Siempre se dice que los niños son como 'esponjas', pues tienen una capacidad asombrosa de absorber todo lo que les rodea. Así, gracias al ejemplo de la familia y lo que ven en su entorno, es como comienzan a interiorizar ciertas prácticas y aprender de ello. Pero incluso en esos momentos en los que parece que están absortos en una actividad, también están captando detalles de su alrededor e incorporándolos en su mochila para la vida.
Y entonces llega un día en en el que así, sin más, sueltan por su boquita una palabrota terrible, de esas que "abultan más que ellos", como suele decirse. Los padres nos quedamos estupefactos e incrédulos, y no acertamos a comprender cómo es posible que haya dicho algo así. Pero aunque puede resultar abrumador, lo cierto es que la mayoría de niños suele pasar por esta fase en algún momento, especialmente entre los cuatro y los seis años.
Si tu hijo está ahora mismo en esta fase, te explicamos qué puedes hacer (y qué debes evitar) para que deje de decir palabrotas.
"¿Por qué mi hijo dice palabrotas, si en casa no hablamos mal?"
Esta suele ser la primera duda que asalta a los padres de niños que dicen palabrotas. Y es que sabemos que nuestro ejemplo es fundamental, por lo que la mayoría nos cuidamos de no decir tacos ni palabras malsonantes delante de ellos. Pero somos humanos, y es posible que en algún momento se nos escape alguna de estas palabras de forma inconsciente.
Además, no solo damos ejemplo los padres. El resto de familiares, amigos, y en general, cualquier persona con la que el niño tenga contacto, puede ser una influencia en un momento dado.
Cuando los niños observan y escuchan hablar a los adultos, enseguida se dan cuenta del poder que tienen las palabrotas. Son palabras con fuerza, que se dicen en momentos de tensión o enfado y provocan reacción en quien las escucha.
Pero de esa reacción dependerá que vuelva a repetirla una y otra vez, o simplemente deje de utilizarla.
La reacción del adulto es importante
Y es que los niños se dan cuenta enseguida de que lo que han dicho provoca una respuesta diferente en el adulto. Tan diferente, que es posible que incluso sientan que las palabrotas tienen un "efecto mágico" que las convierte en algo muy tentador de pronunciar.
Porque cuando lo hacen, los adultos se quedan callados de inmediato y les prestan atención, algunos incluso se ríen o contienen la risa, mientras que otros se muestran especialmente avergonzados o contrariados. Sea cual sea nuestra reacción, la realidad es que ningún adulto parecemos 'inmunes' al efecto de las palabrotas cuando las pronuncian los niños.
Es por ello que los expertos insisten en que nuestra reacción es clave para que el episodio no vuelva a repetirse. De este modo, si las primeras veces actuamos con naturalidad e indiferencia, obviando lo que ha dicho y no prestándole atención, lo normal es que el niño deje de decirlas.
Consejos para evitar que los niños digan palabrotas
Pero si a pesar de nuestra actitud inicial, nuestro hijo vuelve a decir tacos o groserías, es importante intervenir:
Explícale que lo que acaba de decir no está bien y que esas palabras feas pueden ofender a otras personas. En ningún momento debemos gritarle, regañarle o castigarle, simplemente explicarle desde la calma por qué no debe pronunciarlas.
También podemos invitarle a reflexionar preguntándole, por ejemplo: ¿"qué te ha llevado a decir algo así?", "¿qué crees que significa lo que has dicho?", "¿cómo te sientes después de decir esto?", "¿cómo crees que puede sentirse tu amigo tras llamarle esto?"... En resumen, se trataría de averiguar por qué nuestro hijo ha actuado así, al tiempo que le hacemos consciente de lo que ha dicho y por qué lo ha dicho.
Si ha ofendido a alguien con esa palabrota, debemos explicárselo y ayudarle a buscar soluciones que reparen ese error.
Si observas que tu hijo pronuncia palabrotas en un momento de enfado, tensión o frustración, no le niegues la manifestación de esos sentimientos, pero enséñale a expresarlos de manera respetuosa con él mismo y con los demás. Recordemos que no todo vale a la hora de expresar lo que sentimos, si con ello estamos dañando a otras personas.
También hay niños que dicen palabrotas con el único fin de hacerse notar y captar la atención de sus padres. Observa y reflexiona si ese puede ser el caso de tu hijo, y de ser así busca formas de conectar con él, pues lo necesita y esa es su forma de pedírtelo.
Si tu hijo te cuenta que esas palabras se las ha escuchado decir a otras personas, debemos hacerle entender que no está bien copiar las cosas malas, y que el hecho de decir palabrotas no le convierte en "guay", "popular" o "especial" a ojos de los demás.
Por nuestra parte hemos de hacer un ejercicio de reflexión y reconocer si nosotros también decimos tacos en algún momento. De ser así, es importante disculparnos delante de nuestro hijo y prometerle que vamos a intentar no volver a decirlo. También podemos pedir su ayuda para conseguirlo y a modo de juego convertirle en 'guardián del lenguaje'.
Si a pesar de todo, el empleo de palabrotas continua por parte del niño, es recomendable hablar con el colegio por si ellos supieran qué puede estar pasando, y así afrontar el tema juntos. También debemos analizar si la música que escucha nuestro hijo o las películas que ve son adecuadas a su edad.
En caso de que las palabrotas vayan acompañadas de otros comportamientos o cambios en el humor de tu hijo, sería conveniente solicitar ayuda profesional, pues podría estar sucediendo algo que se nos escapa.
Durante la etapa preescolar, el uso de palabrotas suele ser habitual en algún momento, pero lo normal es que esa fase acabe desapareciendo.
Sin embargo, a medida que el niño crece y se adentra en la adolescencia, el grupo de iguales empieza a ser un referente importante para él, por lo que es posible que este tipo de vocabulario vuelva a aparecer. En este caso debemos saber que es algo completamente normal y que forma parte de su necesidad de imitar y sentirse parte del grupo. Aún así, es importante que entienda que ciertas palabras pueden herir a otras personas, por lo que no debería utilizarlas.