Las rutinas que te recomiendan para que los niños se duerman y lo que acaba pasando cuando las pones en práctica

Una de las cosas que más agota físicamente a los padres es el tema de las noches, del sueño, del lograr que se duerman pronto y te dejen tiempo de cenar y de dormirte a una hora decente para descansar unas cuantas horas antes de ponerte en marcha para un nuevo día. Por eso los padres tienden a escuchar cualquier consejo que pueda ofrecerse al respecto y por eso suelen tratar de seguir las recomendaciones acerca de pautas y rutinas para que los niños duerman mejor.

Hablo de hacer las cosas siempre en el mismo orden, del momento del baño para que se relajen, de una cena tranquila, el cuento y finalmente arroparlos. Sí, esto lo sabemos todos pero ¿qué es lo que acaba pasando realmente?

Haz las cosas siempre en el mismo orden

El consejo tiene lógica. Si siempre haces lo mismo, y en el mismo orden, el niño aprende qué viene después de cada acto y así va preparándose para el momento final, que es el del sueño. Sin embargo, esto lo haces unos días y luego la cosa se estropea porque mamá llega de trabajar a saludar a los niños siempre en un momento diferente. A veces después del baño, a veces durante la cena, a veces durante el cuento... y no sabes qué pasa, ni por qué, pero es llegar mamá, o papá, y desmadrarse todo.

No es que haga nada en concreto, que a veces sí es culpa suya porque los pone como motos con sus bromas, es que su sola presencia ya hace que empiece a reinar el caos en casa.

Súmale eso a que a veces tienen tanta hambre que no te da para bañarles primero, o que van tan sucios que es imposible que coman así, o que uno tiene deberes y pasas más tiempo ayudándole y se te desmonta el invento: imposible hacerlo siempre igual.

El baño para que se relajen

Te lo dicen hasta cuando es bebé, que es ideal hacerlo todos los días, porque se relajan y así se duermen enseguida. Pero oye, que a veces te toca el que en vez de relajarse, se pone a jugar, o a llorar, y resulta que entraba al baño con un poco de sueño y sale con los ojos como platos.

Cuando son más mayores, pues la pelea constante: una lucha para que se bañen, porque la frase "¡A la ducha!" es una de esas que no son capaces de descifrar, o bien una de las que no tienes muy claro si la dices o si todo es fruto de tu imaginación. Que lo dices 10 veces y es como si no lo hubieras dicho, o como si oyeran llover. Pasando olímpicamente de ti.

Así acabas por inventarte juegos para que vayan a la ducha, aprovecharlos para ir desnudando al uno, al otro. Metes a uno a la ducha, vas a por el otro y cuando llegas el primero se ha ido no sabes dónde. Entonces lo recuperas y vas con los dos desnudos, uno en cada brazo, y p'adentro. Suspiras porque por fin lo has conseguido y te das cuenta del ratazo que llevas para conseguir que se bañen. Algo que son segundos en tu caso, parece un cuarto de hora... y los cinco o diez minutos del baño se convierten en interminables, porque ¡no quieren salir!

No se querían bañar, pero ahora están jugando y no quieren que les saques, y vas mirando el reloj y ves que un día más, una semana más, un mes más, no vas a conseguir que se duerman pronto. Y oye, que de relajarse nada... que tienen más energía que vosotros dos juntos.

Salen, te lo mojan todo, el suelo perdido de agua porque han hecho no sé qué batalla o ha caído no sé qué tormenta. Los secas, secas el suelo con la toalla, los mandas a ponerse el pijama y acabas de secar el suelo con la ropa sucia, si es que no necesitas ir a por la fregona.

La cena

Ya los tienes con el pijama, toca cenar, y uno que no quiere no sé qué, el otro que quiere comer no sé cuántos, y tú que venga, que a cenar, que es tarde, que se pongan las pilas que "mañana a ver con qué cara os levantáis para ir al cole", y que como no estén por la cena igual no da tiempo ni de leer el cuento.

"A ver si así sentados, comiendo, se relajan un poco ya, porque yo ya no sé...", piensas. Pero a uno se le cae el agua (otra vez, por octava vez esa semana), se moja y moja al hermano, que llora. Entonces se gira y le grita, uno pone una mano por medio, el otro la otra, intentan arrancarse el pelo o pegarse y el otro se defiende y mientras dices ¡Ya vale! ¡No os peguéis! Vas a por dos pijamas más, uno para cada uno (tres, si tienes tres hijos) y los cambias, mientras te das cuenta de que llevas no sé cuántos minutos cenando con ellos, pero de pie.

Cuando por fin han acabado de cenar (o eso crees, porque en los platos parece haber la misma comida que les pusiste), se lavan los dientes, o les lavas los dientes, y en el proceso de escupir pasta o lavarse las manos porque consideran que las tienen sucias, uno vuelve a mojarse el pijama. Pero no llora... solo se ha mojado hasta el hombro, pero parece que le está bien. Entonces le dices eso de "madre mía, cómo vas a dormir así", y optas por cambiarle el pijama. Pero ¡no quiere! ¡Ese le encanta! Le explicas por qué no es ni medio normal dormir con un pijama mojado y le ofreces los súperdivertidos otros pijamas que tiene (si es que tiene más), o uno del hermano, o una camiseta de manga larga, o... hasta que acepta. Se lo cambias, pero oye, "estos pantalones ahora no pegan, mamá" (o papá). Así que busca el pantalón del pijama nuevo, o agrega una pieza de ropa que sí pegue, mientras suspiras de nuevo y te dices "a ver si con el cuento...".

La hora del cuento

Y les dices que cojan el cuento que quieren, que ahora vas, mientras tratas de dar un poco de sentido en 30 segundos a tu casa, dando ya por perdido el día (hoy me acuesto tarde, una noche más), y que empiecen ellos (por si en una de esas el mayor le contara el cuento al pequeño), porque total siempre cogen el mismo, que estás hartico ya de explicarlo.

Pero no, están esperando a que empieces tú, porque ya es una tradición. Y te pones a ello. Te interrumpen porque hoy lo estás contando diferente. Te vuelven a interrumpir porque se han dado cuenta de que te has saltado partes del cuento deliberadamente. Te interrumpen de nuevo porque quieren preguntarte algo sobre el cuento. Te vuelven a interrumpir porque quieren preguntarte qué quiere decir "sexual", y cuando por fin cierras la tapa te dicen "queremos otro". Que quieren otro cuento, que no tienen sueño.

Y te pones, qué remedio, a riesgo de acabar durmiéndote tú antes que ellos, que esa posición de semitumbado no veas lo relajante que es, y se dan cuenta de que por momentos cierras la boca porque se te cierran los ojos y te arrancan de ese estado de paz gritando: "¡Papá! ¿Qué pasa ahora? ¡Sigue con el cuento!".

La hora de dormir

Así que lo acabas y les dices que apagas la luz, que a dormir todos, que les quieres mucho y que un besito. Y uno dice "qué hambre, creo que no he cenado". El otro que "quiero agua". Y el de más allá que "creo que mañana tenía que llevar al cole una camiseta naranja", que te espabila de golpe porque a ver de dónde coño vas a sacar tú una camiseta naranja a las once de la noche... Vas al móvil, grupo de WhattsApp "Clase de los delfines", y preguntas por la camiseta naranja. Que sí, que es para mañana.

Vas a por algo de comer para el que no ha cenado y preparas el cepillo para re-lavarle los dientes. Vas a por agua para el otro y rezas por que de entre las sombras o en casa de tu madre, aparezca una camiseta naranja que puedas recoger al día siguiente, bien temprano, de camino al cole, para que el niño la lleve. O eso, o pasando oye, dile que se te ha olvidado...

Y en esas, al final de todo, te acuestas en la cama, agotado, con tu pareja, también agotada, y te sientes un absoluto desastre, con una vida que es un desastre y unos niños que, al menos en el cole, dirán que son un desastre, como sus padres.

Pues esto, más o menos, es la diferencia entre lo que los expertos aconsejan y lo que luego acaba sucediendo en el día a día de una familia más o menos normal, digo yo.

Fotos | iStock, Flickr (Rafiq Sarlie), Flickr (Barney Moss) En Bebés y más | Una rutina antes de acostarlo mejora el sueño del bebé, El método para dormir de Tracy Hogg: una alternativa a tener en cuenta si estás a punto de hacer el método Estivill, Lo que aprendí en un "taller del sueño" para bebés y niños

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