Que tu hijo adolescente no quiera socializar no significa que tenga un problema. Lo mejor es no forzarlo

Ya hemos hablado en artículos anteriores de la importancia de la amistad en la adolescencia, y lo cierto es que sí, la socialización es importante a estas edades. Sabemos, además, que las relaciones sociales nos ayudan a cultivar un estado de bienestar, independientemente de nuestra edad.

Por eso si tenemos un hijo adolescente que no socializa, o que creemos que no tiene amigos, como padres nos preocupamos, y es normal. Sin embargo, es importante saber cuándo esto puede convertirse en un problema y cuándo no, y por qué no debemos forzar la situación.

Si te resuenan de tu hijo frases como "me apetece quedarme en casa", "me da pereza salir" o conductas de pasarse horas encerrado en su habitación, te animamos a seguir leyendo.

¿Qué entendemos por socializar y por qué es beneficioso?

Socializar implica "hacer vida social". Es decir, relacionarnos con otras personas, acudir a actividades y eventos, hablar con otros, interactuar, compartir... En definitiva, cultivar las relaciones sociales.

Las relaciones sociales son beneficiosas porque nos aportan compañía, soporte, diversión, ayuda... Además, nos ayudan a conocernos a nosotros mismos, a ser más abiertos y empáticos y a desarrollar la capacidad de escucha.

Sin embargo, lo más importante es la calidad de estas relaciones (que sintamos que son relaciones sanas, seguras, que nos permiten ser nosotros mismos, etc.), y no tanto la "cantidad" de amigos que tengamos.

Con todo esto, es lógico que queramos que nuestros hijos socialicen, tengan amigos y sobre todo, que no se sientan solos. Pero a veces los adolescentes, por diversas razones, pueden tener épocas en las que socialicen menos. ¿Por qué puede ser?

Mi hijo adolescente no socializa: ¿por qué puede ser?

Si has notado que tu hijo socializa cada vez menos, o directamente no lo hace, hay varias causas que pueden explicarlo:

1. Falta de habilidades sociales

Las habilidades sociales nos permiten interactuar con éxito en las relaciones sociales; a través de ellas somos capaces de hacer amigos, sacar temas de conversación, pedir disculpas, hacer las paces, etc. Si tu hijo adolescente tiene dificultades en esta área es normal que le cueste socializar.

2. Inseguridades

Las inseguridades propias de la adolescencia o de la personalidad de cada chico también pueden ser una barrera a la hora de socializar con otros. Si nuestro hijo se siente inseguro (ya sea por un tema físico, de forma de ser, de capacidades, etc.), esto explicaría que le cueste interaccionar con otros.

3. Fobia social

La fobia social es un trastorno de ansiedad que conlleva un miedo intenso a exponernos al escrutinio social, es decir, a estar expuestos a otras personas (por ejemplo a la hora de hablar con otros, de hacer exposiciones orales, de asistir a una fiesta...). Tras ella se esconde muchas veces baja autoestima, falta de habilidades sociales y un auténtico pánico a hacer el ridículo o a "quedar mal".

4. Apatía o depresión

La apatía se manifiesta en la adolescencia de una forma más frecuente de la que pensamos; se trata de una falta de iniciativa, de falta de ganas a la hora de hacer cosas. Esto puede llevar al aislamiento.

Sin embargo, cuando la apatía se añade a otros síntomas como anhedonia (incapacidad para disfrutar) o un estado de ánimo deprimido, podemos estar hablando de una depresión, que también generaría esta falta de ganas a la hora de relacionarse. En estos casos es importante pedir ayuda especializada.

5. Malas experiencias o haber sufrido bullying

Las malas experiencias con amigos, o el hecho de haber sufrido bullying, también explican que haya adolescentes que se cierren en sí mismos y no quieran socializar. Por otro lado, el no tener amigos también podría explicar por qué tu hijo no hace planes.

6. Algo propio de la época adolescente

Sin embargo, pese a que pueden darse algunas de estas causas, también podemos entender esta falta de socialización como parte de la etapa en la que está inmerso nuestro hijo. Es una etapa que puede ser complicada, donde se juntan cambios físicos y hormonales, una identidad aún en construcción, confusión, necesidad de independencia y de conectar con uno mismo en soledad, etc.

Todo esto, sumado al carácter o la personalidad de cada adolescente (si por ejemplo es más introvertido, o si le gusta hacer actividades solitarias), también puede llevarles a épocas donde necesiten estar solos o tengan menos ganas de hacer planes de carácter social.

Cuándo no socializar se convierte en un problema

Pero, ¿cuándo esta falta de socialización se convierte en un problema? Básicamente, cuando ya genera malestar en tu hijo. Cuando, a raíz de esta falta de socialización, lo notas apagado o triste, cuando deja de hacer cosas que antes sí le apetecía hacer, cuando ya hace tiempo que ha dejado de ver a sus amigos y se muestra rígido a cambiar su conducta... en definitiva, cuando le limita en su día a día.

Es entonces cuando podemos plantearnos tener una conversación con nuestro hijo y averiguar qué es lo que le puede estar pasando, pero sin forzarlo a salir directamente.

Por qué no debemos forzar a nuestro hijo para que socialice y cómo podemos actuar

Primero de todo, hemos de tener claro que en la adolescencia, una disminución de la socialización no siempre es indicativo de un problema o de "algo fuera de lo normal". Ante todo hemos de averiguar cómo está viviendo esto nuestro hijo y qué puede haber detrás, hablando con él, preguntando abiertamente y observando su comportamiento.

Preguntarle por sus amigos, si ha tenido algún problema con alguno. Averiguando por qué le gusta tanto estar en su habitación (o estar en casa), explorar sus motivaciones y aficiones. Pero sobre todo, es importante que no le forcemos a la hora de salir o hacer planes.

Recuerda, una cosa es animarle a salir y la otra es forzarlo. Si él se siente presionado, probablemente se cerrará en banda y será peor. Podemos por ejemplo proponerle un plan en familia, o que se apunte a alguna actividad que le guste o a algún hobbie que tenía abandonado.

La idea no es tanto que "socialice" sí o sí, sino que exprese cómo se siente y cómo vive la situación, animarle a compartirlo, para después saber cómo podemos actuar. En este sentido, también es importante fomentar la confianza mutua y transmitirle que estamos con él para lo que necesite.

Foto | Portada (Freepik)

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