Es muy habitual oír que tenemos que educar a nuestros hijos en valores, ponerles límites y enseñarles que la vida no es un camino de rosas para conseguir que sean como nosotros los adultos, que al parecer tenemos muchos valores. Es habitual pero es fácil darte cuenta después que por la boca muere el pez y que los mayores, los que tenemos más responsabilidad a la hora de tejer el entramado social, somos muchas veces más egoístas y envidiosos que los niños.
Para ser más concretos, me estoy refiriendo a todas esas mujeres (y hombres, aunque de estos hay menos) que, decididas a cuidar de sus hijos, alargan la baja maternal, se reducen la jornada o cogen excedencias, recibiendo críticas de personas de su entorno y de su trabajo. Y digo yo: qué triste es que te critiquen por cuidar de tus hijos.
Los bebés nos necesitan, mucho
Los bebés vienen al mundo para ser felices, aunque su primer objetivo es sobrevivir. Hacen lo posible por tener a sus cuidadores cerca, por estar bien alimentados, por sentirse bien y por eso lloran y se quejan mucho. Lo hacen normalmente hasta que son capaces de valerse por sí mismos y por eso son tan demandantes de pequeños, porque nos necesitan muchísimo.
La baja maternal es de 16 semanas, menos de cuatro meses, que hacen que una madre se separe de su hijo siendo aún un bebé, casi tan demandante como el primer día. Seguro que si preguntamos a cualquier madre que está a punto de incorporarse al trabajo por la duración de la baja maternal nos dirá que es muy poco tiempo. Fijaos si es poco tiempo que ni siquiera da para seguir una de las recomendaciones más conocidas de los últimos tiempos: dar leche materna exclusiva hasta los seis meses. No es que no se pueda hacer, pero es una gran traba que a los cuatro meses mamá tenga que irse de casa para trabajar.
Muchas madres buscan soluciones
Entonces, ante el panorama de dejar a tu bebé chiquitín totalmente dependiente en manos de otras personas muchas madres acaban por buscar soluciones temporales que les permitan seguir cuidando de sus hijos: reducciones de jornada, excedencias, etc., medidas que no siempre son bien vistas por el entorno directo de la mujer.
Si lo haces por poco tiempo es más que probable que nadie diga nada. Ahora bien, si la cosa empieza a alargarse las bocas empiezan a abrirse: que si vas a enmadrar al niño, que si cuándo vuelves al trabajo, que si sólo trabaja él, que por qué tú no haces nada, que el niño ya está creciendo y ya tendríais que buscar una guardería, que como te has reducido la jornada las demás tienen que hacer tu trabajo, que si no eres mejor madre por quedarte más tiempo cuidando de tu hijo, que si…
Y todo ello es muy triste, mucho, porque muchas veces es la misma familia, o la familia del marido quien te lo dice. A veces son tus compañeras, esas con las que tan buenos ratos has pasado, que a la que has tenido un hijo se quejan por darle más importancia a tu hijo que a tu trabajo. Y digo que es triste porque nadie piensa en el bebé.
Ese bebé que aún no tiene un año necesita a su madre y a su padre los primeros meses, eso nadie lo discute, pero también los primeros años. Ya, estoy loco, hablar de años, pero es que es así: años. Lo que pasa es que en las familias tiene que haber un equilibrio entre el dinero que entra y sale y tenemos que acabar trabajando mucho y a menudo hay que dejar a nuestros hijos para que los cuiden otros, que no quiere decir que sea necesario para ellos, sino una solución a un problema.
Por eso, cuando una madre decide dejar de trabajar, cuando una familia decide apretarse el cinturón y cuando escoge dedicar su tiempo a tratar de hacer feliz a su hijo para que crezca sano, fuerte y bien educado todos deberían alegrarse y como mucho tenerle envidia sana, esa de “qué suerte tú que puedes”.
Sin embargo hay gente egoísta, amargada y tóxica cuya felicidad parece depender de la infelicidad de los demás. Gente que luego encima te dice eso de “hay que educar a los niños en valores” o “hay que enseñarles a vivir”. Triste, muy triste.
Foto | Chris_Parfitt
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