Si sitúas al bebé frente a un espejo probablemente eche las manos como queriendo tocar su reflejo, haga muecas, se ría, tire besitos o mire con atención la imagen que se presenta ante él.
¿Significa eso que se está reconociendo? ¿En qué momento el bebé se da cuenta de que la imagen reflejada en el espejo es su propia imagen? ¿Cuándo empieza a formar una imagen de sí mismos?
Descubriendo su propia imagen
El autorreconocimiento es un proceso crucial para comprenderse a sí mismo como ser social y participar plenamente en la sociedad.
Durante los primeros meses de vida, el bebé no sabe que existe como ser independiente, pero sí será capaz de reconocer los rostros que le resultan familiares y de diferenciar a sus figuras de apego de las demás personas.
Conocer a los demás es el primer paso para conocerse a uno mismo.
En torno a los tres meses, el bebé comienza a descubrir partes de su cuerpo independientes, como las manos primero y luego los pies. Este importante descubrimiento le ayudará a ir tomando conciencia de manera progresiva del resto de partes que integran su cuerpo, hasta reconocerse finalmente como un ser global e independiente distinto a los demás.
Sin embargo, este proceso es largo y continuo, y según las investigaciones no se desarrolla por completo hasta que el bebé cumple los 18 meses, aproximadamente.
A partir de esta edad el niño ya no solo será consciente de su cuerpo y de las partes que lo forman, sino también de su propia imagen, por lo que será capaz de reconocerse ante un espejo cuando le ponemos delante.
No obstante, hay una forma muy divertida de comprobarlo: coloca una pegatina sobre la frente de tu bebé y a continuación sitúale frente a un espejo. Si cuando se vea reflejado se lleva las manos a la frente para intentar retirarse la pegatina, es señal inequívoca de que se ha reconocido.
Actividades frente al espejo para hacer con el bebé
Podemos colocar al bebé frente al espejo desde sus primeros meses de vida, aunque al principio no prestará atención ni verá más que los reflejos de la luz sobre el cristal. Recordemos, además, que la visión del bebé tardará tiempo en desarrollarse y no será hasta los cinco o seis meses cuando sea capaz de ver objetos a una mayor distancia.
A partir de los seis meses el bebé ya empieza a tener una mayor percepción de la profundidad y a mostrar interés por lo que le rodea. Es entonces cuando el reflejo que muestra el espejo empieza a despertar su interés, por lo que es probable que sonría, que alce la mano para tocarlo o que simplemente se sienta fascinado por lo que ve.
A la hora de jugar con el bebé frente a un espejo puedes hacerlo de diferentes formas. Te compartimos algunas propuestas:
- Cuando tumbes a tu bebé en el suelo boca arriba en sus primero meses, puedes sujetar un espejo para que se vea. Algunos gimnasios o mantas de actividades incorporan pequeños espejitos en el arco de juegos como un elemento más de distracción y estimulación.
- En la habitación del bebé coloca un espejo de seguridad (irrompible) en horizontal a ras de suelo, bien atornillado a la pared, y frente a él sitúa unas colchonetas para que el bebé pueda estar. Así, mientras juega, está sentado o tumbado boca abajo podrá ver su imagen reflejada en el espejo.
- También puedes dedicar un ratito cada día a jugar frente al espejo con tu bebé. Por ejemplo, señala las distintas partes del cuerpo a través del espejo para que tu bebé vaya aprendiendo sus conceptos y el sentido de la lateralidad, explícale que los que están en el espejo sois vosotros mismos, estimula sus gestos e interacciones con el espejo, jugad al cucú-tras ante al espejo...
Estos divertidos juegos diarios tendrá grandes beneficios para él y contribuirán a la autopercepción de su propio yo.
¿Es necesario un espejo para formarse una imagen de sí mismos?
Ahora bien, ¿si el bebé no se viera en un espejo sería igualmente capaz de reconocerse?
Lo cierto es que sí. El bebé no necesita mirarse en un espejo para formarse una imagen de sí mismo, pues esta se va forjando a través del desarrollo afectivo y de su relación con los demás.
De este modo, a través de los masajes y las caricias que les proporcionamos los padres y otras figuras de apego, los niños van tomando poco a poco conciencia de su cuerpo y conociéndose a sí mismos. También ayuda cantarles canciones sobre las partes del cuerpo y señalarlas, bailar o hacer ejercicios sencillos que les ayuden a tomar conciencia de su centro de gravedad y su equilibrio.