Probablemente os hayáis visto alguna vez en una situación similar a la que podemos ver en el vídeo. Al convertirnos en padres, las personas (y también los animales) desarrollamos fantásticos superpoderes para proteger a nuestras pequeñas crías de los peligros que el mundo les depara.
Especialmente en los primeros años de vida nuestros reflejos se agudizan. No dejamos de estar pendientes de nuestros hijos aunque estemos haciendo otra cosa, y ni siquiera cuando estamos dormimos. Parece que tuviésemos ojos en la espalda y un radar vigilando todos sus movimientos para evitarles cualquier mal.
Sin duda, es el instinto de protección el que hace que este padre, que aparentemente está relajado en el sofá viendo la tele con su familia, reaccione con tal velocidad al notar que su bebé podía caerse de cabeza al suelo.
Muchas veces los padres nos vemos envueltos en situaciones en las que ponemos a prueba nuestras destrezas físicas para evitar que un hijo se haga daño. ¿Qué no haríamos para evitarlo, verdad?
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