¿Cómo respondo a sus preguntas incómodas sobre la muerte?

¿Cómo respondo a sus preguntas incómodas sobre la muerte?
6 comentarios

Cuando los niños, hacia los cuatro años, comienzan a ser capaces de transmitirnos sus preguntas elaboradas debemos estar preparados para toda clase de preguntas inquietantes. La muerte, el sexo y cuestiones complicadas sobre los procesos naturales van a llegarnos, seguro. ¿Cómo responder a sus preguntas incómodas?

Las preguntas más incómodas son una muestra del enorme deseo natural del niño por aprender, por entender la vida y la naturaleza, pero también muestran sus inquietudes y miedos, expresados de forma indirecta. Hablemos hoy de la muerte.

El sentirse inquieto o turbado por la muerte puede presentarse aunque no haya habido una muerte cercana en la familia, puede desencadenarse por la muerte de una mascota, ver un coche fúnebre, escuchar una conversación… es inevitable que tarde o temprano los niños se encuentren con el concepto de la muerte y quieran entenderlo. Necesitan saber y necesitan poder integrarlo en su vida, sin perder la seguridad y la alegría.

Las preguntas pueden varias: ¿todos vamos a morirnos?, ¿me voy a morir yo?, ¿papá y mamá pueden morirse mañana?, ¿qué pasa cuando uno se muere?, ¿me dolerá morirme?...

Detrás de estas preguntas hay una cosa que necesita, imperiosamente saber: ¿van a dejarme solo las personas a las que amo y que me cuidan?

Los niños necesitan, sobre todo, seguridad, pues sin nuestros cuidados se sienten perdidos y abandonados. La simple idea de perdernos es aterrorizante, el mayor temor de un niño (por eso nunca, nunca, hay que amenazarlos con abandonarlos). Para un niño el abandono es peor que la muerte, el abandono es la muerte.

El bebé y el descubrimiento de la muerte: si estás solo, estás muerto.

Este me parece un tema del que merece hablar ahora: el abandono. Los bebés sienten que si sus padres no están a su lado, especialmente en la noche o en lugares o con personas extrañas, estén en grave riesgo de muerte. Sus cerebros no han aprendido sobre el mundo, solamente tienen como herramientas para sobrevivir sus instintos. Y el pequeño e indefenso bebé humano, nacido incapaz hasta de moverse de un sitio a otro por si mismo, hasta incluso de agarrarse al pelaje de su madre, tiene unas instrucciones en su código genético que son las que precisamente nos han permitido sobrevivir como especie.

Las instrucciones son muy sencillas: si estás solo, estás muerto: Grita para que vengan a salvarte. Y claro que gritan, pero no para manipular a sus padres, sino para que vengan a salvarlos.

Los bebés humanos no saben que vivimos en casas seguras y que ya no rondan los tigres dientes de sable. Genéticamente son los mismos niños de la Prehistoria. Un bebé solo en la noche estaba muerto, los depredadores estaban dispuestos a comérselo o sencillamente, moriría de frio o hambre. Están programados para sobrevivir en esas peligrosas circunstancias. Y por eso sienten miedo cuando están solos, tienen que gritar y llamarnos, en sus mentes todavía existen los tigres dientes de sable y el frío del bosque.

Por eso los bebés lloran y gritan, incluso hasta el agotamiento, cuando los dejamos en brazos de alguien a quien no conocen o los dejamos solos en una habitación, y sobre todo cuando los dejamos solos en su cuna en la noche. Piensan, o mejor dicho, sienten que van a morir y lloran desesperados para que volvamos a salvarlos.

Hoy sabemos el daño que puede hacer el miedo en el cerebro infantil, por eso, aunque pudieran decirnos que, al final, se dan cuenta de que no les pasará nada malo y se acostumbran, hacerles eso es cruel y hasta contraproducente. Nadie quiere hacerle daño a sus hijos o hacerles pasar terror, por eso, hacerles pensar que pueden morir a los bebés no es una buena práctica de crianza y, seguro, que cuando los padres lo saben, cambian a otros métodos más respetuosos con el sueño infantil. No queremos que los bebés piensen que van a morir antes de tiempo, ¿verdad?

Más adelante, el niño descubrirá que existe la muerte, antes o después. Pero antes de analizar con más detalle la manera en la que debemos hablarse de ella según su edad, debemos reflexionar sobre lo escondida que está la muerte, la real, no la de la televisión, en nuestra sociedad occidental.

La muerte como tabú

Consideremos que la muerte, en nuestras sociedades, se esconde, apenas se habla de ella, es un verdadero tabú. Cuando el niño la descubre, no tiene referencias para integrarla, no tiene experiencias previas. Debemos evitar mentirle, decirle que se han ido de viaje o que están dormidos, eso solamente puede acrecentar temores dificilmente explicables.

La vida es un proceso y un conjunto, nuestros cuerpos no son eternos, ni los de las personas ni los de otros seres vivos. Comprender esto, sentirlo como necesario y hermoso, llegará con los años, pero podemos hablar, indirectamente, mostrando la Naturaleza y sus ciclos como ejemplos que vayan preparándolos.

Hay que ofrecerles seguridad. Debemos admitir que estamos tristes y que la persona fallecida no volverá físicamente, si ha muerto alguien querido. También podemos decirles que vivirá en nuestro corazón y desde luego, para las personas con creencias que incluyan la supervivencia del espíritu, será un consuelo compartido hablar de ellas.

Entender y convivir con la ausencia es un paso necesario, pero también tenemos que ser capaces de explicarles que la muerte inmediata, aunque posible, es una posibilidad muy remota y que sus padres están a su lado, que no va a quedarse solo. Sin embargo, la muerte puede aparecer antes de que el niño esté preparado para preguntarnos sobre ella, y debemos adaptar nuestras explicaciones a su edad y las circunstancias, como analizaré en profundidad más adelante.

Las preguntas incómodas van a llegar, entre otras, las que se refieren a la muerte. No es fácil estar preparados si nosotros mismos las evitamos. Ser padres, al final, es una oportunidad para crecer nosotros gracias a los niños y su inocencia. Nos permiten perder el miedo. Nuestros hijos existen porque nosotros vamos a morir. Merece la pena.

En Bebés y más | Hablar a los niños sobre la muerte, Cómo hablar a los niños sobre la muerte

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Comentarios cerrados
    • interesante

      Uff, qué tema este... difícil y necesario, muy complicado, no? Mi hijo mayor empezó pronto con estas preguntas sobre la muerte, porque con dos años y pico perdió una bisabuela, un bisabuelo y un tío-abuelo bastante cercano. Como vivimos lejos de la familia, en una ocasión fue llegar directos de casa al tanatorio y le tocó vivir situaciones que supongo que normalmente se evitan a niños tan pequeños. Él nos vio llorar, vio ataúdes, vio flores, vio un cementerio. Hubo quien nos criticó por ello con bastante poco tacto, yo me limito a pensar que mis hijos, por suerte, no están solos en el mundo: hay mucha gente que les quiere y comparte vivencias con ellos, pero también tienen gente de la que despedirse. Desde esa época, tras pasar unos meses sin decir nada al respecto (supongo que intentando encontrar sus propias ideas) llegó su turno de preguntas. Intenso, doloroso, sorprendentemente minucioso, interminable. Intento ser honesta y contestarle con la verdad por delante, adaptando a su edad la realidad, y sobre todo no metiéndome en explicaciones que aún no ha pedido y que probablemente nos llevarían a más dudas. No sé si lo hago bien, de hecho no hay casi con quién comentarlo porque casi nadie quiere meter en la misma conversación a un niño y un difunto, por lo que agradezco muchísimo esta reflexión. Al menos así sé que no soy la única en evitar el tema a toda costa. El curso pasado lo comenté con su maestra y me ayudó un montón a encontrar las palabras para ciertas respuestas, incluso me recomendó cuentos que abordan el tema con ternura y sin mentiras. Tuve suerte de dar con una profesional como ella. Ha entendido, eso al menos lo logré, que sigo recordando a mi abuelo y echándole de menos, pero que ya no necesito llorar al pensar en él. Creo que asume de algún modo que el duelo es algo que evoluciona y la vida sigue. No parece tener un miedo especial a la muerte, aunque se plantea la suya y la nuestra y eso le entristece más de lo que me gustaría ver. A veces me gustaría tener alguna creencia religiosa y poder decirle que "se fue al cielo" o algo así, más tranquilizador, pero desde luego no puedo decirle algo que para mí es mentira, así que... bueno, que estamos en ello, que me reconforta leer un poco sobre este tema tan esquivado, y perdón por el rollo, pero como decía... es raro tener con quién hablarlo!

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    • Avatar de 16123 Respondiendo a 16123

      Yo también les llevé al tanatorio; eran los únicos niños y todo el mundo me miró como las vacas al tren. La muerte es parte de la vida y creo que hay que explicarlo como ellos lo puedan entender.

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    • Avatar de diminuka Respondiendo a diminuka

      Diminuka. ¿Cómo reaccionaron? ¿Qué años tenían? Me parece muy interesante lo que planteas.

    • Avatar de 16123 Respondiendo a 16123

      Gracias Alba, tu experiencia me ha ayudado mucho y seguro que también a otras familias.

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    • Avatar de mireia.long.1 Respondiendo a Mireia Long

      El niño no creo que se enterara de mucho porque tenía sólo un añito. La mayor tenía tres años y tres meses. Le explicamos dónde iba y fue super contenta (inocentes que son los niños). Siempre vamos a todos los sitios juntos y le encanta conocer sitios nuevos. Ella decía que como su tita iba a estar triste le iba a dar un beso para que se pusiera contenta y que le iba a pedir un vasito de leche. Yo creo que pensaba que íbamos a su casa o algo así. Dentro del tanatorio no entró. La verdad es que la viuda agradeció que fuéramos con los niños porque cuando los vio pudo sonreir un rato. Creo que la niña no fue del todo consciente pero si sabía que pasaba "algo", la gente lloraba... Fue muy doloroso. Yo creo que hice lo correcto. Obviamente no iba a entrar con ella en el momento de la incineración porque seguramente le habría creado un trauma (a mí me afectó durante bastante tiempo y eso que soy adulta) pero no veo porqué la gente oculta esta parte de la vida. A sus nietos no se lo contaron hasta bastante tiempo después. Si hubiese dejado a los niños en casa no podría haber estado al lado de mi marido "despidiéndose" de su tío.

      Espero haberte ayudado.

    • interesante

      Hola, para nosotros fue difícil decirle a nuestro hijo de 4 años que su hermanita había muerto. Sobre todo cuando el no la pudo conocer porque murió a los cinco días de nacer. La familia, amigos e incluso el psicólogo del colegio nos decían que le mintiéramos,que le dijéramos que su hermanita estaba malita y que se había quedado en el hospital. Hasta que llego el 1 de noviembre y le llevamos flores a su hermana, y en mitad del cementerio nos volvió a preguntar cuando venia su hermanita del hospital que quería jugar con ella. A lo que yo ya no pude más y le dije que mirara hacia donde poníamos las flores que allí estaba su hermanita.Le explique que allí estaba su cuerpo pero que su alma desde el cielo nos estaba mirando. Lloramos mucho los tres, sobre todo él. Pero han pasado 2 años de esto y el no ha tenido ningún trauma, ahora que es mas mayor le explicamos lo que le paso a su hermana y de vez en cuando nos dice que si es una estrella del cielo. Ni creo ni dejo de creer en Dios,pero yo quiero creer que su hermana nos está viendo desde el cielo y así es como se lo hemos contado nosotros. Un saludo.

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