Estamos tan acostumbrados, tanto, al ritmo de vida que se nos ha impuesto (y que nos hemos dejado imponer) que nos parece normal tener unos horarios totalmente incompatibles con los de nuestros hijos. Como si eso fuera lo lógico, como si los horarios fueran una ley universal inamovible a la que todo mortal se debe adaptar.
Hombres y mujeres deben trabajar para pagar la casa, que ya no es un derecho de todo ciudadano, el coche, que casi es un lujo, la comida y todo lo que necesitamos, que no es poco, y debemos hacerlo desde que nos levantamos hasta que por la tarde, muchas veces cuando ya oscurece, volvemos a casa. Así, hay niños que van a buscar a sus padres al trabajo. ¿No debería ser al revés?
Es terrible. Es lamentable, de verdad, que los niños estén tan solos. Unos van al trabajo de sus padres para volver juntos a casa, otros, los niños de la llave, llegan directamente a casa y ahí meriendan, esperando a que lleguen papá y mamá. Los más pequeños son recogidos por los abuelos, unos más jóvenes, otros más viejos. Abuelos de dominó, los llamo yo, esos que deberían estar sentados con otros de su misma quinta, jugando al dominó toda la mañana, paseando, hablando del tiempo, mirando las obras, explicando sus batallas de juventud o lo que le duelen las rodillas.
Sé que suena utópico. Sé que es posible que ni siquiera mis hijos vean el cambio, algo que sólo sucederá si le echan más huevos que nosotros, que ni cuando nos están robando la dignidad somos capaces de enseñar los dientes, pero ellos merecen, y sus futuros hijos también, un mundo en el que no se viva para trabajar. Un mundo en el que se pueda trabajar, pero se pueda vivir. Y si estos horarios son necesarios, que no lo son, que aquellos que de un día para otro nos convertimos en padres podamos cambiar nuestro horario para adaptarnos, nosotros, a los horarios de nuestros hijos. Y de paso, que los suyos se adapten también a lo que necesitarán en realidad.
Ya lo dijimos hace un tiempo, muchos niños "trabajan" en las guarderías más de ocho horas diarias. Sin entrar en si allí son más o menos felices, está claro que es la consecuencia de que sus padres no puedan atenderles. Pues bien, lo hemos aceptado como normal y no, es de juzgado de guardia.
Nuestros hijos nos necesitan, tienen derecho a que tengamos tiempo y energía para educarles y ejercer de padres y nosotros tenemos derecho a disfrutarlos. Lo más fuerte es que este vídeo es de 2011. Tiene casi 3 años y todo sigue igual o peor. Pero bueno, tranquilos, en nada llega el Mundial y las vacaciones y podremos estar con nuestros hijos, no sabremos muy bien de qué hablar con ellos ni a qué jugar, porque durante el año no hemos tenido mucho tiempo para ello, pero podremos hacernos fotos juntos, colgarlas en Facebook y decir que somos una familia feliz y que ellos son lo más importante y el futuro de todo.
Pues oye, para ser el futuro, como sociedad, qué mal y qué poco les estamos cuidando... a ver qué nos devuelven cuando el futuro sea una realidad.
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