Antes de que nada, podrán ver que la palabra malcriar está entrecomillada, refiriéndome a lo que suele considerarse, erróneamente a mi parecer, un niño “malcriado”. No creo que un niño “malcriado” sea un niño al que se le hace mucho caso, se coge mucho en brazos, se le hacen muchos mimos o se juega mucho con él. Para mí un niño realmente mal-criado es un niño al que se le deja llorar en la cuna hasta que se duerme, se lo trata como un estorbo o no se le da la atención necesaria.
Se suele decir que un niño es un “malcriado” porque sólo se duerme en brazos. En la cuna llora y sólo consigue dormirse en brazos, generalmente los de mamá. Yo no llamaría “malcriado” a un bebé que expresa abiertamente que prefiere el calor de mamá a estar solito en su cuna. Lo veo normal. Es más, lo considero un método muy amoroso de dormir a los hijos, así como que duerman en la cama con sus padres. No entiendo por qué se mira con malos ojos a unos padres que dejan que sus hijos duerman con ellos o “se pasen” a la cama matrimonial por la noche como si estuvieran haciendo algo malo.
También se suele decir que se “malcría” a los hijos por tenerlos pegados todo el día. Recuerdo que cuando nació mi segunda hija, las primeras semanas dormía toda la noche sobre mi pecho, a pesar de mi dolor de riñones. Todo el mundo me decía que la estaba malcriando, que la estaba mal acostumbrando y que luego no dormiría sola. Creo que al convertirnos en padres lo fundamental es centrarnos en la conexión con nuestro bebé y seguir nuestro instinto. En estos casos, los de afuera son de palo. Para mi bebé era la mejor forma de dormir y yo no tenía inconveniente de dormir con ella sobre el pecho, es más, me encantaba. La niña se despertaba menos por la noche probablemente porque se sentía más segura, y si quería mamar tenía la teta cerquita, yo casi ni me enteraba que lo hacía.
Es muy conocida la frase “les viene bien despegarse un poco”. ¿A quién le viene bien? A los padres que tienen la falsa fantasía de que los hijos les quitan “su espacio”. A los niños no los hace más independientes despegarse de sus padres, todo lo contario. El apego en la infancia les da la seguridad que necesitan para afrontar las circunstancias de la vida.
Con todo esto quiero decir rotundamente que no hagáis caso de quienes opinan que malcriamos a nuestros hijos por mimarlos demasiado. Y si malcriarlos es darles exceso de amor y atención, pues que sean todos los niños unos malcriados.
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