerse nerviosos.
Estando juntos, como digo, basta con que uno tenga una "brillante" idea para que los demás quieran imitarle: hacer ruido con los cubiertos, meter comida, aceite, vinagre, sal, la servilleta, la mano y/o el tenedor en el vaso haciendo extraños experimentos, llenar el plato de las salsas que hay disponibles en la mesa, etc.
Si ves que manchan o se manchan, un buen truco es ir llamando al camarero para que te traigan algo para limpiarles, o incluso para que les cambie el plato y el vaso a los niños. Con "mucho gusto" se llevará las obras de los niños y les traerá platos y vasos limpios.
Comed mucho, hablad más
Si entre que empezáis a comer y os vais pasa menos de una hora es posible que no deis tiempo a los niños a lograr el resultado deseado. Los niños se cansan rápido de estar sentados, pero hay que darles tiempo para que el aburrimiento haga mella y empiecen a inventar juegos en el restaurante.
Cuanto más comáis y más habléis los adultos más probabilidades hay de lograr que los padres con hijos sean mal vistos en lugares donde hay gente que quiere tener un mínimo de tranquilidad para comer y conversar con el resto.
Dejad que hablen con todos, con TODOS
Los que tenemos hijos extravertidos, de esos que hablan con cualquiera de cualquier cosa sentimos orgullo por ellos, sobre todo si eres un padre como yo, que siempre ha sido tímido y más bien vergonzoso.
Pues oye, si tienes un hijo así aprovéchalo, es el niño joya del manual. Déjale mostrar sus habilidades. Que hable con los de al lado, con los de enfrente, con los de más allá, con el camarero, con los que están en el lavabo de los hombres, con las que están en el lavabo de las mujeres y, si lo consigue, con el cocinero. Si entra en la cocina, ya saldrá.
En ese proceso habrá gente que disfrutará mucho de su presencia, sus palabras y su capacidad comunicativa y habrá quien enseguida mostrará en su cara ese gesto de "sí, guapo, pero déjanos comer, anda". Es probable que no lo veas porque estarás por otra cosa, pero si lo ves, a otra cosa mariposa. Tú no has visto nada. Lo que interesa es precisamente eso, que los niños molesten.
Pídeles a todos postres diferentes, y deja que discutan
Tienes dos opciones, dejar que ellos elijan el postre o elegirlo tú. Lo más lógico y normal es que sean ellos quienes lo pidan y que cada uno se coma el suyo tranquilamente. A veces alguno considera que prefiere lo que ha pedido el otro y ahí los padres suelen mediar para evitar la discusión.
Pero esto no es lo que queremos, pues no generaría malestar a nivel global. Sé tú quien les pida el postre y elige cosas diferentes y llamativas, dejando que obre el milagro. Cuatro segundos después de recibirlos empezarán a discutir por el postre del otro.
Es un buen momento, ya que nunca les has enseñado a ello, para que aprendan a negociar. Aprovecha que en ese momento hay más niños para que empiecen a debatir, dialogar y llegar a consensos. ¿Que el debate acaba siendo acalorado y llegan a las manos? Es normal, son niños, seguro que en diez minutos ya no están discutiendo.
En caso de rabieta, sigue los manuales de psicología
Dicha discusión por los postres, o por otra cosa, o porque los pequeños tienen sueño, o por... en realidad da igual, pueden generar rabietas.
El mejor modo de atender a un niño con una rabieta, y más si estás en un restaurante, es hacerle caso, estar disponible, ofrecerle tus brazos y tu presencia y tratar de consolarle. Pero claro, esto sería contraproducente en esta guía, así que la recomendación es hacer lo que sugieren la mayoría de manuales de psicología: ignorarle.
Deja que juguen y corran, y si es entre las mesas, mejor
El escondite es un juego increíble para jugar en un restaurante, porque puedes aprovechar que las mesas de otras personas tienen manteles para meterte debajo. El pilla-pilla también es genial, porque hay tantas mesas y sillas que se convierte en un total desafío.
Como cuando acaben de comer querrán jugar a algo y vosotros aún estaréis comiendo, o hablando, podéis sugerir directamente estos juegos: "¿Por qué no jugáis a algo? Podrías correr entre las mesas, esconderos detrás de las mesas, debajo, entre la gente...". Y si no, no digáis nada, que lo harán igualmente.
Pide hielo, tiritas y remedios para las consecuencias lógicas
En toda guerra hay heridos, así que de igual modo que a los camareros les "encanta" ayudar a tus hijos trayéndoles nuevos platos y cubiertos tras hacer sus experimentos científicos, "disfrutarán" ejerciendo de enfermera militar. Pídeles hielo para cuando algún niño se golpee la cabeza, tiritas si se hacen alguna herida y una manzanilla para la niña a la que le duele la barriga porque después de comer se ha metido una sudada de campeonato.
Antes de iros, intentad que la mesa quede post-terremoto
El último punto es importante. Cuando hayáis acabado haced un barrido visual a la mesa en la que habéis comido. ¿Parece que ha habido un terremoto? Buen trabajo. ¿No lo parece? Mal. Llamáis a los niños y les pedís que se sienten en sus sillas un momento, mientras pagáis, vais al lavabo o algo (el motivo es lo de menos, lo importante es lograr que vuelvan a sus mesas cuando sus corazones están latiendo casi al máximo).
En ese momento estarán tan acelerados que ellos actuarán de terremoto. ¿Quedaba una bebida de pie? Ellos la tirarán. Es una manera genial de lograr que el mantel quede empapado y que, con un poco de suerte, el líquido llegue al suelo.
¿Quedaba un trozo de pan sin comer? Ellos lo partirán en pedazos con alta capacidad voladora. Comida volando y niños riendo es una combinación estupenda.
La despedida silenciosa
Esto es una anexo a la guía porque es el momento de marcharte, la guinda del pastel. Pagáis, no dejáis propina y os vais como quien pasaba por ahí.
Es una buena opción aprovechar la salida para que los niños jueguen con la puerta, molesten a la gente que quiere entrar o salir y tiren, si lo hay, el cartel de fuera donde está escrito el menú o los helados que puedes comprar dentro.
Es interesante que los de dentro vean lo sucedido, pero en este caso lo recogeremos y dejaremos como está, no sin antes gritar a nuestros hijos por hacer semejante fechoría. Ya sabéis, no queremos que piensen que somos unos maleducados que no educamos a nuestros hijos.
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