¿Qué pasaría si tratáramos a los adultos como niños? en "Buenas noches y Buenafuente"

Como ya he dicho en otras ocasiones, antes de ser padre tenía bastante claro el tipo de educación que le iba a dedicar a mis hijos. Una vez nació el primero, una vez tuve que debatir con mi mujer sobre ello y una vez leí algunos libros me di cuenta de que a los niños se les puede educar con el mismo respeto que los adultos pedimos para nosotros mismos.

Mucha gente no acaba de entender a qué nos referimos con eso de respetar a los niños (los que hablamos de respetarles), si es algo así como dejarles hacer todo lo que quieran o si se trata de dialogarlo todo hasta la saciedad. Digamos que es tan fácil como decir que los niños merecen el mismo respeto que los adultos porque, aunque más pequeños, inmaduros y aunque estamos aún educándoles, son personas igualmente.

Para no liar mucho al personal con consejos ambiguos, la mejor manera de saber si estás respetando a tu hijo (o de saber si un padre está respetando a su hijo) es cambiar la figura del niño por la de un adulto. Esto mismo es lo que hicieron hace unos días en el programa Buenas noches y Buenafuente, donde Berto nos explica que, a la hora de educar a los niños, quizás nos estamos pasando en muchos aspectos porque, si el niño fuera adulto, lo haríamos diferente. Lo podéis ver en el vídeo de arriba en el que nos preguntan: ¿Qué pasaría si tratáramos a los adultos como a los niños?

Déjale llorar hasta que se duerma

En el vídeo vemos a Berto hablando de ese libro que se titula algo así como “deja a tu hijo llorar hasta que se duerma”, algo que nunca haríamos con un adulto y que ha representado con su padre. Los abuelos se parecen a los niños en que poco a poco van siendo más dependientes y, igual que los niños, necesitan de un adulto que les ayude a hacer algunas cosas cotidianas. Si nuestro padre necesita ayuda y nos llama desde la cama, si llega a llorar… ¿no lo haríamos diferente a como se nos sugiere con los niños?

Venga, levántate que no ha pasado nada

El “venga, que no ha pasado nada”, es otro hit de las frases de los padres hacia los niños. Pueden estar llorando de dolor, pueden estar llorando de impotencia o pueden estar asustados tras una caída y en vez de recibir un poco de cariño, comprensión y unas pocas palabras tranquilizadoras que les demuestren que te preocupas por ellos (“qué susto, ¿no? he visto como te caías”, “¿Estás bien? ¿Quieres seguir jugando?”), los padres les sueltan un “venga, que no ha sido nada”, minimizando un miedo, una preocupación y un sentimiento (“mis padres dicen que no ha sido nada, pero para mí no ha sido agradable… no entienden lo que siento”).

¡Hay que compartir!

La última escena del vídeo es la del compartir. Los padres insistimos en enseñarles a compartir dejando cosas que no son nuestras, sino de nuestros hijos. La intención es buena, pero el acto no lo es. Primero, porque no estamos respetando los deseos de nuestro hijo, que no quiere dejar algo, segundo, porque no estamos respetando sus cosas, sus posesiones, decidiendo por ellos sobre objetos que no nos pertenecen y tercero, porque nosotros los adultos no dejamos nuestras cosas a personas que no conocemos ni las dejamos cuando estamos haciendo uso de ellas o cuando, simplemente, no queremos prestarlas.

De castigos, gritos y cachetes

Este último punto no aparece en el vídeo, pero lo añado yo, porque es otra de las cuestiones en las que hay permisividad por un lado y censura por el otro.

Estamos acostumbrados o insensibilizados ante el maltrato a los niños, ya sea en forma de gritos, cachetes o amenazas, es decir, tú oyes a una pareja gritándose en la calle, tú ves a un hombre empujando a su mujer, o amenazándola, y el sentimiento es horrible, hasta el punto de llamar a la policía para que intervenga.

Sin embargo ves a un padre gritar a su hijo, le ves amenazándole o dándole un cachete y, te guste más o menos, te parece algo habitual, algo que la sociedad permite o no ve con tan malos ojos.

¿Qué pasaría si tratáramos a los adultos como a los niños?

Pues que seríamos tachados de inhumanos, de egoístas, de maltratadores y de jetas, por querer utilizar las cosas de los demás sin permiso. ¿Qué sentido tiene entonces enseñar a los niños cosas que nosotros no hacemos con otros adultos? ¿Pretendemos enseñarles a vivir sin respetarles, para que luego tengan que volver a aprender a vivir tal y como lo hacemos nosotros? ¿No tiene más sentido tratarles con el mismo respeto que tenemos hacia los adultos, para que así aprendan a vivir la vida que vivirán cuando crezcan?

Vídeo | YouTube
En Bebés y más | Los niños tienen que compartir, si quieren, Los gritos también dejan huella en la personalidad de los niños

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